En Honduras se deforestan de 80.000 a 120.000 hectáreas anuales.
Nuestros bosques son multidiversos: de pino, con una variedad de siete especies; latifoliados, con 200 especies de árboles y una rica biodiversidad sobre todo en tierras bajas; nublados latifoliados: pinares o bosques mixtos en tierras altas; latifoliados en lugares de clima seco; y manglares.
La política forestal de Honduras es formulada no por la sociedad civil o el poder ciudadano sino por los dictados del capital multinacional a través del Banco Mundial y los Tratados de Libre Comercio articulados con la oligarquía local, que a través de sus representantes en el Congreso de la República y en otros poderes del Estado aprueba las leyes y políticas que están destinadas a la explotación del bosque en función del capital imperial y globalizador.
Para implementar esas políticas tienen a los militares, a los que se les da poder para “cuidar” el bosque. ¿Será posible que los que destruyen el bosque durante las confrontaciones bélicas pasen, por arte de magia, a ser héroes ambientalistas? Por otro lado, el “sicariato” – asesinatos por encargo – es una de las formas ocultas de agresión a las poblaciones indígenas, campesinas y garífunas.
La explotación de la madera siempre ha estado en nuestro país relacionada con la corrupción, la violación de los derechos humanos y la impunidad. La persecución del sacerdote Tamayo y otros dirigentes así como el asesinato el 20 de diciembre de 2006 de Heraldo Zúñiga y Róger Iván Cartagena, miembros del Movimiento Ambientalista de Olancho, por parte del aparato de seguridad del Estado de Honduras, son un reflejo del terror que significa luchar por la defensa del bosque en Honduras. Recientemente se suma el asesinato de Mario Guifarro en la comunidad de Parawasito, municipio de Dulce Nombre de Culmí, en el Patuca Medio, mientras realizaba tareas para el proyecto ICADE, de demarcación del bosque, siguiendo el mandato del Congreso de la Federación Indígena Tawahka de Honduras (FITH).
Los gobiernos y la mayoría de sus cuadros técnicos siempre han culpado a los pobres por la destrucción del bosque. Sin embargo, nunca mencionan la deforestación ocasionada por la industria minera, del camarón, la agroindustria de la piña, del banano; las grandes plantaciones de caña de azúcar, maíz transgénico y palma africana, destinadas estas dos últimas al nuevo súper negocio de los agrocombustibles. A esto se suman las grandes quemas del bosque, accidentales o provocadas, sobre todo para justificar las explotaciones de la madera y la ganadería extensiva para exportación de carne para hamburguesas.
Las políticas forestales están orientadas a convertir el árbol en una simple mercancía, sin considerar que debido a la deforestación de las cuencas de los ríos y las micro cuencas, la erosión, los derrumbes y los deslizamientos van en aumento, y por ello las consecuencias de las tormentas tropicales y huracanes, así como de las distorsiones climáticas, son más graves y los daños irrecuperables.
Los tratados comerciales desiguales y la lógica inmoral e injusta del capital promueven la promulgación de leyes y la aplicación de políticas forestales divorciadas de las políticas de agua y energía, así como de las previstas para las alteraciones climáticas. Son esas leyes las que imponen la privatización del bosque, la energía, lo hídrico, la educación y la salud. El Congreso Nacional destina vergonzosamente más de un tercio del territorio nacional a la industria minera, que destruye el bosque y afecta la salud animal, vegetal y humana.
La pérdida de la biodiversidad a causa de la deforestación y la contaminación de metales pesados por efecto de la explotación minera y los plaguicidas de la agroindustria favorecen el dengue, la malaria, las parasitosis y los trastornos mentales que, además de producir enfermedades y muerte, ocasionan pérdidas multimillonarias al país.
El desarrollo de políticas humanas, integrales y planetarias es un desafío urgente para todos y todas las hondureñas. La articulación del bosque, la salud y los derechos humanos en un programa de educación de la juventud constituye una estrategia importante en la formación de líderes para crear una conciencia de reforestación en el país y crear leyes que protejan los bosques.
En consecuencia estamos planteando a nivel del Movimiento Madre Tierra (miembro de Amigos de la Tierra Internacional) y las organizaciones Centro América no está en Venta, Oilwatch Internacional y COHAPAZ (Comité Hondureño Acción Por la Paz), la siembra y el cuidado continuo de un millón de árboles para Honduras. Nuestra urgente tarea es unir a todo el movimiento social y ambiental contra las políticas y empresas depredadoras. ¡Integremos toda nuestra conciencia a esta hermosa tarea en defensa de la vida, la dignidad y la salud de nuestro pueblo!
Por Juan Almendares, correo electrónico: juan.almendares@gmail.com