Fuego, bosques y pueblos: conocimientos y prácticas amenazadas

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Los conocimientos y prácticas de uso, manejo y cuidado del fuego en los bosques están siendo identificados por las políticas sobre cambio climático como las causantes de la deforestación e incendios forestales. Sin embrago, el fuego es crucial para asegurar la soberanía alimentaria y cultural de los pueblos del bosque.

Cuando pensamos en la palabra “fuego”, solemos pensar en algo destructivo, peligroso e inclusive contaminante. Pero, si bien algunos incendios pueden ser altamente destructivos, el fuego también puede ser un gran aliado para los pueblos del bosque. De hecho, el fuego es y ha sido un elemento vivo presente en los diversos bosques del mundo desde tiempos inmemorables, encendido tanto por la “naturaleza” (a través de rayos, plantas de combustión espontánea o sequías intensas) como por los seres humanos. Pueblos indígenas y campesinos utilizan el fuego controlado en muchas partes del mundo para varios propósitos, ayudando históricamente al enriquecimiento de la diversidad de hábitats y entornos de vida. La agricultura itinerante o migratoria, que establece ciclos, espacios y tiempos adecuados para el manejo del fuego, es una práctica crucial para asegurar la soberanía alimentaria.

Irónicamente, este conocimiento y estas prácticas ancestrales de uso, manejo y cuidado del fuego, en relación con los bosques, son las que están siendo identificadas por las políticas dominantes sobre cambio climático como las causantes de la deforestación e incendios forestales.

El culpar a la agricultura itinerante o migratoria de la deforestación no es algo nuevo. Por décadas, los gobiernos de los países con bosques tropicales - siguiendo los “consejos” y donaciones/préstamos de los organismos multilaterales como el Banco Mundial y otros – han tildado a la agricultura itinerante como una práctica “ineficiente”, “primitiva” y “destructora de bosques”. Estos gobiernos han promovido o forzado la transformación de tierras de cultivos itinerantes a actividades más intensivas (como la agroindustria, el madereo o la plantación de monocultivos industriales de árboles).

Los pueblos que utilizan la agricultura itinerante han sido perseguidos, desplazados y criminalizados. Por otro lado, las megas industrias que se han impuesto sobre bosques y pueblos, quemando miles y hasta millones de hectáreas para abrirle campo a sus actividades, las cuales, en su gran mayoría, intensifican y facilitan los incendios forestales, no son prohibidas. Todo lo contrario. Como un artículo de este boletín lo revela, el régimen del fuego del capitalismo encubre la combustión que arde en las miles de fábricas, puntos de extracción y motores existentes, convirtiéndolo no solo en no criminal sino también en un supuesto modelo a seguir.

Además, un artículo de este boletín nos relata la historia del pueblo indígena Delang en Kalimantan del centro, Indonesia. Una región plagada de plantaciones de palma aceitera que ha impuesto una violenta prohibición a la agricultura itinerante por culparla de ser la causante de los incendios que azotan al país, ha dejado sin alternativas de sustento a los pobladores. Sin bien los incendios a gran escala han aumentado en Indonesia en la última década, el artículo destaca como el 80 por ciento de los bosques de Kalimantan del centro han sido convertidos en plantaciones de palma y la mayoría de los focos de los incendios forestales se encontraron en estas concesiones. Mientras que las empresas palmícolas quedan impunes frente a su evidente rol en la deforestación y los incendios, el pueblo Delang sufre violentas consecuencias.

Pero entonces, si los gobiernos ya vienen prohibiendo la agricultura itinerante por un tiempo ¿qué ha cambiado? El cambio climático, la deforestación a gran escala y sus consecuencias siguen en aumento. Los actores detrás de las políticas sobre cambio climático una vez más están escondiendo las causas de raíz de este problema. Tomando ventaja del bombo mediático sobre los incendios forestales, se promueven más fuertemente las prohibiciones a las “quemas indígenas” o al uso de la agricultura itinerante. Casi todos los programas y proyectos REDD, por ejemplo, identifican a la agricultura itinerante como una amenaza a los bosques. Por tanto, la limitan severamente o simplemente la prohíben y, para ejercer estos “límites”, a menudo cuentan con el apoyo de guardias armados. No obstante, los reales causantes de la deforestación a gran escala, como la tala industrial, los mega proyectos de infraestructura, la minería, las grandes represas, las grandes plantaciones industriales de árboles, palma aceitera y soja, los criaderos industriales de animales, entre otros, siguen adelante sin restricciones.

Con la pregunta ¿quién está realmente quemando la Amazonía? un artículo nos adentra en las causas que realmente ponen una amenaza de incendio en los bosques.

Otro artículo explica en detalle la experiencia de Chile, donde las empresas de plantaciones industriales de árboles de la mano de implacables incendios forestales han afectado territorios indígenas Mapuche y campesinos. El autor nos recuerda el fuerte poder que concentran estas empresas, no solo para destruir en beneficio propio sin tener represalias por ello sino también para coludir con las agencias de gobierno y así impedir investigaciones u orquestar campañas mediáticas para criminalizar al pueblo Mapuche.

Asimismo, el caso de Quito, Ecuador, es por diferentes razones emblemático. Un “cinturón verde” que rodea la capital es en realidad una plantación de árboles de eucalipto. Al no tener diversidad de árboles nativos sino un monocultivo de árboles exóticos altamente inflamables, se acelera y facilita la intensificación de los incendios que amenazan la ciudad en cada estación seca.

Otro artículo nos recapitula una lucha de resistencia de finales de la década de los 80 que se dio en el valle de Lila, en Portugal. Este pueblo destruyó las plantaciones de eucaliptos existentes en sus tierras, evitó que se plantaran nuevos monocultivos de eucalipto y mantuvo su posición hasta el día de hoy. A pesar de los voraces incendios que azotan a los bosques y campos de ese país cada año, este pueblo nunca ardió.

Y finalmente incluimos en este boletín una lucha del pueblo indígena Shawi, desde la Amazonía de Perú. Esta vez la amenaza a sus entornos de vida llega con la principal minera de oro a nivel mundial: Barrick Gold Corporation.

Terminamos esta editorial con una poesía anónima africana incluida en el libro “Memoria del Fuego I” del uruguayo Eduardo Galeano, quien nos recuerda lo hermoso y poderoso que es el fuego y lo que éste implica para las comunidades. ¡Que lo disfruten!

Canto del fuego, del pueblo bantú

Fuego que contemplan los hombres en la noche,
en la noche profunda.
Fuego que ardes sin quemar, que brillas
sin arder.
Fuego que vuelas sin cuerpo.
Fuego sin corazón, que no conoces
hogar ni tienes choza.
Fuego transparente de palmeras:
un hombre te invoca sin miedo.
Fuego de los hechiceros, tu padre, ¿dónde está?
Tu madre, ¿dónde está?
¿Quién te ha alimentado?
Eres tu padre, eres tu madre.
Pasas y no dejas rastros.
La leña seca no te engendra,
no tienes por hijas a las cenizas.
Mueres y no mueres.
El alma errante se transforma en ti, y nadie
lo sabe.
Fuego de los hechiceros, Espíritu
de las aguas inferiores y los aires superiores.
Fuego que brillas, luciérnaga que iluminas
el pantano.
Pájaro sin alas, cosa sin cuerpo, Espíritu
de la Fuerza del Fuego.
Escucha mi voz:
un hombre te invoca
sin miedo.

Eduardo Galeano | Memoria del Fuego (I. Los Nacimientos)