La FAO se está haciendo trampa al solitario. Y pretende que nadie se da cuenta. En todo el mundo presenciamos la destrucción y degradación alarmante de bosques, y en ese proceso se violan los derechos de los pueblos indígenas, se afectan cuencas, se alteran regiones enteras, se desestabiliza el clima, desaparecen especies vegetales y animales.
Sin embargo la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), considerada por muchos organismos internacionales y por la profesión forestal como la autoridad máxima en materia de bosques, se encarga de manejar los datos de la realidad como forma de esconder la gravedad del proceso de destrucción. Es así que en su informe "Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2000" (FRA2000) introduce cambios a su vieja definición de bosque, pero no para sacarla de su ya obvia obsolescencia, sino para empeorarla. Logra así llegar a la conclusión de que, en comparación con las evaluaciones anteriores, se produjo un aumento de la cubierta forestal mundial. Nadie --ni ella misma-- se lo cree, pero al menos lo intenta.
A esa conclusión llega a través de la manipulación de sus definiciones, que entre otras cosas dicen que "Los bosques comprenden los bosques naturales y las plantaciones. Se refiere a la tierra con una cubierta de copa (o su grado equivalente de espesura) de más del 10 por ciento del área y una superficie superior a 0,5 hectáreas (ha)". Esto ha sido merecidamente ridiculizado a nivel internacional, cuando se ha dicho que según esa definición, gran parte de la ciudad de Asunción (capital de Paraguay) debería entonces ser considerada "bosque".
De un plumazo, pues, con la aplicación de una definición de bosque, la FAO logra bajar los guarismos de deforestación y así ahora hay 400 millones de hectáreas de bosque más que las cifras mundiales recogidas en 1995. Según palabras de la propia FAO: "A pesar del alto grado de pérdida de los bosques naturales en el ámbito mundial, se siembran nuevas plantaciones forestales a un ritmo de 4,5 millones de hectáreas anuales" y lo que hay es una tasa neta significativamente inferior a la registrada en el informe anterior de FAO, correspondiente al período 1990-1995. Si bien no lo dice con estas palabras, de ello se infiere que, en la medida en que las plantaciones compensen la pérdida de bosques no habrá de qué preocuparse, ya que se habrá mantenido la "cobertura forestal". Se sigue entonces haciendo trampas al solitario. ¿O será esa su forma de cumplir la función que le cabe en su calidad de Coordinador Sectorial del Capítulo 11 del Programa 21 (de la Cumbre de la Tierra): "Lucha contra la deforestación"?
¿Qué hay detrás de ese juego? En primer lugar hay que señalar que las plantaciones incluidas son solamente los monocultivos industriales de árboles destinadas fundamentalmente a la producción de madera. Quedan fuera de la definición las destinadas a otros fines, como por ejemplo los árboles frutales o las plantaciones de coco o los sistemas agroforestales. Y ahí tenemos un caso interesante que aclara mucho más las cosas: ¿por qué las mismas plantaciones de caucho, que antes no eran consideradas bosques por la FAO ahora sí lo son? La razón es muy sencilla: ahora las plantaciones de caucho han empezado a ser crecientemente utilizadas como proveedoras de madera y entonces adquieren --para la FAO-- visibilidad como bosques. Pero en sí, siguen siendo las mismas. ¿Por qué no pueden ser también bosques las plantaciones de otros tipos de árboles como naranjos, bananeros, o cocoteros? La respuesta es clara: porque no se destinan a la producción de madera. Y esto muestra uno de los conceptos que está en la raíz de esta definición y todo lo que de ella se deriva: que el bosque no es visto por la FAO como lo que es --un ecosistema completo que incluye a comunidades humanas que de él dependen-- sino exclusivamente como productor de madera.
A 10 años de la Cumbre de la Tierra, no solo nada ha cambiado en este sentido a nivel de este organismo "experto", sino que ha empeorado. Ya no puede aducirse ignorancia, pues mucho se ha hablado --y ampliamente documentado-- acerca de este tema. Aun cuando la FAO intenta abrir el paraguas cuando afirma que no tiene "la intención de sugerir que las plantaciones equivalen a los bosques naturales" y que "se prestó especial atención en mantener estadísticas separadas para los bosques naturales, y para los bosques plantados" --aunque sólo en los países del Sur-- lo cierto es que para la FAO ambas categorías siguen siendo una sola: bosques.
Resulta ilustrativo reseñar aquí una discusión epistolar ocurrida recientemente entre un integrante de la FAO y un ambientalista sudafricano en torno al tema del área ocupada por bosques en ese país según las estadísticas de la FAO. El funcionario de la FAO finalizó sus argumentos diciendo que "Las plantaciones son áreas con árboles, y por lo tanto un (tipo de) bosque". A lo cual respondió el ambientalista: "Con el mismo argumento se podría afirmar que las langostas son un "tipo de pájaro" o que los campos de maíz son un "tipo de pradera". Allí terminó la discusión.
Igualar las plantaciones de árboles con los bosques implica ignorar las diversas funciones que éstos cumplen: servir de hogar a millones de personas, proveerlas de alimentos, medicamentos, fibras, leña, materiales de construcción, regular el régimen hidrológico local y el clima global, por citar solo algunas. También implica ignorar las prolongadas luchas que se dan en numerosos países, tanto del Sur como del Norte (desde Australia a Chile, desde España y Portugal a Sudáfrica y Brasil, de Tailandia a la India) contra la invasión de las plantaciones en gran escala de monocultivos de árboles que con harta frecuencia se hacen en detrimento de los bosques. Esas luchas no se desatan contra los bosques, sino contra las plantaciones, precisamente porque estas últimas no tienen nada en común con los bosques e impactan gravemente sobre las comunidades locales y su ambiente.
Es importante señalar que dentro de la orientación que se imprime al enfoque de los bosques, la promoción y legitimación de las plantaciones industriales de árboles calzan como anillo al dedo en el marco de la Revolución Verde, impulsada desde hace décadas por la misma FAO. Todo está unido, y las distintas ramificaciones y conexiones vinculan el proceso de deforestación para cubrir las necesidades industriales, con la invasión de los monocultivos de árboles para alimentar a la industria del papel, que satisface una demanda creada insustentable, y con quienes promueven estos procesos --grandes empresas transnacionales-- a través de un ordenamiento internacional a su disposición vehiculizado por la OMC, el FMI, y los diversos instrumentos internacionales.
En este proceso, los últimos avances en biotecnología se integran al paquete tecnológico que ha acompañado y acompaña la producción agroindustrial --herbicidas, plaguicidas, fertilizantes, etc-- expresándose primero en las técnicas ya generalizadas de selección y clonación de los genotipos más adecuados para fines industriales, para querer pasar luego a la utilización de la manipulación genética. En ello están ahora las grandes empresas, inyectando dinero a los centros de investigación académica e intentando llevar a campo sus peligrosos experimentos. La FAO nada dice al respecto, pero seguramente incluirá a las plantaciones de árboles transgénicos --si permitimos que ello suceda-- como "bosques plantados" que ayudarán a mantener la "cobertura boscosa" del planeta.
Todo esto es grave. Y es más grave aún que provenga de un organismo cuyo mandato es el de ocuparse de cómo utilizar los bosques y los recursos conexos para mejorar las condiciones económicas, ambientales, sociales y culturales de la población, garantizando a la vez la conservación de los recursos para satisfacer las necesidades de las generaciones futuras. Y además, la FAO es parte activa del proceso de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sustenible, preparando la documentación oficial, parte de la cual es la evaluación de los progresos realizados, incluidas las insuficiencias y deficiencias.
Una vez más reiteramos la imperiosa necesidad de que la noción productivista y reduccionista de uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad como lo es el bosque, sea erradicada de una vez por todas. Para poder analizar con claridad qué es lo que está pasando con los bosques es fundamental que se establezca una diferenciación clara entre plantaciones y bosques. Una plantación puede ser considerada positiva o negativa y es bueno que se discutan las condiciones necesarias para que resulte positiva para la gente y el ambiente. Pero nunca puede ser considerada bosque. Es tiempo de que las definiciones de bosques de la FAO sean definitivamente archivadas --como parte de la historia del pensamiento forestal-- y que se reconozca explícitamente que un bosque es mucho más que un conjunto de árboles destinados a producir madera y que una plantación no es un bosque. Sería un enorme aporte a la próxima cumbre de Johannesburgo.