Es un hecho conocido que los monocultivos forestales a gran escala provocan un gran número de impactos sociales y ambientales. Sin embargo, nunca habíamos oído hablar de una situación como la de Fiji, donde las plantaciones generaron tensiones sociales y económicas de tal magnitud que condujeron eventualmente a un golpe de estado.
Las raíces del conflicto pueden rastrearse a los años 1950 y 1960, cuando la anterior administración colonial británica decidió implementar dos proyectos de plantación a gran escala, uno basado en pinos y el otro en caoba hondureña. La tierra a ser ocupada por las mismas fue arrendada a sus dueños fijianos a un precio nominal anual de unos 10 centavos de dólar por hectárea. Muchos de estos contratos permitían a los propietarios de tierras compartir los beneficios resultantes de la cosecha.
La plantación de pinos fue cortada en los años 80 --la década posterior a la salida de los británicos-- por la empresa estatal Fiji Pine creada con ese objetivo. La mayoría de las trozas fue convertida en astillas y exportada a bajo precio. Los dueños de la tierra no ganaron nada.
En el año 2000, cuando la plantación de caoba estaba lista para ser cosechada, aparecieron en el escenario una serie de distintos actores. Un grupo de terratenientes fijianos, descontentos con los resultados de la plantación de pinos, había contactado en 1966 a Marshal Pettit, hombre de negocios estadounidense, y lo convenció de involucrarse en la cosecha de las plantaciones de caoba. No obstante, Pettit desconocía completamente el hecho de que la cuestión no era un típico trato de negocios, sino que comprendía derechos territoriales, política local, conflictos étnicos, a una empresa británica y a la política internacional de Fiji.
El hombre de negocios estadounidense, en asociación con el nuevo presidente de Fiji Pine --George Speight-- parecía estar a punto de tener éxito en la puja por la cosecha de la plantación, cuando el partido que respaldaba a Speight perdió una elección parlamentaria. Como consecuencia, éste perdió su cargo de presidente y el nuevo gobierno otorgó el contrato a la empresa británica Commonwealth Corporation, a pesar de que la cifra de U$S 65 millones ofrecida por ésta era por lejos inferior a la de U$S 210 millones que estaba dispuesta a pagar la compañía de Pettit, Timber Resources Management. La razón para esta aparentemente absurda decisión fue que el nuevo Primer Ministro --el primero de origen étnico indio en ocupar el cargo después de 13 años-- necesitaba el respaldo del Reino Unido en la Unión Europea para lograr apoyo a la exportación de azúcar, que es la principal industria de Fiji y está dominada por representantes de la etnia india.
La decisión ocasionó masivas manifestaciones organizadas por los propietarios de tierras, que fueron alentadas por Pettit y Speight. En mayo de este año, una manifestación en que participaron unas 20.000 personas derivó en disturbios callejeros y en la destrucción de negocios pertenecientes a personas de origen étnico indio. Al mismo tiempo, Speight ocupaba el Parlamento con el apoyo de grupos paramilitares, tras lo cual mantuvo cautivo al Primer Ministro y a su gabinete durante dos meses. En julio el ejército lo detuvo y ahora está esperando ser sometido a juicio.
¿Cuál fue entonces el saldo de toda esta cuestión generada por una plantación? Una empresa británica recibirá la mayor parte de los beneficios. Por otra parte, la división étnica en el pueblo fijiano será mayor que antes, los dueños de la tierra poco recibirán por los árboles plantados en sus propiedades, el sistema democrático del país habrá salido debilitado y la economía nacional no ganará prácticamente nada.
Artículo basado en información obtenida de: "Fiji's rich resources became political prize. Plan for timber harvest led to ethnic unrest", por Joseph Kahn, New York Times Service. International Herald Tribune, September 15, 2000.