Indonesia: el asalto de la industria forestal sobre el bosque

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Indonesia tiene la tercera mayor superficie de bosque tropical después de Brasil y la República Democrática del Congo. Aunque constituyen solamente 1,3% de la superficie total de bosques del mundo, los bosques de Indonesia albergan el 10% de las especies de flora, 12% de los mamíferos, 17% de los reptiles y anfibios y 17% de las aves del mundo. Indonesia es el segundo país en términos de riqueza de la vida silvestre. Los bosques de Indonesia son también hogar de especies amenazadas, como orangutanes, tigres, rinocerontes y elefantes asiáticos.

Los bosques son el segundo mayor contribuyente a la economía nacional indonesia después del petróleo. El Estado se sirvió de los ingresos generados por los bosques para mantener durante 32 años el Nuevo Orden encabezado por el ex presidente Suharto. Las operaciones forestales, en forma de concesiones de bosques, plantaciones industriales de árboles y otras plantaciones (como palma aceitera y caucho), se distribuyeron entre familiares, amigos y socios del presidente y entre una elite de militares y políticos clave como recompensa a su lealtad. Los que controlaban los bosques tenían considerables riqueza y poder.

Para las comunidades aldeanas dependientes de los bosques, éstos significan algo completamente distinto. La gestión abusiva y destructiva ha degradado los bosques y afectado muchísimo a los pobres del campo. Para estas personas los bosques representan valores culturales. La mayoría de las comunidades que viven fuera de las densamente pobladas islas de Java, Bali y Madura practican una combinación de agricultura comercial y de susbsistencia con arroz, otros cultivos anuales y cultivos forestales. También recoletan diversos productos del bosque como ratán, miel, resinas, hierbas, frutos, pescado y animales silvestres para fines comerciales y domésticos. En Sumatra y Kalimantán unos siete millones de personas dependen para su sustento de sus huertos de caucho, que abarcan una superficie total de 2,5 millones de hectáreas. En Sumatra, las comunidades locales manejan por lo menos cuatro millones de hectáreas de bosque usando varias prácticas de agrosilvicultura que combinan la gestión del bosque natural y huertos frutales, sin apoyo externo.

Las comunidades de los bosques tienen una comprensión profunda del manejo tradicional de los bosques, heredada de sus ancestros. Este manejo tradicional de los bosques fue reconocido específicamente en la Constitución Nacional de 1945.

Como la mayoría de los pueblos de los bosques no tienen certificados de propiedad escritos, el Estado bajo el presidente Suharto ignoró los derechos de los indígenas y ejerció su control sobre las vastas y rentables tierras boscosas. El “Nuevo Orden” de Suharto incluía un plan de desarrollo cuyo motor era el madereo de los bosques del país. El Estado reclamó más del 90% del total de las tierras boscosas fuera de Java. Este llamado “bosque estatal” se designó sin el debido proceso ni indemnizaciones adecuadas a las comunidades locales. Bosques maduros manejados en forma sustentable por comunidades indígenas a lo largo de generaciones y ricos en flora y fauna fueron explotados por su madera y convertidos en vastas plantaciones de árboles exóticos de crecimiento rápido.

La expansión y el desarrollo de las industrias procesadoras de madera ocurrieron con tal rapidez que excedieron la capacidad de los bosques de producción y las plantaciones. El resultado fue que los madereros se internaron más profundamente en los bosques, cortando en zonas protegidas así como en bosques estatales todavía reclamados por las comunidades indígenas. El Banco Mundial, que más recientemente ha hecho críticas al madereo ilegal impulsado por el desarrollo excesivo de la industria de la celulosa, es parcialmente responsable del problema. En los años 1980, el Banco Mundial era una de las agencias que promovían la expansión de la industria de la celulosa y el papel. En 1984, por ejemplo, el Banco financió un estudio realizado por la consultora forestal finlandesa Jaakko Pöyry destinado a “fortalecer la estructura de la industria indonesia de la pulpa y el papel”.

Según una investigación de la ONG indonesia WALHI, por lo menos 72% de los bosques del país han sido destruidos. En un comunicado de prensa de 2004 WALHI señaló que la tasa de deforestación en Indonesia había alcanzado 3,8 millones de hectáreas por año, la mayor tasa de pérdida de bosques del mundo. Para poner esta cifra en perspectiva, esto significa que en Indonesia se destruye una superficie de bosques equivalente a seis canchas de fútbol por minuto. Basándonos en este cálculo, cada minuto el gobierno de Indonesia pierde US$ 1.300 en impuestos y derechos aduaneros impagos (tres veces el ingreso anual promedio de una familia indonesia) en tanto unos pocos conglomerados y empresarios de elite se embolsan US$ 24.000 por el robo de los bosques de Indonesia.

Los impactos de esta rápida deforestación han sido muy extendidos y variados. Entre los impactos sobre el medio ambiente se cuentan la pérdida de diversidad biológica única, el aumento de la ocurrencia de inundaciones y sequías, la disminución de la calidad y la cantidad del agua y el aumento de incendios forestales que contaminan el aire y contribuyen al cambio climático global.

Aunque cada vez más personas son conscientes de los impactos ambientales, saben poco y muy rara vez discuten, acerca de los impactos del madereo ilegal sobre los derechos humanos. El exceso de capacidad de la industria procesadora de madera y la incapacidad de las plantaciones industriales de árboles de cubrir las demandas de esta industria han sido las fuerzas motoras de la explotación destructiva de los bosques, tanto legal como ilegal, de Indonesia. Al igual que en otros sectores ilícitamente rentables, las redes de delincuentes tienen un papel importante como extorsionadores y protectores de las operaciones ilegales y no dudan en usar la violencia para eliminar la oposición a sus actividades. En Indonesia el sector ilegal y el uso de la violencia se relacionan a menudo con funcionarios del gobierno.

Irónicamente, la deforestación y la pérdida del sustento de las comunidades locales son llevadas adelante por políticas gubernamentales que según el gobierno fueron diseñadas para llevar prosperidad a la nación. El concepto de desarrollo de Suharto, igual que el adoptado por muchos países industrializados emergentes, fue acelerar la expansión de la economía a través de la explotación de los recursos naturales. Sin embargo, el objetivo de la expansión de la economía fue perdiendo importancia y finalmente sustituido por el plan de Suharto de consolidar su poder mediante el patronazgo político y repartiendo permisos para la explotación de los recursos naturales. Fue así que se otorgaron más de 62 millones de hectáreas de bosques como concesiones forestales, sin los debidos procesos de licitación, a magnates y empresas forestales estatales vinculados a la familia de Suharto o a los militares. Aunque Suharto cayó en 1998, la nación sigue viviendo con el mal gobierno de los bosques y la mala aplicación de la ley que son legado de su régimen.

Extraído y adaptado de “Social conflict and environmental disaster: A report on Asia Pulp and Paper’s operations in Sumatra, Indonesia”, por Rivani Noor y Rully Syumanda, agosto de 2006, http://www.wrm.org.uy/countries/Indonesia/Book8.pdf