Neocolonialismo y plantaciones en la costa Garífuna de Centroamérica

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“En la constitución de esta pequeña y marítima
república bananera había una sección olvidada”
Cabbages and Kings (Repollos y Reyes), O. Henry

El pueblo Garífuna arribó a las costas de Centroamérica hace 218 años, después de haber sido expulsado por el imperio Británico de la isla San Vicente, último bastión del pueblo Caribe que no había sido conquistado por las potencias europeas ávidas por multiplicar las plantaciones de caña de azúcar en sus colonias de ultramar. Los Garífunas logramos durante un siglo vivir en un aislamiento que permitió preservar la cultura de nuestros ancestros indígenas Arawak-Caribe, hasta la aparición de las empresas bananeras en Centroamérica a inicios del siglo XX.

El estado de Honduras cedió a las empresas bananeras parte de los territorios que habíamos ocupado desde 1797, a cambio de la construcción de las vías férreas y la infraestructura portuaria. Esto dio lugar al inicio de un proceso de desterritorialización del pueblo Garífuna que continúa hasta la fecha, siendo sustituidas las plantaciones bananeras por enormes tractos de palma africana.

De un burdel en Nueva Orleans al Palacio Presidencial en Tegucigalpa

El 22 de diciembre de 1910, cuatro hombres seguidos por el Servicio Secreto de los Estados Unidos, en una aparente noche de juerga, entraron a un burdel en la ciudad de Nueva Orleans. Para ese entonces, en ese puerto, era vox populi el presunto levantamiento que se venía tramando en contra del presidente de Honduras Miguel Dávila, promovido por el General Manuel Bonilla – ex-presidente de Honduras – el que contaba como socio de aventura a Samuel Zemurray, reconocido negociante de bananas.

Entre el grupo de juerguistas en el burdel, se encontraban el general hondureño Manuel Bonilla, su mentor Zemurray, Lee Christmas, un mercenario que había participado previamente en las refriegas constantes que solían darse en las repúblicas centroamericanas y Guy “Machine Gun” Molony, un veterano de la guerra de los Boer en Sudáfrica. Los agentes a cargo de vigilar las actividades de los presuntos conspiradores, no se percataron cuando estos se escabulleron del burdel para embarcarse en el Hornet; un barco adquirido con fondos de Zemurray, quien además dotó a Bonilla de un ejército de mercenarios estadounidenses a mando de Lee Christmas y un abundante parque de armas.

En una reseña publicada por el periódico estadounidense The New York Times el 24 de diciembre de 1910, se señala la partida del Hornet del Puerto de Nueva Orleans y sus “distinguidos” tripulantes armados hasta los dientes. El periódico recalcó como las líneas telefónicas entre Nueva Orleans y el Puerto Eads -en la desembocadura del Mississippi, en Luisiana- dejaron misteriosamente de funcionar, sin que hubiera la oportunidad de impedir que el Hornet remontara las aguas del río y tomara rumbo hacia el Golfo de Honduras.

De Repollos y Reyes

“En la constitución de esta pequeña y marítima república bananera había una sección olvidada”. Aquella frase, incluida en la serie de cuentos publicados en 1904 por el escritor norteamericano O. Henry, acuñó el término de “república bananera”, con el que se describió a los gobiernos serviles predispuestos a permitir la explotación agrícola basada en el sistema de plantación de monocultivos a gran escala.

Siete años después de la impresión de los cuentos de O. Henry, Honduras se consagró como la república bananera “modelo”, siendo Sam Zemurray el padre de la actual República bananera hondureña, y artífice no sólo de la invasión a Honduras sino también del cruento golpe de estado de 1954 en contra del gobierno legítimo de Guatemala regido por Jacobo Arbenz. El presidente guatemalteco Arbenz había expropiado parte de las tierras ociosas de la United Fruit Company, empresa de la que Zemurray se había apoderado en una especie de golpe a los accionistas en el año 1933, momento en que logró pasar a regir la junta de directores de dicha compañía.

Uno de los mayores beneficios que logró Zemurray fue haber obtenido la abolición del impuesto al banano, además de adquirir concesiones de tierra que engrosaron las que ya poseía en la cuenca del río Cuyamel. El mercenario Lee Christmas se convirtió en jefe de las fuerzas armadas del General Bonilla, convirtiéndose en el primer estadounidense en ocupar dicho cargo en Honduras.

Las plantaciones de palma africana irrigadas con sangre

Durante el mandato del General Manuel Bonilla se entregó buena parte de la costa norte de Honduras a la Cuyamel Fruit Company - compañía propiedad de Sam Zemurray. Esta empresa fue luego comprada por la empresa estadounidense United Fruit Company, la cual a su vez se fusionó con la empresa AMK para formar la United Brands Company. Para 1929, la United Brands Company importó semillas de palma africana de diferentes líneas genéticas a Honduras, las que fueron plantadas en el Jardín Botánico Lancetilla, ubicado en la ciudad de Tela. Posteriormente, en 1938, se dio inicio a la primer plantación en la hacienda Birichicheen, el Progreso, y en 1943 se inició la plantación de San Alejo, la cual existe hasta la fecha.

Durante la dictadura militar de López Arellano a inicios de los años 1970, las plantaciones de palma cobran una importancia vital para la denominada reforma agraria. Las cooperativas campesinas se establecen en el valle del Aguán y prosperan hasta que con la contra-reforma agraria instaurada en la década de los 1990, en la administración de Rafael Callejas, son presionadas muchas de ellas a vender sus plantaciones a precios irrisorios. Es en ese momento cuando el empresario Miguel Facusse - quien era conocido como el “palmero de la muerte”- se apropia de buena parte del Valle del Aguán.

Después del golpe de estado de 2009, grupos campesinos comenzaron un proceso de recuperación de las plantaciones usurpadas por Facusse, situación que ha conllevado a una guerra de baja intensidad, con un saldo de más de un centenar de campesinas y campesinos asesinados en los últimos siete años.

Las “Ciudades Modelo” y el neocolonialismo del siglo XXI

En 2011, la administración de Porfirio Lobo, surgida de las elecciones ilegítimas efectuadas meses después del golpe de estado del 2009, aprobó las reformas constitucionales que abrieron paso a las “ciudades modelo”.

Las llamadas “ciudades modelo” tuvieron como ideólogo al economista estadounidense Paul Romer, quien intentó implementarlas en Madagascar. Sin embargo, un golpe de estado en respuesta a la pretensión de entregar más de cien mil hectáreas de tierra de la isla a la empresa coreana DAEWOO, subsidiaria de la transnacional POSCO, para la siembra de palma africana, truncó sus planes.

Tras el fiasco en Madagacar, Romer vendió su idea de las “ciudades modelo” a la administración de Lobo en Honduras. Las “ciudades modelos” a diferencia de las más de 3000 “zonas especiales de desarrollo” (ZED) existentes en el planeta, tienen como aliciente la tercerización de la aplicación de la justicia y la seguridad, pudiendo resultar en estados cuasi independientes y por tanto impunes ante las leyes nacionales.

Para octubre de 2012, la Ley de Regiones Especiales para el Desarrollo, marco jurídico de las “ciudades modelo”, fue declarado inconstitucional, dando lugar al golpe del poder legislativo al judicial, exacerbando de esta forma las consecuencias del golpe de estado que se había llevado a cabo en 2009. El Congreso nacional reintrodujo meses después las “ciudades modelo” bajo el nombre de Zonas Especiales para el Desarrollo (ZEDE), las que fueron de nuevo aprobadas de forma instantánea.

Las “ciudades modelo” han sido promovidas en el extranjero por el circuito de los libertarios de derecha. Atraídos por la posible tercerización de la justicia para así poder proceder a una especie de tabula rasa legal, dichas ciudades servirían como aliciente en la exploración de “plantaciones del futuro”, donde se implementará la producción de biotecnológica , medicina, paraísos fiscales, entre otros.

A todo esto, el territorio de las comunidades Garífunas ha sido incluido como posible paraje para la construcción de los emporios de riqueza en el mar de pobreza en que sobrevivimos en Honduras. Mientras tanto, Honduras continúa siendo la república bananera que describió O. Henry a inicios del siglo XX y el modelo de plantación de monocultivos impuesto por Zemurray retorna bajo la receta futurista de Paul Romer, en la cual la población local no es más que mano de obra desechable para el beneficio de empresas transnacionales y las islas flotantes – ciudades creadas en los océanos libres de la gobernanza estatal - promovida por Peter Thiel y sus anarco capitalistas.

Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH
http://www.ofraneh.org/