Lo que aconteció en Seattle fue histórico. Más allá de si el fracaso de la conferencia ministerial en arribar a un acuerdo fue el resultado de la acción de las miles de personas en las calles, o de las contradicciones internas de los gobiernos -o de una combinación de ambas- el hecho es que la historia se construyó en las calles y no en los conciliábulos a puertas cerradas entre los países del Norte.
Lo que fue histórico no fue el hecho de que la policía -que como todos ahora saben no es tan diferente en los EE.UU. que en otros países- usó palos, gases lacrimógenos, balas de goma, helicópteros y otras herramientas "pacificadoras". Esa es la respuesta usual de los gobiernos cuando se atemorizan. El gobierno de los EE.UU. demostró no ser la excepción. Lo que fue histórico fue el hecho de que tanta gente, proveniente de todo el mundo, se reunió y manifestó -de diferentes formas- un reclamo común: ¡No a la nueva ronda! No porque estuvieran en contra del comercio en si mismo, sino porque todos compartían la posición de que el comercio debe ser equitativo, beneficioso para la gente y respetuoso del ambiente. Todos ellos sabían que las negociaciones a nivel de la OMC estaban yendo en la dirección opuesta -hacia un comercio inequitativo, beneficioso para las empresas transnacionales y depredatorio para el ambiente- por lo que se juntaron para oponerse a tal proceso.
La gente que se hizo presente en Seattle realizó diferentes actividades en diversos escenarios. Algunos organizaron seminarios abiertos a activistas y delegados oficiales, otros hicieron cabildeo frente a los representantes de los gobiernos; muchos difundieron sus puntos de vista en impresos y por medios electrónicos, en tanto otros organizaban conferencias de prensa y emitían programas por radios comunitarias. Hubo también quienes realizaron acciones más espectaculares dentro y fuera de los salones de la conferencia, como por ejemplo los enormes carteles que miembros del Rainforest Action Network colgaron de una grúa. Pero lo más importante: todas estas actividades fueron realizadas en medio de la
especial atmósfera generada por los miles y miles de personas resistiendo en las calles -a pesar del frío, del viento, de la lluvia y de la policía- a lo largo de toda la conferencia de la OMC. Esta heroica resistencia callejera fue no sólo el componente esencial de la protesta, sino que fortaleció a la gente que estaba participando en las otras actividades, la mayoría de quienes participaron tanto en las acciones en las calles como en las tareas realizadas a nivel de la conferencia. Algo fundamental: la movilización callejera atrajo la atención de los medios de prensa. En condiciones normales, los periodistas seguramente hubieran centrado su atención en realizar entrevistas a los delegados de los gobiernos, en tanto que en esta ocasión dirigieron su atención a quienes participaban en la protesta.
Es obvio que esta lucha no fue algo que surgió en forma espontánea. Mucha investigación, generación de conciencia, entrenamiento, divulgación de información, trabajo en redes y organización se llevó a cabo mucho antes de la conferencia. Pero no se trató de una actividad centralizada. Muchas personas convergieron en Seattle a partir de diferentes vertientes y todas ellas juntaron allí sus fuerzas, sin saber exactamente quienes eran las otras personas, pero de alguna forma sabiendo que todos estaban del mismo lado.
En muchos sentidos Seattle fue un éxito enorme para los opositores a la OMC, a la vez que un estrepitoso fracaso para el futuro de esa institución. La protesta logró una increíble cobertura por parte de los medios de prensa de todo el mundo. En el futuro, donde quiera que la gente en todo el mundo oiga hablar de la OMC, recordará la batalla de Seattle y por lo menos sabrá que algo huele mal con respecto a esta organización. Esto es realmente un muy buen comienzo.
Pero lo que es aún más importante, Seattle demostró que hay caminos abiertos para muchas de las luchas locales que se están librando en el mundo enfrentando a las mismas fuerzas que llevan al desastre social y ambiental. Mostró la fuerza que puede alcanzarse a través de una acción descentralizada y coordinada. Mostró que gente de todas las culturas puede unirse siempre que exista un objetivo común y profundamente sentido. Y mostró la esencial debilidad de la aparentemente invencible alianza de las corporaciones, las organizaciones multilaterales y los gobiernos. Unas 50.000 personas -armadas sólo con sus convicciones- sacudieron hasta los cimientos el edificio de la OMC y esto sucedió dentro de las fronteras de la mayor potencia económica y militar de la Tierra. Después de esto, lo aparentemente imposible parece comenzar a volverse realidad.