Las tierras bajas del oeste de Eritrea son la extensión más oriental del Sahel, ubicadas entre la frontera de Eritrea con Sudán y las tierras altas eritreas y etíopes. Sus elevaciones y planicies están cubiertas principalmente por vegetación baja semiárida y bosques de sabana, y están interrumpidos por tres valles de ríos cubiertos por bosques muy densos, algunos de ellos mixtos de palma "dom" y acacia, siendo el resto bosques puros de palma dom (Hyphaene thebaica).
Seis grupos étnicos viven allá, constituyendo varios cientos de miles de personas con sistemas de supervivencia diferentes, caracterizados por la flexibilidad para enfrentar los numerosos desastres naturales y causados por el ser humano, que han causado estragos durante los últimos cuarenta años. Importantes sequías y la guerra han llevado al colapso del sistema agrícola, numerosas muertes y éxodos en masa de la población como refugiados. Entre 1998 y 2000, las tierras bajas fueron invadidas por ejércitos etíopes.
En todas las épocas, los productos del bosque juegan un papel fundamental para el sustento de los pobladores. Todas las tribus dependen en gran medida del bosque para cubrir sus necesidades de subsistencia (vivienda, herramientas y algunos alimentos), en tanto que la fibra de la palma dom es la fuente principal de ingresos monetarios para la mayoría de la población de las tierras bajas (pertenecientes a las tribus Tigre, Beni Amer e Hidareb).
También en tiempos de paz y cuando los niveles de lluvia permiten al menos algunos cultivos y pastoreo, los miembros más pobres de la comunidad o los que no pueden cultivar tierras (como muchas viudas de guerra), se ganan la vida cortando, tejiendo y vendiendo palma. También las nueces de la palma dom son un alimento de último recurso en la estación de hambre antes de las cosechas, y en los años de sequía se transforman en un alimento básico para muchos.
Otro grupo étnico, los Kunama, tiene un enfoque diferente sobre el bosque. Cortan muy poca palma para obtener ingresos, pero recolectan alimentos de veinte o más especies de árboles. Entre ellas se incluyen la palma dom y otras especies a las que valoran como alimento de reserva para los años de sequía cuando fracasan los cultivos: para ellos los bosques ribereños son su seguro, más que una fuente regular de ingresos.
La capacidad de resistencia del sistema agrícola reside en la cosecha del bosque, que permite sobrevivir a los campesinos pobres y a comunidades enteras durante los años malos. Pero los servicios de extensión agrícola del gobierno de Eritrea se han enfrentado al sistema tradicional, en parte debido a la creencia infundada de que el corte de la hoja de palma se realiza de forma que daña al árbol, pero principalmente porque el gobierno tiene otras prioridades: los bosques ocupan tierra fértil con napas de agua subterránea altas, ideales para realizar agricultura irrigada de cultivos comerciales como cebollas y bananas. Aumentar la producción de esos cultivos es una prioridad central para el gobierno, de forma de generar divisas a través de exportaciones y atraer las inversiones.
En cambio, la población local valora mucho el bosque, lo que ha sido un factor esencial para su conservación. Los pobladores han establecido patrones de cosecha regidos por reglas informales y tienen una comprensión profunda de la naturaleza de la regeneración y el crecimiento de la palma dom. Estos sistemas evitan el corte excesivo restringiendo la posibilidad de acceso y el corte excesivamente frecuente, y han demostrado ser sustentables durante muchas generaciones.
Artículo basado en información obtenida de: "Tress for semi-nomadic farmers: a key to resilience", Stephen Connelly and Nikky Wilson, LEISA magazine, abril de 2001.