Los Sentineleses: ¿la tribu más aislada del mundo?

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Sentinelese

 

 

Foto: Survival International. 

Los Sentineleses, que viven en su propia pequeña isla de sólo 72 km2, son probablemente la tribu más aislada del mundo. Se piensa que descienden directamente de las primeras poblaciones humanas que aparecieron en África y que han vivido en el archipiélago de Andamán desde hace 55.000 años.

Atrajeron la atención internacional luego del tsunami asiático de 2004, cuando un miembro de la tribu fue fotografiado en el momento en que disparaba flechas a un helicóptero de la guardia costera que verificaba si estaban a salvo.

La tribu sigue resistiéndose al contacto con gente del exterior, y ataca a cualquiera que se aproxime. En 2006, dos pescadores indios anclaron su barca cerca de Sentinel del Norte para dormir después de haber pescado furtivamente en las aguas que rodean la isla, pero los Sentineleses los mataron cuando la barca se soltó y navegó a la deriva, llegando a la costa. Los pescadores suelen pescar ilegalmente, capturan tortugas y bucean en busca de langostas y pepinos de mar en torno a la isla.

Casi todo lo que se sabe sobre los Sentineleses se ha averiguado observándolos desde barcos anclados fuera del alcance de una flecha lanzada desde la costa, y durante los escasos períodos en los que los Sentineleses permiten a las autoridades acercarse lo suficiente como para alcanzarles algunos cocos. El nombre “Sentinelés” no es el suyo sino el de su isla, así nombrada por los británicos que colonizaron el archipiélago en la década de 1850. Nadie sabe cómo se llaman a sí mismos.

Los Sentineleses cazan y recolectan en el bosque, y pescan en las aguas costeras. Fabrican delgadas canoas con estabilizadores, que sólo pueden ser usadas en aguas poco profundas, dado que se las guía e impulsa con una pértiga.

Se piensa que los Sentineleses viven en tres pequeños grupos. Tienen dos tipos de casas diferentes: grandes chozas comunales con varios fogones para cierto número de familias, y refugios más provisorios, sin lados, con espacio para una sola familia nuclear.

Nadie sabe cuántos Sentineleses hay. Oficialmente, la población es de 39 personas, pero esta cifra sólo está basada en el número de personas que los funcionarios del censo pueden ver con binoculares cuando se acercan a la isla. Se han llegado a contabilizar 91 personas, pero es probable que la población sea considerablemente más numerosa.

Las mujeres usan cordeles de fibras alrededor de la cintura, el cuello y la cabeza. Los hombres también usan collares y vinchas, pero con un cinturón más ancho que puede funcionar como protección. Los hombres portan lanzas, arcos y flechas.

Por lo que se puede apreciar desde cierta distancia, los isleños Sentineleses parecen ser orgullosos, fuertes y saludables; en todas las ocasiones, los observadores han visto numerosos niños y mujeres embarazadas. Esto marca una gran diferencia con las tribus del Gran Andamán a las que los británicos intentaron llevar la “civilización”. Los contactos y las tentativas de “integración” fueron desastrosos. En 1800, se estimaba que la población del Gran Andamán era de más de 6.000 personas; hoy en día, sólo son 53. Las tribus fueron despojadas de sus tierras y diezmadas por las enfermedades; en la actualidad, son totalmente dependientes del gobierno. Abundan el alcoholismo y enfermedades como la tuberculosis.

En 1879, los británicos enviaron un equipo de numerosas personas a la isla de Sentinel del Norte, con la esperanza de contactar a los Sentineleses. Encontraron aldeas y senderos recientemente abandonados, pero ningún habitante a la vista. Luego de unos días se encontraron con una pareja de ancianos y algunos niños que, “en aras de la ciencia”, fueron llevados a la capital del archipiélago. Como era previsible, pronto se enfermaron y los adultos murieron. A los niños se los llevó de regreso a la isla con algunos regalos. No se sabe cuántos Sentineleses cayeron enfermos como consecuencia de este “interés científico”, pero es probable que los niños hayan transmitido sus enfermedades a los demás, en cuyo caso los resultados debieron ser devastadores.

Durante la década de 1970, las autoridades de la India realizaron algunos viajes a Sentinel del Norte con la intención de hacer amistad con la tribu, a menudo para divertir a algún dignatario. En una de esas ocasiones, dejaron en la playa dos cerdos y una muñeca. Los Sentineleses mataron a los cerdos con sus lanzas y luego los enterraron, así como la muñeca. Las visitas de ese tipo se volvieron más frecuentes en los años 1980; los equipos intentaban desembarcar en un lugar fuera del alcance de las flechas, y dejaban regalos tales como cocos, bananas y trocitos de hierro. A veces los Sentineleses parecían hacer gestos amistosos; en otras ocasiones, se llevaban los regalos al bosque y lanzaban flechas al grupo de contacto.

En 1991 pareció producirse un avance: cuando los funcionarios llegaron, los miembros de la tribu les hicieron señas para que trajeran los regalos y luego, por primera vez, se acercaron a ellos sin arma alguna. Incluso caminaron por el agua hacia el barco para conseguir más cocos. Sin embargo, este tipo de contacto no duró; si bien los viajes para traer regalos continuaron durante algunos años, los encuentros no siempre fueron amistosos. A veces, los Sentineleses apuntaban con sus flechas al equipo de contacto, y en una ocasión atacaron con sus azuelas un barco de madera. Los funcionarios no han logrado hacer nada más que entregar cocos, e incluso esto no siempre ha sido bien recibido. Nadie sabe por qué los Sentineleses abandonaron una vez su hostilidad hacia las misiones de contacto y luego la retomaron, ni si alguno de ellos murió como consecuencia de enfermedades contraídas durante esas visitas.

En 1996 cesaron las misiones para entrega de cocos. Muchos funcionarios comenzaban a cuestionar la sensatez de intentar contactar a un pueblo saludable y satisfecho con su vida, que se había desarrollado por su cuenta durante 55.000 años. El contacto amistoso sólo había tenido un efecto devastador sobre las tribus del Gran Andamán. El aislamiento extremo de los Sentineleses los vuelve muy vulnerables a enfermedades contra las cuales no tienen inmunidad alguna, de modo que el contacto tendría, casi con seguridad, consecuencias trágicas para ellos.

Luego de una campaña de Survival International y de organizaciones locales, la política gubernamental consiste ahora en no volver a intentar contactar a la tribu. Periódicamente se verifica, desde barcos anclados a distancia de la costa, que los Sentineleses parecen estar bien y que no han decidido buscar el contacto.

Sophie Grig, Survival International, correo electrónico: sg@survivalinternational.org