En más de 125.000 hectáreas de tierra de Ghana se cultiva palma aceitera, principalmente bajo el modelo de plantación núcleo, que consiste en una gran plantación rodeada por plantaciones de menor tamaño establecidas en tierras de campesinos locales.
Las plantaciones a gran escala fueron instrumentadas por el Estado a expensas de las tierras de las poblaciones locales, a los que se pagó poca o ninguna compensación por los viviendas, campos y fincas que perdieron, junto con distintos derechos de uso o propiedad de la tierra. Como era de esperarse, esto produjo resistencia social, como en el caso de la dramática negativa de los emigrantes campesinos Ningo de Atobriso y Okaikrom a permitir la entrada a los funcionarios del gobierno y de la Ghana Oil Palm Development Company a las tierras que habían adquirido. La resistencia de los campesinos también incluyó el robo de frutos de palma de las plantaciones y actos de sabotaje, lo que determinó el reforzamiento de la seguridad a un costo elevado para las empresas plantadoras.
Pero según el investigador ghanés Edwin A. Gyasi, “quizás el efecto negativo más grave ha sido la rápida transformación del ecosistema boscoso y su economía tradicional basada en la ecología, diversificada y resistente, en un sistema de monocultivo artificial vulnerable. La inestabilidad, los riesgos y las incertidumbres son rasgos inherentes del medio ambiente natural, que los campesinos reconocen. Tradicionalmente los campesinos intentan reducir a niveles mínimos estos riesgos ambientales, combatir la erosión del suelo, optimizar la utilización de los distintos nutrientes del suelo y mejorar la seguridad alimentaria combinando cultivos de variable grado de sensibilidad ambiental y valores nutritivos diferentes, y mediante otras formas de diversificación agrícola y minimización del riesgo. La agricultura indígena diversificada, resistente, modelada en el ecosistema forestal y basada en principios de agricultura ecológica, nacida del conocimiento íntimo de los campesinos del medio ambiente natural, está siendo reemplazada por el riesgoso sistema de monocultivo, con consecuencias devastadoras para el ecosistema boscoso.”
Entre los impactos principales, se registraron los siguientes:
- escasez de alimentos básicos locales
- la vulnerabilidad de los monocultivos de palma a plagas de insectos y enfermedades, que han experimentado invasiones de insectos inusualmente masivas y destructivas.
- la dificultad para comercializar el fruto y el aceite de la palma, asociada a carencias para la comercialización de una producción incrementada.
- la deforestación y posterior aumento de costos y escasez de productos forestales como carne de animales nativos, plantas medicinales y madera, un importante material de construcción y fuente básica de combustible.
- el costo alto, el suministro errático y el efecto contaminante de las sustancias agroquímicas utilizadas para aumentar el rendimiento de la palma y para controlar plagas y malezas, especialmente en las plantaciones grandes.
- la contaminación ambiental producida por los desechos del fruto de la palma y los efluentes del proceso de industrialización.
En suma, aunque las plantaciones de palma aceitera a gran escala puedan parecer una opción atractiva debido a su capacidad de acelerar la producción agrícola y el crecimiento agroindustrial, son básicamente vulnerables y tienen efectos adversos sobre los derechos tradicionales de uso y propiedad de la tierra, sobre la seguridad alimentaria y del combustible y sobre el medio ambiente natural.
Artículo basado en información obtenida de: Edwin A. Gyasi, "The environmental impact and sustainability of plantations in Sub-Saharan Africa: Ghana's experiences with oil-palm plantations"; Oil Palm Research Institute.