En el interior de Guyana se extiende una selva tropical de 150 kilómetros de ancho, la mayor parte de la cual en estado primario. Sin embargo, la percepción oficial desde los ’70 según la cual la minería resultaba esencial para el “desarrollo”, junto a la apertura económica del país -- que implicó la promoción de la explotación de los recursos naturales, en especial madera y minerales-- para enfrentar la creciente deuda externa y satisfacer las condiciones del ajuste estructural de 1991 impuesto por el FMI y el Banco Mundial, allanaron el camino a las empresas transnacionales. Gracias a la generosa concesión de vastas áreas a compañías madereras y mineras, éstas siguen haciendo el gran negocio y al mismo tiempo destruyen el ambiente y causan graves problemas a los pueblos indígenas (ver Boletín 17 del WRM).
Los resultados de un informe publicado el año pasado sobre el impacto de la minería en el Distrito Amerindio Upper Mazaruni de Guyana confirman este panorama general en una región particular del país. La región del Alto Mazaruni posee una prolífica selva, que constituye el último refugio de los aborígenes Akawaio (Kapon) y Arenuca (Pemon), cuyas tierras ancestrales comprenden también parte de la Gran Sabana venezolana y del norte del estado brasileño de Roraima. Su modo de vida en armonía con la ambiente se ha basado tradicionalmente en migraciones estacionales entre los tramos inferior y superior de los Ríos Mazaruni y Kamarang, a fin de obtener recursos de la caza, la pesca y la agricultura.
Desde fines de la década de 1950 las autoridades indígenas de la región vienen reclamando a los sucesivos gobiernos por la invasión de sus tierras por parte de los mineros. En 1959 una tercera parte de la Reserva Amerindia de Upper Mazaruni fue redefinida como distrito minero y al resto de la misma se le dio la denominación Distrito Amerindio Upper Mazaruni. Al principio se trataba de mineros de pequeña escala, pero actualmente estamos hablando de poderosas empresas mineras extranjeras. Alrededor de 37 compañías mineras --la mayoría de las cuales canadienses-- están registradas en Guyana. Muchas de ellas han estado y todavía se encuentran en Upper Mazaruni. Golden Star Resources y Vanessa Ventures, ambas canadienses, son las dos que han provocado el mayor impacto ambiental y consiguiente preocupación a nivel de las comunidades locales.
El uso de máquinas de dragado de tipo misil (enormes aspiradoras con forma de misil, que se acoplan a las dragas en el río para extraer los depósitos aluviales) es común en la zona. Dichas máquinas destruyen las riberas de los ríos y los bosques cercanos e incrementan la sedimentación, provocando severas pérdidas en las poblaciones de peces y drásticos cambios en la hidrología y la geomorfología de los ríos. A efectos de maximizar la producción de oro, las empresas mineras que actúan en Upper Mazaruni también utilizan mercurio, si bien se sabe desde hace décadas que el mercurio genera efectos graves sobre los ecosistemas y la salud humana. De acuerdo con los autores del citado informe, los impactos ambientales de la minería en la zona resultan evidentes: el agua está descolorida y cargada de sedimentos, las pilas de desechos se acumulan en las orillas, algunas de las cuales ya han desaparecido por el uso de las máquinas de dragado tipo misil. La Evaluación de Impacto Ambiental exigida por la ley no existe más que en el papel.
La destrucción de los recursos naturales de los que dependen los pobladores locales para su sobrevivencia ha impactado en la vida cotidiana de los indígenas, especialmente sobre su provisión de alimentos. Ahora les resulta difícil encontrar pescado en el antes rico río Mazaruni. El ruido provocado por la minería y la caza insustentable que realizan los mineros ha provocado una disminución de la riqueza y abundancia de animales. La destrucción de las economías locales ha ido paralela con el surgimiento de serios problemas sociales, tales como alcoholismo, abuso sexual, prostitución y racismo.
En resumen, la apertura de Guyana a las empresas extranjeras acontecida desde mediados de la década de 1980 está provocando la destrucción de sus selvas tropicales --un caso raro de ecosistema intocado hasta entonces-- en medio de una completa falta de consideración por los pueblos amerindios que allí han vivido durante siglos utilizando los recursos de manera sustentable. Este proceso continúa, en detrimento de los bosques del país y de sus pueblos indígenas, quienes se están movilizando para revertir esta situación. Lo que antes era un lugar paradisíaco, en el que la población local podía vivir según sus patrones culturales, se está convirtiendo en un ejemplo de destrucción. ¿Para qué? Para que se beneficien unas pocas megaempresas. ¿Quiénes son los responsables? Las propias empresas --que actúan de manera depredatoria, aprovechando las circunstancias favorables-- y los sucesivos gobiernos de Guyana, que han demostrado ser incapaces de controlar las actividades de aquéllas y, en especial, no tener la voluntad de respetar y garantizar los derechos territoriales indígenas, cuestión que está en la raíz del problema.
Las personas interesadas en obtener un ejemplar del informe referido (en inglés), donde se incluyen testimonios de portavoces indígenas, así como mapas y fotos, pueden dirigirse a Amerindian Peoples Association o al Forest Peoples Programme.
Artículo basado en información obtenida de: “Indigenous peoples, land rights and mining in the Upper Mazaruni”, A Report by Upper Mazaruni Amerindian District Council, Amerindian Peoples Association of Guyana, Forest Peoples Programme, Global Law Association, Nijmegem, 2000; “Undermining the forests”, FPP-Philippine Indigenous Peoples Links-WRM, January 2000; The World Guide 1997/98.