En solidaridad con la Jornada Mundial de la Lucha Campesina. Un día para recordar, acentuar y movilizarnos contra la persecución y violencia que las campesinas y campesinos sufren a diario a nivel mundial.
El 17 de abril de 1996 fueron asesinados 19 campesinos del Movimiento Sin Tierra en el estado de Pará, Brasil, en su lucha por la tierra. A raíz de este hecho, La Vía Campesina –el movimiento más grande que reúne a campesinas y campesinos de todo el mundo- fijó esta fecha como la Jornada Mundial de la Lucha Campesina. Un día para recordar, acentuar y movilizarnos contra la persecución y violencia que las campesinas y campesinos sufren a diario a nivel mundial como resultado de las políticas neoliberales del sistema económico dominante.
Desde el WRM, cada año nos unimos al llamado en solidaridad con las luchas por la tierra, los medios de vida y subsistencia y la autonomía de los pueblos.
A fin de cuentas, las luchas de las campesinas y campesinos están íntimamente relacionadas con las luchas de las comunidades dependientes de los bosques. En muchos casos, las comunidades campesinas también dependen de los bosques y las comunidades dependientes de los bosques son, al mismo tiempo, comunidades campesinas. Al producir alimentos, estas comunidades viven, se reproducen y mantienen su cultura y soberanía alimentaria gracias a sus tierras, bosques y entornos.
Otro aspecto que las relaciona, sin embargo, son las amenazas que confrontan constantemente por políticas neoliberales que buscan concentrar la tierra y bosques para el beneficio de unos pocos - ya sean empresas transnacionales, agencias gubernamentales, magnates u organizaciones de la conservación, con los llamados proyectos de carbono forestal (REDD+) o de ‘compensación’ en general. El acaparamiento de tierras sigue expandiéndose, principalmente en el Sur global y, con este, la fuerte opresión, criminalización y violencia.
En este boletín contamos con un artículo escrito por la Asociación Nacional de Campesinos y Lugareños de Camerún (Synaparcam, por su sigla en francés) que expone cómo la empresa de plantaciones de palma aceitera Socapalm intenta extender una certificación con el único objetivo de generar más beneficios económicos. Socapalm ha sido denunciada en reiteradas ocasiones por sus desastrosas consecuencias para con los bosques, el entorno y las comunidades locales. Otro artículo resalta cómo una nueva tendencia, y al mismo tiempo estrategia, en la expansión de plantaciones de palma aceitera es el lanzamiento de programas que declaran que mejorarán la producción de cultivos alimenticios. Para esto, una delegación de la mayor confederación campesina de la República Democrática del Congo, la COPACO-PRP, y el WRM conocieron la experiencia de familias campesinas con el programa llamado PAPAKIN en la provincia de Kwilu, un lugar con una historia de despojo, lucha, deforestación, acaparamiento de tierras y resistencia desde la época colonial.
Otro artículo evidencia una táctica que viene siendo usada por empresas madereras y de plantaciones en los bosques de la Cuenca del Congo. Las empresas madereras más prominentes de la República del Congo, la República Democrática del Congo y la República Centroafricana tienen conexiones con los proyectos de plantaciones que están tumbando los bosques. Asimismo, empresas de plantaciones con problemas para financiar sus operaciones están utilizando la extracción de madera como una forma de ganar dinero.
El caso de la ciudad de Três Lagoas, en el estado de Mato Grosso do Sul, Brasil, demuestra la fuerte influencia que las empresas de plantaciones de árboles y celulosa pueden ejercer sobre la población, con el objetivo clave de neutralizar la resistencia. Aprovechándose de la ausencia del Estado, las empresas han logrado avanzar en estos territorios con ‘proyectos sociales’ que vuelven a las familias dependientes de su presencia. Por otro lado, desde Uruguay, un artículo nos alerta sobre la latente amenaza de la instalación de la tercera mega-fábrica de celulosa en ese país, esta vez en manos de la finlandesa UPM.
Desde Acre, Brasil, la historia de una comunidad que se encuentra dentro de un proyecto de carbono forestal o REDD+ de 40 mil hectáreas evidencia la difícil lucha por el acceso a y tenencia de tierras, en especial cuando la comunidad de siringueros que ha vivido allí por generaciones no cuenta con los documentos legales necesarios. El proyecto, por su parte, ya vendió muchos créditos de carbono y, hasta el momento, solo entregó un kit dental y una visita al dentista a la comunidad.
Pero son las comunidades campesinas y dependientes de los bosques que arraigadas a sus tierras, bosques y espacios de vida vienen luchando por resistir el empuje de concentrar cada vez más tierras para la acumulación de beneficios económicos. Sus luchas de resistencia vienen de la mano con la defensa de sus tierras y bosques, pero además, de sus muchas otras formas de vivir, concebir y relacionarse con el mundo. Estas otras formas concentran historias y saberes que se originan en incontables generaciones atrás.
Esta lucha de resistencia y defensa de la vida se evidencia en un artículo de este boletín sobre el avance nocivo de la industria agrícola y del mega-turismo en Bali, Indonesia, donde la organización de base de las comunidades, íntimamente ligadas a concepciones del mundo que priorizan una relación directa y sagrada con el entorno, logra que las empresas no las despojen de sus tierras, bosques y fuentes de agua.
¡Que disfruten la lectura!