El manglar es un ecosistema vital pero frágil, que depende de los demás ecosistemas cercanos: el río y las marismas. A su vez, la salud del mar y de los arrecifes de coral depende de un manglar en buen estado. Todo está conectado.
Los bosques de mangles también son muy importantes para las comunidades humanas que viven en su entorno y los utilizan de diversas maneras: para asegurar su soberanía alimentaria gracias a los frutos del mar, cubrir sus necesidades de vivienda con la madera que allí obtienen para construir casas y postes, y ganar su subsistencia utilizando los diversos productos del manglar. Históricamente, esas comunidades desarrollaron una relación sustentable con este rico ecosistema en la medida que lo han utilizado en pequeña escala, para satisfacer necesidades locales a través de un profundo conocimiento de sus múltiples funciones. En este proceso, las mujeres han tenido una participación esencial.
A pesar de ser vitales para el medio ambiente y las personas, los manglares sufren el acoso de actividades a gran escala, entre ellas la extracción de petróleo.
Un documento de Oilwatch referente al impacto de las actividades petroleras sobre los manglares (1) muestra que implican, en primer lugar, el desmonte para la construcción de instalaciones, como plataformas de perforación, campamentos, pozos, rutas, pistas de aterrizaje para helicópteros, etc. La zona también queda destruida con las perforaciones que implican el dragado de canales existentes o la apertura de otros nuevos. Cuanto más ancho y profundo es el canal, más daños sufre el ecosistema. La construcción de canales modifica el sistema hídrico natural del manglar y lo vuelve más vulnerable a la erosión, al modificar el volumen de agua dulce y salada dentro y alrededor de él; esto perturba el sistema de drenaje y altera el suelo y la vegetación. A su vez, la perturbación del suelo puede provocar cambios en el pH de éste y del agua, y deteriorar gravemente la calidad del manglar.
La presencia de petróleo en los manglares, debida a accidentes y a los métodos de limpieza de pozos o de derrames, produce una fuerte contaminación que puede permanecer en la zona durante muchos años.
En Nigeria, los derrames de petróleo que ocurren regularmente han dañado grandes extensiones de manglares. Se dice que, en los últimos 50 años se ha vertido allí un millón y medio de toneladas de petróleo.
La destrucción del manglar para la extracción de petróleo no ha traído ningún beneficio a las comunidades rurales de Nigeria: la esperanza de vida ha descendido a unos 40 años en el transcurso de dos generaciones; la disponibilidad de agua limpia es muy limitada; los campos agrícolas han sido afectados, el agua superficial y potable está contaminada y la pesca ha sido arrasada por el grasiento petróleo que mana siempre de alguno de los cientos de oleoductos ubicados en zonas muy urbanizadas y cerca de campos y lagunas de pesca. Los oleoductos atraviesan la región para satisfacer la necesidad de petróleo de Estados Unidos: el 40% del crudo importado por dicho país proviene del Delta del Níger.
“Perdimos nuestras redes, chozas y trampas para peces”, “Perdimos nuestro bosque”, dijo el jefe Promise, líder de la aldea de Otuegwe, a John Vidal, redactor ambiental de The Observer, quien informó sobre un viaje (2) que realizó al lugar del Delta del Níger donde la explosión de un oleoducto en 2008 mató a un centenar de personas. Vidal caminó por el pantano hasta oler el petróleo, y terminó nadando en lagunas de crudo. En su artículo citó las quejas del jefe Promise: “A los pocos días avisamos a Shell sobre el derrame, pero durante seis meses no hicieron nada”.
Ha habido derrames trágicos de petróleo en el Delta del Níger que pasaron casi desapercibidos porque no se les dedicó ningún titular importante. De hecho, el derrame de petróleo que ocurrió en el Golfo de México el año pasado, debido a la explosión que hundió el Deepwater Horizon de BP, fue menor que la cantidad de petróleo que mana cada año de la red de terminales, ductos, estaciones de bombeo y plataformas petroleras del Delta.
El 1º de mayo de 2010, la ruptura de un oleoducto de ExxonMobil en el estado nigeriano de Akwa Ibom derramó más de un millón de galones en el delta durante siete días, antes de que se detuviera la pérdida. La gente del lugar manifestó contra la compañía pero fue atacada por los guardias de seguridad. Durante el primer semestre de 2010 hubo cuatro derrames de petróleo. El grupo nigeriano Environmental Rights Action (ERA) está reclamando ahora 100 millones de dólares a ExxonMobil, que no pagó indemnización alguna por las pérdidas desastrosas y las enfermedades provocadas por las actividades de exploración y los grandes derrames de petróleo de la empresa durante el año pasado.
La recuperación del manglar puede llevar décadas, siempre y cuando no ocurran nuevos derrames de petróleo. En cuanto a las comunidades de la zona, la destrucción de sus medios de vida y su entorno resulta definitiva.
Artículo basado en información obtenida de: (1) “Explotación petrolera en manglares”, Oilwatch, Boletín Tegantai Nº 10, http://www.oilwatch.org/index.php?option=com_
content&task=view&id=112&Itemid=43⟨ (2) “Nigeria's agony dwarfs the Gulf oil spill”, John Vidal, The Observer, guardian.co.uk, mayo de 2010,http://www.guardian.co.uk/world/2010/may/30/oil-spills-nigeria-niger-delta-shell.