Luego de casi cinco meses de titubeos, la moratoria forestal de dos años arrancó este mes en Indonesia. El presidente Susilo Bambang Yudhoyono debía elegir entre dos opciones: una versión de la moratoria hubiera impedido el otorgamiento de nuevas concesiones en todos los bosques y turberas; la otra se aplicaría sólo a los bosques primarios y turberas. Yudhoyono prefirió la segunda.
El hecho de que esta decisión haya sido recibida con agrado por Asia Pulp & Paper, compañía que tiene en Indonesia uno de los peores récords en cuanto a la destrucción de los bosques, muestra lo poco que tendrán que modificar las empresas de su funcionamiento habitual como resultado de la moratoria.
Existía la posibilidad de que, al menos, se revisaran las concesiones existentes (muy numerosas en Indonesia, y de las cuales muchas se superponen y muchas otras son ilegales). Parece ahora muy poco probable que eso suceda. Dentro del instructivo presidencial que pone en vigencia la moratoria (una farsa, según dijo un comentarista) figura un mapa indicativo que muestra el área de bosque primario y de turberas que debe ser protegida durante el período establecido de dos años. De la zona verde que representa el bosque primario se ha extraído, principalmente en Papúa, enormes zonas pintadas de blanco, que representan las concesiones existentes. Y en el mapa se omitieron completamente dos parques nacionales de Sumatra.
El texto, ya de por sí laxo, está lleno de lagunas. Las concesiones existentes están específicamente excluidas de la moratoria, así como las que han “recibido una aprobación de principio” del Ministro de Forestación, y la prórroga de los permisos existentes. También están excluidos los proyectos de “desarrollo nacional”. El decreto presidencial da la lista: energía geotérmica, petróleo y gas, electricidad, tierras para cultivos de arroz y caña de azúcar.
La moratoria forma parte del acuerdo REDD de mil millones de dólares convenido entre Noruega e Indonesia. Noruega también ha prometido 250 millones a Guyana y mil millones a Brasil.
En marzo de 2011, miembros de la sociedad civil y del parlamento de Guyana escribieron al Ministro noruego de Medio Ambiente y de Desarrollo Internacional, Erik Solheim. La carta enumeraba “ocho problemas clave relacionados con el Memorando de Entendimiento entre los gobiernos de Guyana y Noruega”. Parte del problema es que la deforestación está aumentando en Guyana, y que el primer proyecto de la Estrategia de Desarrollo con baja Emisión de Carbono del presidente Bharat Jagdeo es una represa hidroeléctrica muy controvertida, en medio de la selva tropical. La construcción de la ruta de acceso ya comenzó, pero está muy retrasada, y el proyecto está plagado de acusaciones de corrupción y malversación de fondos.
La carta suscitó gran número de discusiones dentro y fuera de Guyana. Casi dos meses después de recibirla, Solehim respondió, pero diciendo que “no será posible entrar aquí en los detalles de su carta”. Ahora, Solheim ha recibido otra carta, donde se le pide que dé respuesta detallada a los ocho problemas planteados.
En Brasil, la situación luce aún peor. La tasa de deforestación, que había caído en los últimos años, volvió a dispararse este año. En marzo y abril se desmontaron casi 593 kilómetros cuadrados de bosque, lo cual representa un aumento de 470% con relación a los mismos dos meses del año pasado.
Una razón posible de este aumento tan brusco es que el gobierno ha estado debatiendo una modificación del Código forestal brasileño, que lo debilitaría considerablemente (ver artículo en este boletín). Los hacendados están desmontando bosques porque prevén que el nuevo código forestal será aprobado y que se concederá amnistía a la tala ilegal realizada previamente. El 24 de mayo de 2011, la Cámara de Diputados aprobó el código forestal modificado. Ahora pasa al Senado y, si éste también lo aprueba, requerirá la aprobación de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
El debate en torno al código forestal brasileño revela el efecto perverso de los incentivos REDD. Los gobiernos que cuentan con una buena legislación, una buena administración y una tasa de deforestación decreciente, no van a ganar gran cosa con REDD. Pero si la deforestación se dispara, Brasil podría resultar muy beneficiado gracias a ese sistema.
Mientras tanto, Brasil sigue avanzando con su proyecto de represa hidroeléctrica en Belo Monte, al cual se oponen desde hace veinte años los pueblos indígenas que viven en la cuenca del Xingú. El país también intenta que las “plantaciones forestales en extinción” sean incluidas en el mecanismo de desarrollo limpio, propuesta que equivale, ni más ni menos, a subsidiar las plantaciones industriales de árboles.
Dos grandes videos acaban de ser presentados en Europa; ambos muestran los diferentes problemas que plantea la forma en que se despliega REDD. El primero, producido por un programa de televisión neerlandés, Keuringsdienst van Waarde, trata de las compensaciones de carbono y concluye que se podría comprar una parte de la selva brasileña por sólo un centavo el metro cuadrado. El programa es fascinante, alterna el escándalo con la comicidad y presenta una serie de problemas que plantea la noción de compensación de carbono.
Para el segundo video, algunos periodistas de la revista londinense Don’t Panic se infiltraron para averiguar hasta dónde llegaría Conservation International (CI) para ayudar a las empresas contaminantes a “maquillar de verde” su imagen. Su primer problema era que Conservation International ya trabajaba con una lista de Socios Empresariales que parece el Quién es Quién de la destrucción planetaria: Arcelor Mittal, BHP Billiton, Cargill, Chevron, Goldman Sachs, Kimberly-Clark, McDonald’s, Monsanto, Rio Tinto, Shell y Wilmar International.
Los periodistas de Don’t Panic fingieron ser representantes de Lockheed Martin, el mayor fabricante de armas del mundo. El representante de Conservation International no se inmutó, sugirió una “estrategia de compensación de carbono”, y afirmó que “Lockheed Martin” podría “compensar” sus actividades contaminantes y mortíferas comprando un bosque en Madagascar, Asia o África. ¿Don’t Panic quería saber si Conservation International es “algo más que una empresa proveedora de buena imagen ecológica”? Evidentemente, la respuesta es no.
Chris Lang, http://chrislang.org