Los planes de comercio de emisiones que promueve el G8 retrasan una acción auténtica por el clima y generan enormes lucros para quienes más contaminan

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La hegemonía del G8 en los foros internacionales como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático significa que la política climática mundial se define por su compatibilidad con el sistema económico existente más que por su efectividad para reducir las emisiones.

El comercio de carbono es fundamental en este enfoque: transforma la capacidad de reciclar carbono de la Tierra en una propiedad que puede venderse o comprarse en el mercado mundial. Esta utilización de las fuerzas del mercado para resolver los problemas ambientales asume dos formas. Primero los gobiernos otorgan permisos a los grandes contaminadores industriales que luego comercian estos “derechos a contaminar”. En segundo lugar se genera un excedente de créditos de carbono a partir de proyectos de compensación de carbono que dicen reducir o evitar las emisiones en otros lugares, en general en países del Sur. Esos créditos pueden comprarse para descontar las emisiones de más y con ello llegar al nivel exigido por los permisos. En virtud del Protocolo de Kyoto estos proyectos de compensación se llevan a cabo en el Sur a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio o en los países del Norte a través de las iniciativas de Aplicación Conjunta (AC).

El mercado está creciendo enormemente. Un informe del Banco Mundial lo evaluó en US$ 21.500 millones para los tres primeros trimestres de 2006, es decir un aumento del 94% de su valor de US$ 11.100 millones en 2005.

De Gleneagles en adelante

A pesar de todo el aspaviento, la cumbre del G8 de 2005 en Escocia produjo poco en cuanto a acciones concretas para abordar el cambio climático. El comunicado final adoptó decisiones muy débiles para “promover” mejores prácticas para el cambio climático pero no menciona para nada la reducción de la tasa de extracción y consumo de combustibles fósiles. Blair fue muy elogiado, sin embargo, por haber llevado a los jefes de Estado de Brasil, China, India, México y Sudáfrica a la mesa de negociaciones, y fue con esos países que se lanzó el Diálogo sobre el clima G8 + 5. Este diálogo reúne a veteranos legisladores con empresarios internacionales, representantes de la sociedad civil y líderes de opinión para discutir un acuerdo sobre el cambio climático posterior a 2012 con el objetivo de aprobar una declaración por consenso en la cumbre del G8 de 2008 en Japón.

El diálogo tiene un fuerte sesgo hacia los planes comerciales en tanto mejor manera de tratar el cambio climático; uno de sus cuatro grupos de trabajo se dedica específicamente a desarrollar mecanismos de mercado. Además, la cumbre del G8 + 5 encargó al Banco Mundial que facilitara la creación de un marco para la administración del cambio climático, las energías limpias y el desarrollo sustentable. Esto a pesar de que el Banco Mundial es parte del problema del clima más que de la solución: desde que se firmó la Convención de la ONU sobre el Clima en la Cumbre de la Tierra de Río, 1992, el Centro de Información sobre el Banco (BIC) calcula que el Banco Mundial ha financiado por sí solo proyectos basados en combustibles fósiles por más de US$ 25.000 millones.

En respuesta al mandato del G8, el Banco Mundial elaboró un informe llamado ‘Clean Energy and Development; Towards an Investment Framework’ (Energía Limpia y Desarrollo: Hacia un Marco de Inversiones), cuya versión actualizada se presentó durante la reunión del G8 + 5 realizada en México en octubre de 2006. El informe promovía el comercio de carbono como forma principal de financiación de la tecnología limpia.

La promoción del comercio de emisiones del Banco a través del G8 + 5 crea un claro conflicto de intereses pues [el Banco] es también el mayor corredor de bolsa público de compras de carbono con más de mil millones de dólares en su cartera de créditos de carbono. Genera gran cantidad de ingresos para sí mismo mediante un porcentaje que recibe como comisión de todos los créditos de carbono que compra para administrar su Fondo Prototipo del Carbono. Con su influencia en los procesos políticos como el G8 + 5 ha presionado activamente para que el MDL sea una propuesta más atractiva para los inversores y menos efectiva en términos de reducción real de las emisiones.

El G8 + 5 volvió a reunirse en febrero de 2007 en Washington, durante una reunión dirigida por cinco senadores estadounidenses que han presentado un proyecto de ley de la Cámara de Representantes que permitiría a las empresas estadounidenses certificar las reducciones de emisiones, las que podrían comerciarse con otras naciones en el mercado internacional. Entre los principales oradores estaban la canciller alemana Angela Merkel así como Nicholas Stern, cuyo influyente Informe Stern sobre el cambio climático ha sido promovido como prestador del fundamento económico para el mercado global del carbono, y Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial.

Todavía no está claro qué objetivos existen para tratar el cambio climático en la Cumbre 2007 del G8 en Alemania, pero la mayoría de los gobiernos, industrias e instituciones financieras internacionales tienen interés en dejar preparado el terreno para un marco internacional de comercio de emisiones que se extienda más allá del período de compromiso de Kyoto (2012) y que incluya los otros gases de efecto invernadero y los demás sectores productores de emisiones tales como la industria del transporte aéreo.

El comercio de carbono no funcionará

El G8 y los ambientalistas del libre mercado se han puesto a la avanzada de una campaña de cuentos color de rosa con hipótesis en las que “todos ganan”, donde el afán de maximizar el lucro empresarial y el tratamiento de la crisis climática pueden ir de la mano. Pero esto es en gran medida un acto de fe, puesto que no hay pruebas de que el cambio climático pueda resolverse manteniendo al mismo tiempo un patrón de crecimiento económico basado en la extracción y el consumo cada vez mayores de combustibles fósiles.

El comercio del carbono alienta a las industrias que más dependen del carbón, la gasolina y el gas a retrasar su alejamiento de los combustibles fósiles. Hay pocos incentivos para los planes onerosos de cambio estructural a largo plazo si uno puede arreglárselas a corto plazo comprando permisos baratos a las operaciones que sí pueden reducir sus emisiones. Sin embargo, para los países del G8 que pretenden demostrar su compromiso con la acción por el clima, estos problemas inherentes al comercio de emisiones se dejan de lado en favor de un sistema que sustenta la dominación económica de las más poderosas naciones industrializadas.

Las naciones del G8 y el comercio de emisiones

Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido
Desde el inicio de 2005, Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido participan en el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea (EU-ETS), hasta el momento el mayor experimento en comercio de carbono y el precursor del mercado global que comenzará en 2008. El EU-ETS es un sistema de comercio con fijación previa de unos límites máximos (“cap-and-trade”, es decir “tope y comercio”). La cantidad de contaminación con carbono permisible se divide entre establecimientos industriales (que en el plan se llaman ‘instalaciones’) en toda Europa: esta es la parte del “tope”. Si alguna instalación sobrepasa su límite debe comprar la cantidad equivalente de permisos en el mercado. Del mismo modo, si una instalación está por debajo del límite puede vender el sobrante en el mercado: ésta es la parte del “comercio”.

La primera fase del Sistema resultó un desastre. Bajo la presión mantenida de las empresas, casi todos los gobiernos de la UE concedieron a la industria un exceso de permisos en esta primera fase. En 2005, el primer año de comercio, las industrias pertinentes de toda Europa emitieron 66 millones de toneladas menos que el tope establecido. Esto quiere decir que efectivamente el tope no significaba nada, pues no había conseguido ninguna reducción neta de las emisiones. Un análisis preliminar de los datos de 2006 demuestra que el 93% de las 10.000 instalaciones incluidas en el ETS emitieron menos que su cuota permitida.

Estas adjudicaciones excesivas resultaron en una lluvia de ganancias para los contaminadores más grandes, que al lograr exagerar su necesidad de permisos de emisiones recibieron enormes cantidades de permisos que luego podían vender convenientemente. Las empresas también hicieron dinero al trasladar a los consumidores los “costos de mercado” nominales de estos permisos gratuitos. El ministro alemán de Medio Ambiente declaró que los cuatro mayores productores de energía de Europa, a saber Eon, RWE, Vattenfall y EnBW, obtuvieron con esto lucros del orden de € 6.000 millones y € 8.000 millones.

Con el inicio de la segunda fase del EU-ETS previsto para 2008, la evidencia sugiere que no se ha aprendido la lección. Según un documento de trabajo publicado en noviembre de 2006 por investigadores alemanes, de los 25 Planes nacionales de asignación de la segunda fase presentados a la UE para su aprobación, 18 eran demasiado generosos y muchos de los nuevos topes se habían fijado por encima de los niveles de emisiones de 2005.

Japón
Como país con la mayor eficiencia energética del mundo industrializado, Japón lucha para cumplir su compromiso de Kyoto: 6% menos de su nivel de 1990 (hoy sus emisiones son 8% mayores que el nivel de 1990). Por consiguiente Japón está muy dedicado a servirse del comercio de emisiones para compensar el déficit. En el presupuesto de 2006 el gobierno japonés apartó 5.400 millones de yenes (US$ 45,9 millones) para comprar créditos de carbono extranjeros. Ha aprobado 41 proyectos (predominan los proyectos a través del MDL) en países como Malasia, India, Corea del Sur, Indonesia, China y Vietnam, y hay cantidades aun mayores de proyectos como esos en espera. Además, Japón es uno de los mayores inversores del Fondo Prototipo del Carbono del Banco Mundial y ocho de los 17 inversores empresariales son corporaciones japonesas, así como el banco del propio gobierno, el Banco de Cooperación Internacional de Japón.

Canadá
El gobierno conservador de Canadá ha estado gruñendo a causa de su compromiso de Kyoto de reducir sus emisiones hasta un 6% por debajo de los niveles de 1990. Rona Ambrose, la ministra de Medio Ambiente, declaró que este objetivo era ‘imposible’, que el plan de comercio de la UE era un fracaso y que el MDL era poco más que una receta de corrupción y derroche de dinero. El gobierno conservador no ha entregado la financiación prometida al Directorio Ejecutivo del MDL, el organismo internacional que supervisa y aprueba los proyectos del MDL, y ha asignado a la dependencia canadiense administradora de los planes MDL y AC fondos tan escasos que ésta se vuelve casi irrelevante.

Rusia
Con la caída de la economía de Rusia en los años 1990 hubo un descenso de las emisiones, que en cierto momento llegaron a 40% por debajo del nivel de 1990. El resultado es que Rusia tiene gran cantidad de créditos de carbono sobrantes que podrá vender a otros países una vez abierto el mercado mundial de emisiones en 2008, pero éstos se deben a circunstancias externas más que a la instrumentación de algún tipo de medida sobre la eficiencia energética o las energías renovables por parte del país, ejemplo de cómo el comercio de carbono puede explotarse lucrativamente sin una acción sustentable para enfrentar el cambio climático. No sorprende que Rusia se haya mostrado entusiasta respecto de sus oportunidades de lucrar con el comercio de emisiones, que según una estimación del Banco Mundial podría reportarle unos US$ 11.000 millones en virtud del Protocolo de Kyoto.

EEUU
Como todos saben, George Bush se negó a ratificar el Protocolo de Kyoto en 2001, de modo que EEUU no participa del comercio de emisiones para cumplir con objetivos nacionales. Sin embargo varias iniciativas privadas, entre las que se cuenta el Chicago Climate Exchange, están comerciando con créditos de carbono. Con el reciente ascenso demócrata al Congreso la actitud de EEUU respecto del comercio de emisiones parece pronta a cambiar. Diez corporaciones estadounidenses, entre ellas DuPont y General Electric, se reunieron con grupos verdes y formaron la asociación US Climate Action Partnership para urgir a Bush y el Congreso a crear un mercado de carbono para EEUU. Durante el Foro Económico Mundial de Davos altos ejecutivos de empresas de la energía e industriales europeas y estadounidenses declararon que EEUU tiene que tomar la iniciativa en el establecimiento de un régimen mundial de comercio de emisiones de carbono.

Por Kevin Smith, correo-e: kevin@carbontradewatch.org, enviado por el autor.