Hoy en día, los mercados financieros especulativos ejercen un poder cada vez mayor sobre la economía y la vida, en respuesta a la crisis capitalista que comenzó en la década de 1970.
Según la investigación realizada por la organización de información financiera PEI Media Ltd.(*), entre los instrumentos de inversión relacionados con la naturaleza, las inversiones madereras comprenden diversos tipos de activos: plantaciones de árboles realizadas principalmente para la producción de madera, bosques manejados para la explotación de madera, productos no madereros, fijación de carbono y conservación de la biodiversidad. Los activos suelen ser tanto la tierra como los árboles en pie, pero la inversión también puede referirse sólo a uno u otro.
Como clase de inversión institucional – donde varias organizaciones ponen en común grandes sumas de dinero – la inversión maderera comenzó hace menos de 30 años; en ese entonces, los administradores de inversiones compraban a la industria de productos forestales tierras no estratégicas, en nombre de clientes institucionales precavidos. Tratándose de un activo de larga duración, poco volátil y con poco riesgo de inflación, la explotación maderera atrae a quienes prefieren invertir a largo plazo: inversores institucionales, como los fondos de pensión públicos y privados, fundaciones y compañías aseguradoras, que se han convertido en los principales actores del mercado mundial de este tipo de inversiones.
PEI explica que, en Estados Unidos, estos activos representan hoy entre el 1 y el 2 por ciento de la cartera de algunos grandes fondos de pensión. Los fondos que incluyen componentes madereros junto a otros tipos de activos fijos también están volviéndose comunes. Actualmente, los capitales colocados en plantaciones madereras ascienden aproximadamente a 70.000-80.000 millones de dólares.
Al observar el proceso de inversión en plantaciones madereras, PEI señala que las organizaciones privadas de gestión de inversiones madereras (TIMO) se han convertido en las principales propietarias de plantaciones forestales/madereras de Estados Unidos. En la década de 1990, los activos administrados por las TIMO en dicho país pasaron de unos 1.000 millones a 10.000-12.000 millones de dólares. Hacia el fin de la década, las TIMO habían comenzado a introducirse en algunos mercados emergentes de poco capital. La elevada tasa de crecimiento, el bajo costo de producción de la madera, la cercanía de los mercados y de la demanda, así como el alza del precio de la tierra, contribuyeron a acrecentar las rentabilidades durante ese período. A fines del siglo XX, América Latina (principalmente Brasil y Chile) y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda) emergieron como regiones atractivas para la inversión en plantaciones forestales.
La investigación de PEI muestra que, para 1996, la escalada del precio de los árboles en pie, que había favorecido a los inversores, había provocado el cierre de aserraderos en el norte global, y que la capacidad de producción y la demanda se habían desplazado hacia el Sur. Con el progreso de los métodos de plantación y la tecnología, la productividad por acre había aumentado tanto que un muro de madera parecía avanzar desde todas las direcciones, tanto desde Australia y Nueva Zelanda como de Sudamérica. Esta convergencia hizo que el precio de la madera en pie bajara aproximadamente un 33% entre 1998 y 2001. Entre 1996 y 2000, los inversores institucionales adquirieron en Estados Unidos, principalmente a través de las TIMO, cerca de 7,9 millones de acres, por un valor aproximado neto de 5.000 millones de dólares. Durante el período 2001-2004, cuando estalló la burbuja tecnológica, el mercado financiero decayó y aún más capitales institucionales comenzaron a buscar dónde ubicarse, se produjo una transferencia impresionante de activos hacia inversores institucionales. Una vez más, el mercado favorecía a los vendedores. De 2005 a 2009, la industria forestal comenzó a vender sus propiedades y las TIMO fueron, por lejos, los mayores compradores estadounidenses. En este momento, Weyerhaeuser es la única empresa pública integrada de productos forestales que aún posee grandes plantaciones forestales.
Según PEI, el mercado forestal actual tiende a atraer a dos tipos de inversores: los que ya han participado en el mercado tradicional y buscan nuevas oportunidades en regiones emergentes con características de riesgo y rentabilidad más agresivas, y los nuevos inversores, más interesados en las oportunidades que ofrecen los mercados probados. En conjunto, los inversores institucionales siguen siendo los principales actores del mercado mundial de inversiones forestales, y poseen las tres cuartas partes de las inversiones privadas administradas por las TIMO. Si bien buena parte del capital invertido en esa clase de activos proviene de inversores experimentados de Norte América, los inversores europeos están incrementando su participación. Los capitales de inversores de Sudamérica y Oceanía se están colocando principalmente en sus propias regiones.
La organización de información financiera PEI explica que, cuanto más capitales ingresan en el espacio de la inversión en plantaciones forestales/madereras, más opciones tienen los inversores para estructurar su participación, no sólo invirtiendo y administrando inversiones estrictamente en el contexto privado sino también utilizando vehículos de inversión públicamente negociables, que son especialmente atractivos para quienes prefieren un alto nivel de liquidez. Dichos vehículos suelen adoptar la forma de fondos de inversión en productos inmobiliarios (REIT), fondos de inversión unitaria o fondos negociables en el mercado bursátil (EFT). Entre ellos figuran hoy Plum Creek Timber Company (PCL), Rayonier Inc. (RYN) y Potlatch Corporation (PCH), tres prominentes REIT estadounidenses, así como los EFT Phaunos Timber Fund (administrado por el administrador de fondos de alto riesgo Four Winds Capital Management) (ver artículo sobre Uruguay) y Combium Global Timberland Ltd. (administrado por Cogent Partners).
El WRM y otras organizaciones y movimientos ambientales y sociales han estado diciendo que, lamentablemente, el cambio climático se ha convertido en una nueva fuente de ganancias potenciales para los inversores financieros. Los datos reunidos por PEI así lo confirman en lo que respecta a los inversores en plantaciones forestales. La investigación de PEI dice que, en los años 1990, las asociaciones creadas entre compañías industriales y grandes ONG conservacionistas para promover las plantaciones de árboles se introdujeron en el mercado de créditos de carbono creado a través del Protocolo de Kyoto del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), lo cual dio lugar a nuevas inversiones forestales. Las emisiones negociadas en el mercado del carbono ofrecen nuevas oportunidades a dichos inversores, que ven con buenos ojos la promoción de la energía a base de biomasa, pues ésta tiene grandes posibilidades de acrecentar la demanda de madera.
Basándonos en datos e investigaciones de la organización de información financiera PEI, confirmamos que las plantaciones de árboles – a las que se oponen numerosas comunidades debido a sus notorios impactos sobre sus medios de vida, los ecosistemas, la biodiversidad, el agua – son un negocio lucrativo para cada vez más capitales colectivos de inversión. La diferencia es que estos nuevos propietarios están fuera del alcance de las comunidades locales afectadas que defienden sobre el terreno sus formas de vida.
La dificultad para identificar a los propietarios de las plantaciones de árboles con el fin de hacerles frente es un desafío que debemos superar trabajando juntos.
(*) “Investing in Timberland”, agosto de 2010, PEI Media Ltd.