Si antes las organizaciones conservacionistas se dedicaban a recaudar dinero para crear áreas protegidas en bosques supuestamente amenazados de destrucción, hoy éstas forman una verdadera "industria" trasnacional que administra y controla áreas que van mucho más allá de los bosques.
Si antes las organizaciones conservacionistas se dedicaban a recaudar dinero para crear áreas protegidas en bosques supuestamente amenazados de destrucción, hoy éstas forman una verdadera "industria" trasnacional que administra y controla áreas que van mucho más allá de los bosques.
El Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM) cree firmemente que no es posible separar al bosque de las comunidades que de él dependen. Esa visión se opone a la de las ONGs conservacionistas, que defienden una naturaleza sin gente, inspiradas en el modelo de parques nacionales creado en Estados Unidos. (1) Por eso la creación y expansión de áreas protegidas sin comunidades viene siendo una preocupación constante para el WRM.
Es un hecho que los proyectos destructivos, como los madereros, mineros o de agronegocios, ocasionan impactos terribles sobre los bosques y las comunidades. Sin embargo, los parques de conservación, cuando imponen restricciones a la ocupación humana, también expulsan comunidades y/o prohíben que éstas usen lo que consideran su casa, de donde obtienen casi todo lo que necesitan, con el argumento perverso de que son las comunidades las causantes de la destrucción del bosque.
Las verdaderas fuerzas destructivas avanzaron sobre los bosques al mismo tiempo que las ONGs conservacionistas. Esas organizaciones fueron cruciales en la construcción de la idea neoliberal de que la naturaleza sólo se salvará si se le establece un precio, ya que brinda "servicios" por los cuales hay que pagarle a alguien. Así nació el llamado "ambientalismo de mercado".
Esto les gustó a las industrias contaminantes: ahora tienen permiso para seguir contaminando mientras que muestran una cara limpia. Pueden "compensar" parte de las emisiones que generan al quemar petróleo, gas y carbón mineral pagando para "proteger" un bosque o establecer una plantación de árboles. Y en lugar de reducir sus emisiones, que son la causa de los cambios del clima, hacen propaganda de sus "buenas acciones".
A la inversa de lo que el sentido común podría indicar, las ONGs conservacionistas están entre los mayores beneficiarios de la destrucción de los bosques: lograron obtener un fuerte acceso a esta nueva fuente de recursos de las industrias y los gobiernos de los países más contaminantes, protagonizando proyectos que perjudican a las comunidades que usan y protegen los bosques.
Una clara demostración de esto es el papel de dichas ONGs en los proyectos REDD+ (Reducción de Emisiones de la Deforestación y la Degradación de los bosques) alrededor del mundo, entre ellas The Nature Conservancy (TNC), Conservation International (CI), World Wildlife Fund (WWF), Wildlife Conservation Society (WCS) y Wildlife Works Carbon (WWC). Según estas organizaciones, el mecanismo REDD+ no sólo respondería a la crisis climática sino que también beneficiaría a las comunidades en las zonas de los proyectos. Sin embargo, la visión dominante de los programas y los proyectos REDD+, promovidos por estas organizaciones, es que las comunidades son obstáculos y representan amenazas para los bosques, por lo que se les termina prohibiendo o restringiendo su acceso y uso. (2)
Incluso ante el fracaso de los diez años de experiencias en que REDD+ no logró reducir la deforestación, la idea no ha muerto. El mecanismo no está solamente vivo, sino que hoy orienta programas en áreas bastante más extensas, mucho más allá de los bosques. Los llamados programas REDD+ a escala de paisajes abarcan jurisdicciones enteras, como una provincia o un estado dentro de un país. El WWF, por ejemplo, administra el principal programa REDD+ jurisdiccional en África, en la provincia de Mai N'dombe, República Democrática del Congo, con financiamiento del Banco Mundial. (3)
Los acuerdos y mecanismos internacionales recientes para incidir sobre el cambio climático terminan perpetuando esa lógica. El llamado "abordaje de la restauración del paisaje de bosques" orienta las acciones del Desafío de Bonn (4), que hoy es la mayor iniciativa internacional con el objetivo de "restaurar" 350 millones de hectáreas de bosques y paisajes en pro del clima. (5) Sin embargo, para “restaurar” bosques en una superficie tan extensa sólo es posible pensar en monocultivos de árboles a gran escala, de los que ya existen decenas de millones de hectáreas en el mundo.
De ese modo, se multiplican las formas de apropiación de los territorios por parte de estas organizaciones para expandir su influencia. En Indonesia, éstas están avanzando en áreas ya concedidas en el pasado a empresas deforestadoras, como las de las plantaciones de palma aceitera. En ese país, en la isla de Sumatra, las ONGs conservacionistas WWF y Frankfurt Zoological Society, con financiamiento del banco alemán de desarrollo - KfW, crearon la empresa ABT para desarrollar un proyecto de “restauración” localizado cerca del Parque Nacional Bukit Tigapuluh. Sin acceso a información sobre lo que realmente pretende esa empresa, la comunidad de Kubu resiste. Los habitantes de Kubu, que tienen una fuerte relación con el bosque donde viven y al que protegen con firmeza, entablan una lucha por el control del territorio. En Indonesia ya se otorgaron casi 600 mil hectáreas en concesión para la “restauración del paisaje de bosques”. (6)
Otro mecanismo es la creación de proyectos para “compensar” la destrucción de la biodiversidad. El argumento es que la pérdida de un bosque destruido puede ser compensada con la conservación de otro bosque supuestamente amenazado con "características semejantes". La empresa minera Rio Tinto, por ejemplo, causante de la destrucción de un bosque en Madagascar por la extracción de ilmenita (7), resolvió pagar a una filial local de la ONG Birdlife International para proteger otro bosque “parecido” a 50km del sitio minero. La ONG restringió el uso del bosque por parte de la comunidad local, que fue obligada a practicar su agricultura en otra zona más lejana y menos fértil.
El fortalecimiento de los fondos nacionales para la conservación de la biodiversidad, los llamados “conservation trust funds” en inglés, una alianza público-privada, va en la misma dirección. En Mozambique, por ejemplo, se creó el Biofund, que cuenta con el WWF, la WCS y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) entre sus miembros. (8) Una de sus funciones es validar proyectos destructivos: las empresas pueden "compensar" la destrucción que ocasionan, destinando recursos para invertir en el mantenimiento de áreas de protección o en la creación de nuevas áreas protegidas en el mismo país. Fue lo que el Banco Mundial sugirió que se hiciera en Liberia, también en África, en función de las grandes reservas minerales de ese país, extremadamente atractivas para las grandes empresas mineras del mundo. (9)
Creando una “industria” conservacionista
Recientemente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) aceptó una queja presentada por la ONG Survival International para investigar la supuesta violación de derechos humanos contra el pueblo indígena Baka ejercida por los llamados “eco-guardias”, financiados por el WWF, en un área protegida en Camerún. (10) Un detalle: la decisión de la OCDE de aceptar la queja fue inédita porque ésta acostumbra solo aceptar quejas contra empresas, muchas veces multinacionales. Esta vez, el denunciado fue el WWF.
Lo que es muy preocupante es que la lógica mercantil de "todos ganan" del “ambientalismo de mercado” se ha propagado y, con ella, la alianza entre fuerzas destructivas y ONGs conservacionistas. Esta lógica se basa en el principio de que sólo habrá más protección si hay más destrucción. Además, estas organizaciones brindan otros servicios a las empresas destructoras: legitiman y declaran sustentables algunas actividades que son, sin duda alguna, destructivas, mediante certificaciones y "sellos verdes".
En esta lógica perversa que gradualmente destruye los bosques, algo sí se conservará: los intereses y el volumen de recursos de los que hoy disponen las empresas “conservacionistas”. ¿Seguiremos llamando a estas organizaciones “sin fines de lucro”? Los que pierden con esta alianza entre las industrias de la conservación y de la destrucción son las comunidades indígenas, tradicionales, campesinas, cuyos territorios y bosques están siendo amenazados por sus proyectos cada vez mayores.
Muchas comunidades han entablado luchas contra estos proyectos conservacionistas. En India, por ejemplo, miles de personas resisten la expulsión de sus territorios centenarios y hasta milenarios dentro de lo que hoy se considera reservas de tigres. Estas luchas contribuyen a fortalecer una visión opuesta: que la mejor forma de conservar los bosques es garantizar que las comunidades que en ellos viven y que los cuidan puedan ejercer control sobre los mismos y sobre su modo de vida. Las luchas resultaron, de distintas formas, en conquistas de sus territorios, donde están los bosques. Aun así, las amenazas continúan y la lucha por la justicia social y ambiental es permanente. Sumémonos a ella, hoy y siempre.
1. Naturaleza cercada. Pueblos indígenas, áreas protegidas y conservación de la biodiversidad. WRM.
2. REDD: Una colección de conflictos, contradicciones y mentiras, WRM
3. WWF’s REDD Project in Mai Ndombe, DRC: No consultation, no transparency and communities paid less than DRC’s mínimum wage, REDD-Monitor, 2017
4. Algunas de las principales iniciativas para expandir los monocultivos de árboles en América Latina, África y Asia, Boletín 228 del WRM, 2017
5. Bonn Challenge. Barometer of Progress: Spotlight Report 2017, IUCN
6. Ecosystem Restoration Concessions, 2016, y una visita de campo en marzo de 2018 a la comunidad de Kubu
7. El proyecto de compensación de biodiversidad de Río Tinto en Madagascar impone severas restricciones a las comunidades locales, Boletín 230 del WRM, 2017
8. BioFund Foundation Bodies
9. El Banco Mundial prepara el camino para una estrategia nacional de compensación en Liberia, Boletín 213 del WRM, 2015
10. Human Rights abuses complaint against WWF to be examined by OECD, The Guardian, 2017