El negocio se viste de verde
La humanidad transita viejos caminos con ropajes nuevos. El actual modelo civilizatorio, que se presenta como hegemónico pero en realidad corresponde a una minoría del planeta, lo está arrastrando hacia sus límites, enfrentándolo a múltiples crisis.
En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992, los gobiernos del mundo reconocieron que el planeta atravesaba una severa crisis ambiental. A partir del famoso informe Brundtland surgió el concepto del “Desarrollo Sustenable”, un tipo de desarrollo según el cual sería posible mantener y aumentar el crecimiento sin poner en riesgo las futuras generaciones. A partir de ese momento se adoptaron una serie de Convenciones sobre Biodiversidad, Desertificación y Cambio Climático que supuestamente estaban dirigidas a frenar la crisis ambiental.
Parecía que el futuro de la humanidad tenía una chance. Sin embargo no se abordó la raíz del problema: el sistema capitalista y su lógica de crecimiento sin fin. Los intereses creados fueron más fuertes y en lugar del cambio necesario la respuesta fue abrazar e impulsar animosamente salidas neoliberales que han significado la mercantilización de la naturaleza.
Ahora, 20 años después, rumbo a otra Cumbre en Río, la crisis ambiental se ha profundizado y el “Desarrollo Sustentable” lleva el rótulo de “Economía Verde”. Incorporada en 2008 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la “Economía Verde” plantea cambiar a combustibles renovables pero continuar con el mismo sistema productivo, comercial, financiero y de consumo, que ha demostrado largamente ser insustentable.
Sin duda que la propuesta beneficia a las principales economías capitalistas que, sumidas en graves crisis financieras y económicas, encuentran en la “economía verde” una salida para que sus empresas puedan nuevamente acumular capital y obtener más ganancias a partir de actividades productivas y también especulativas. Se trata de redireccionar las inversiones hacia la naturaleza – que se transforma en ´capital natural´– además de invertir en nuevas tecnologías supuestamente limpias -como el uso de la biomasa- y en el ´mercado de emisiones de carbono´.
En ese marco el concepto de pago por servicios ambientales está en el centro de la tormenta. “La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad” (TEEB por su sigla en inglés), una propuesta del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha sido instrumental para asignarle valor económico a la biodiversidad – un obstáculo importante para los impulsores del comercio de la naturaleza.
En esa perspectiva, los “servicios ambientales” y su “comercialización” se tornaron un elemento central de la “Economía Verde”. El resultado será, según Silvia Ribeiro del grupo ETC que monitorea e investiga este proceso, una “mayor mercantilización y privatización de la naturaleza y de los ecosistemas, integrando sus funciones (definidas como ‘servicios') a los mercados financieros” (ver Boletín 175 del WRM).
Los mercados de carbono entran en esta lógica perversa. Si bien su origen es anterior a la difusión actual del concepto de “Economía Verde”, son una muestra de cómo se pretende mercantilizar y por lo tanto privatizar el aire, el agua, los bosques, la diversidad.
Comercio de ilusiones
El Protocolo de Kyoto aceptó los mercados de carbono reglamentados dentro de la figura de Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Así, las empresas que ahorren emisiones las podrán vender, convertidas en bonos, a otras empresas a las que les convenga más ampararse en esos papeles y seguir contaminando.
Los mercados de carbono forman parte del proceso denominado “financierización” de la naturaleza, en el que las finanzas fueron predominando sobre lo productivo, alentadas por su progresiva desregulación, y los mercados de capitales – con la emisión de bonos o acciones – pasaron a ser las principales fuentes de inversión.
Más de US $ 100 mil millones de dólares anuales se mueven actualmente en las especulaciones del mercado de carbono, con numerosos fondos de inversión y destacados actores financieros que invierten ahora en el mercado de los permisos de carbono: Deutsche Bank, Morgan Stanley, Barclays Capital, Rabobank, BNP Paribas Fortis, Sumitomo, Kommunalkredit, y Cantor Fitzgerald.(1)
Hasta 2010, gran parte del crecimiento del volumen del comercio de carbono ocurrió en el mercado de carbono secundario, es decir donde la negociación se realiza entre operadores financieros. Lo que comienza en el mercado primario como un supuesto proyecto de reducción de emisiones en un país del Sur- que se venderían en forma de certificados a un comprador del Norte -, termina siendo una actividad totalmente financiera, sin ningún beneficio adicional para el clima y para las comunidades que dependen de los bosques, que supuestamente – como anuncia la propaganda – se verían beneficiadas con los dineros que recibirían por no usar sus bosques.
Se ha creado un complejo sistema financiero basado en la falacia de establecer una equivalencia entre el carbono fósil liberado del subsuelo en el que estuvo almacenado de manera permanente durante millones de años, y el carbono de la biósfera almacenado temporalmente en los vegetales. El carbono fósil liberado, extraído y quemado, no puede ser almacenado otra vez en forma segura bajo tierra porque los sistemas biológicos y geológicos no darían abasto.
En realidad no hay otra solución que dejar bajo suelo la mayor parte del carbón mineral, el petróleo y el gas aún inexplotados. Pero hay muchos y poderosos intereses que se resisten y entonces la creatividad se aplica a inventar nuevas formas de hacer más negocios con la naturaleza y evitar el cambio necesario.
El mercado, que se expande hasta ámbitos impensables, como en este caso la contaminación, no resuelve el cambio climático, por el contrario, lo agrava, ya que distrae de la necesidad de introducir un cambio estructural hacia un sistema que no dependa del consumo de combustibles fósiles. Agrava también la desigualdad y permite que los países que deben su crecimiento no solamente a la explotación de otros pueblos sino también a la contaminación que lanzaron a la atmósfera, no cumplan con su responsabilidad histórica.
Los bosques se cotizan en la bolsa
Ahora los bosques tropicales están en auge, y lamentablemente no por una preocupación genuina de conservarlos sino como base de retorcidos negociados.
La propuesta de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) es un mecanismo introducido en el Protocolo de Kioto en 2010 en el marco de las negociaciones sobre el cambio climático realizadas en la Cumbre de Cancún. A partir de otorgar un valor monetario al carbono almacenado en los bosques con el argumento de que es un incentivo para que a los países del Sur les resulte más rentable conservarlos que cortarlos, REDD propone que las emisiones supuestamente “reducidas” –por haber evitado la deforestación – se comercialicen en los mercados de carbono.
Además de que las propuestas REDD implican costosos y nada confiables sistemas de monitoreo del flujo de carbono, han llevado a que la voraz búsqueda de biomasa y créditos de carbono apunte a los pueblos de los bosques, buscando seducirlos o de lo contrario someterlos a coerción.
Un artículo publicado por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) en la revista América Latina en Movimiento, refiere cómo “pueblos indígenas o comunidades, por lo general numéricamente pequeños, con poca o ninguna experiencia en tratar con el mundo de la modernidad occidental, muchos con una tenue o nula tenencia legal de sus tierras y territorios, enfrentarán crecientes presiones para negociar, directa o indirectamente, con poderosos actores internacionales, los derechos sobre sus territorios y recursos... Evidentemente las comunidades tendrán aún menos condiciones de negociar con conocimiento adecuado de la complejidad del proceso internacional y desentrañar sus implicaciones. No son pocos los casos de comunidades que se han acogido a seductoras promesas –verdaderas o falsas-, sin medir las consecuencias para su medio de sustento; o de dirigentes que ceden a la tentación de recursos rápidos, a veces con corrupción de por medio. También hay comunidades con poca fuerza de negociación que han sido marginadas de sus tierras, o han aceptado condiciones irrisorias. Los términos de negociación son, entonces, extremadamente desiguales, y cuando las comunidades se resisten, a menudo sus integrantes se arriesgan a ser expulsados, acorralados, o incluso eliminados físicamente. La historia de la conquista se repite bajo nuevas modalidades”.
En un país como Indonesia, mientras las concesiones de petróleo y minería continúan y se expanden, y las plantaciones de palma aceitera ahora cubren 11 millones de hectáreas sin miras de detenerse, hay más de 40 proyectos REDD y un altisonante discurso gubernamental sobre la importancia de “salvar los bosques”. La organización WALHI/Amigos de la Tierra Indonesia se ha pronunciado categóricamente contra los mercados de carbono y contra REDD. En una entrevista realizada por REDD-Monitor a Teguh Surya , director de campaña de WALHI, éste expresó que “si uno quiere salvar sus pulmones debe dejar de fumar. El gobierno dice que salvaremos los bosques de Kalimantan, que son ‘los pulmones del mundo'. Pero sólo el 45%, porque seguirán destruyendo el 55% restante. Uno no puede cuidar sus pulmones si sigue siendo adicto al cigarrillo. Es imposible.”(2)
No obstante, los créditos REDD aún no han sido aceptados por el Régimen de Comercio de Licencias de Emisión de la Unión Europea (EU ETS), que actualmente maneja el 97% del mercado de carbono existente. Deben negociarse, entonces, en un mercado voluntario, que no es regulado – hasta ahora sirve básicamente para “maquillar” la imagen de las empresas – y es mucho menor que el mercado oficial de Kyoto, que aún está en la etapa de preparación de REDD.
A pesar de eso, los actores que tienen un fuerte interés en que REDD se implemente continúan haciendo todo tipo de esfuerzos y comprometiendo cuantiosos recursos en proyectos cuya concreción se presenta incierta por la experiencia de promesas incumplidas, los condicionamientos que acompañan los financiamientos y las actuales crisis financieras, como señala un reciente informe de diversas organizaciones sociales(3).
Haciendo visible la dimensión de género
Los bosques, además, no son meros receptáculos de carbono. Principalmente brindan medios de vida, subsistencia e ingresos a más de 1.600 millones de personas en el mundo, como registra el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Son los sectores campesinos e indígenas quienes más dependen de los bosques, y dentro de ellos la mayor parte son mujeres cuya supervivencia depende de los suministros que encuentran en los bosques.
Y entran a tallar los roles, derechos y responsabilidades construidos socialmente y que se asignan a hombres y mujeres así como a la relación entre ambos sexos, dando lugar al género. En la división de roles se ha asignado a las mujeres la tarea de cuidar el hogar y hacerse cargo de la salud y educación de sus familias. Durante siglos las mujeres rurales han sido responsables de las tareas domésticas; de cuidar y alimentar a sus familias; de cultivar, intercambiar semillas y comercializar los productos del huerto familiar, ocupando en general un lugar socialmente invisible.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), citados en un artículo de Esther Vivas, integrante del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universidad catalana Pompeu Fabra (4), en numerosos países africanos las mujeres representan el 70% de la mano de obra en el campo, son responsables de proporcionar el 90% del agua de uso doméstico y son responsables de entre el 60 y el 80% de la producción de alimentos consumidos y vendidos por la familia. Se hacen cargo del 100% del procesamiento de alimentos, del 80% de las actividades de almacenamiento y transporte de alimentos y del 90% del trabajo destinado a preparar la tierra antes de plantar.
Otros datos brindados por la agencia Inter Press Service y recogidos en un artículo de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID)(5) revelan que “las mujeres recolectan leña en los bosques y acarrean agua desde ríos y lagos para consumo doméstico. Mantienen a sus familias y comunidades con los productos de la tierra. Aun así, en la mayoría de países africanos, sus derechos legales a poseer propiedades no están asegurados. Sólo el 1 por ciento de las mujeres en Tanzania tiene títulos de tierra legales. En Zimbabue, aunque hasta el 20 por ciento de las mujeres tiene títulos de tierra, a pesar de esta cifra relativamente alta ellas ‘raras veces se benefician' de su tierra”.
El artículo comenta cómo la expansión de monocultivos para la fabricación de agrocombustible, uno de los motores del acaparamiento de tierras, ha provocado en Ghana que “los medios de vida tradicionales de muchas mujeres que dependían de sus cultivos de cacao y palma de aceite están siendo erosionados a consecuencia de los acaparamientos de tierra. Viudas etíopes que ya han sido despojadas de sus derechos a la propiedad de la tierra y tienen que cultivar ‘tierras marginales' han quedado ahora más desposeídas debido a los acaparamientos de tierra porque estas tierras ‘marginales' están siendo acaparadas para cultivar biocombustibles”.
En muchos casos de cambios en el uso del suelo – que ha provocado la destrucción de bosques y otros ecosistemas para dar paso a monocultivos– la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado ha significado una doble carga de trabajo para ellas, quienes continúan cuidando a sus familias y al mismo tiempo trabajan para obtener un ingreso, muchas veces en trabajos precarios, ganando sueldos más bajos que los hombres por el mismo trabajo lo que en ocasiones las lleva a trabajar más horas para aumentar su ingreso.
En el caso del uso de los bosques, el conocimiento que tienen las comunidades locales de los árboles y los productos no maderables del bosque es complejo y tiene sus raíces en la tradición, pero también tanto ese conocimiento como el uso de los bosques tienen un sesgo de género que conlleva una distribución asimétrica del acceso al poder y de su distribución entre hombres y mujeres, como lo reconoce el programa REDD de las Naciones Unidas en un reciente informe 6). Es rescatable la reflexión que hace el informe de que el uso del término “comunidad”, como unidades homogéneas, estáticas, armoniosas y “sin género” en las que la gente comparte intereses y necesidades comunes, oculta relaciones de poder y enmascara los intereses y necesidades basados en, por ejemplo, la edad, la clase, la casta, el grupo étnico y el género. El informe invita a cuestionar las diferencias de género, es decir, lo que significa ser hombre o mujer en determinado contexto, y hace referencia a estadísticas – tanto de la agricultura como del uso de los bosques – que revelan que las mujeres trabajan más horas que los hombres, con frecuencia en actividades vinculadas a la subsistencia y al cuidado de la familia. Esto se traduce en menos tiempo libre para asistir y participar en otras actividades que puedan contribuir a su formación e información.
Más aún, también hay dimensiones de género en los derechos a la tierra y el acceso a la misma, mediadas por prácticas consuetudinarias y construcciones jurídicas. Esta desigualdad es crucial en la medida que la tierra es un bien vital para la producción de alimentos.
A pesar de su papel clave en la subsistencia, las mujeres pueden llegar a resultar más afectadas por situaciones de crisis alimentaria, como se desprende de datos de la FAO que afirman que en 2008, cuando el aumento de los precios de los alimentos, en algunos países los hogares a cargo de mujeres resultaron más vulnerables que los de los hombres porque destinaban una mayor proporción del ingreso familiar a la adquisición de alimentos y porque tenían menores posibilidades de responder al problema aumentando su producción de alimentos.(7)
Según investigaciones de Fraser, A., citadas por Esther Vivas en el artículo antes mencionado, numerosas mujeres no tienen garantizado el acceso a la tierra como un derecho: en varios países las leyes prohíben ese derecho y en otros en que existe, hay tradiciones y prácticas que impiden a las mujeres tener el derecho de propiedad sobre la tierra, por lo que no controlan su venta ni cómo se transmite a los hijos. La organización de la India Karnataka State Farmers Association, de La Vía Campesina, señala en el referido artículo que las mujeres campesinas no tienen prácticamente derechos y se consideran un “agregado” de los hombres. “Las mujeres rurales son las más intocables de los intocables dentro del sistema social de castas.”
Lo mismo ocurre en África con respecto al acceso a la tierra, donde la mujer no tiene derecho a heredar y en los casos en que queda viuda termina perdiendo la tierra y otros bienes. Sin embargo, las mujeres africanas luchan y se organizan para enfrentar el reciente avance de los acaparamientos de tierra y exigen que se aseguren sus derechos a poseer propiedades y a los recursos naturales. Y es así que Kenia adoptó recientemente una política nacional de tierras que establece los derechos de las mujeres a poseer tierra y Tanzania tiene una ley que exige la participación de las mujeres en los órganos locales para administración de la tierra. Por otra parte, en 2009, la Unión Africana adoptó el Marco y Directrices sobre la Política de Tierras en África, que insta a los Estados a asegurar el acceso equitativo a la tierra y reconoce el rol de la colonización respecto a afianzar el patriarcado en las leyes de propiedad de la tierra al “conferir derechos de título y herencia a los hombres de la familia” y permitir la discriminación de las mujeres en cuestiones de derecho personal (matrimonio y herencia), como revela el artículo de AWID antes mencionado.
El agronegocio, que ha encontrado una nueva vía en el contexto de la economía verde, ha implicado la desarticulación de economías familiares, mercados locales y usos sustentables del suelo. La producción mecanizada en gran escala dando lugar a los monocultivos, y la pérdida de los bosques han provocado la pérdida de soberanía de numerosas comunidades locales. El vínculo de las mujeres con el bosque, su rol de proveedoras, su relevancia en la comunidad se ven violentamente alterados y no como producto de un proceso de cambio buscado y consciente sino como resultado de una ruptura brusca y externa. Las “soluciones” mercantiles de apropiación de la tierra, el agua y el aire afectan doblemente a las mujeres en situación de falta de derechos y mayor vulnerabilidad.
Las mujeres: avasalladas que no callan
Dentro de los formatos de “servicios ambientales” prontos para vender en el mercado de carbono, las propuestas REDD y su versión ampliada REDD+ han irrumpido con fuerza y tratando de hacer buena letra buscan contemplar la situación de las mujeres esfrzándose por de incluir la dimensión de género en su formulación, como lo plantea el programa REDD de las Naciones Unidas, en el documento citado anteriormente. REDD se presenta, entonces, como un hecho consumado, en el que es necesario participar para mejorarlo. Y si tiene representación de género, el aval será mucho mayor…
Los procesos de privatización de bienes otrora comunes para las comunidades – tierra, agua, bosque – conducen en muchos casos a una intensificación de la migración, que golpea a la mujer en su responsabilidad histórica de hacerse cargo de la familia. Una migración caracterizada como un proceso de “urbanización desconectada de la industrialización” (ver artículo de Esther Vivas) empuja a las ex mujeres rurales a las ciudades, que las engullen en sus áreas marginales, donde sobreviven de la economía informal. Las mujeres son un componente esencial de esas corrientes nacionales e internacionales migratorias que implican el desmantelamiento y abandono de familias, tierras, formas de producción y vida.
El incierto y seguramente exiguo pago por el “servicio ambiental” que brinda el bosque es un incentivo perverso en situaciones de comunidades ya acorraladas por la destrucción provocada por el agronegocio que avanza. Subrepticiamente, esta forma de comercialización de la vida conspira contra el vínculo sagrado que ha unido ancestralmente sobre todo a los pueblos indígenas con la naturaleza, en una cosmología que históricamente los convirtió en custodios de los bosques. Detrás de REDD lo que queda es la pérdida del acceso a los bosques y su uso por las comunidades y Pueblos Indígenas. Y, por la función de la mujer rural e indígena, esto la afectará de manera especial, como hemos comentado.
Por eso se agitan otras voces: el derecho a decir ¡no a REDD! Justamente fue durante la COP 16, que incorporó el mecanismo REDD, que numerosas mujeres, junto a organizaciones de distintas partes del mundo, reafirmaron la importancia de salvaguardar los derechos de las mujeres y por ello mismo se pronunciaron contra las iniciativas REDD. Los argumentos de ese pronunciamiento - que contribuimos a divulgar en su momento (verhttp://www.wrm.org.uy/temas/mujeres/Posicion_mujeres_REDD.html )- continúan vigentes.
Por su lado, en el Día Internacional de la Mujer, la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) se pronunció en su declaración contra “el nuevo saqueo y apropiación del capital sobre los recursos naturales” y en rechazo a “la cultura del consumo que va empobreciendo más las comunidades, generando dependencia y exterminando las producciones locales”. La MMM anunció: “seguimos marchando, resistiendo, y construyendo un mundo para nosotras, los otros, los pueblos, los seres vivientes y la naturaleza. Estas acciones continúan enfrentándose a los embates del paradigma mortal del capitalismo con sus falsas salidas a las crisis y de una ideología fundamentalista conservadora”. Y reiteró que: “seguiremos fortaleciéndonos desde nuestros cuerpos y territorios en resistencia y defensa de los mismos, profundizando nuestros sueños de transformaciones estructurales en nuestras vidas y ¡marchando hasta que todas seamos libres! Llamamos a la articulación de nuestros movimientos y a las alianzas con los otros movimientos, pues solo así construiremos un mundo en libertad”(8).
En Brasil, 1.150 mujeres del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ocuparon el 1º de marzo una plantación de eucaliptos de la empresa Suzano Papel Celulose (9), en el extremo sur de Bahía. La ocupación formó parte de las jornadas organizadas por la Vía Campesina Brasil en torno al día internacional de lucha de las mujeres. El objetivo fue denunciar el desempleo, la pobreza, la desigualdad social, la expulsión del campo que traen los monocultivos de eucalipto, que han usurpado tierras de zonas de bosque. Otras 2.000 mujeres marcharon por las calles de la ciudad Curitiba (10) rechazando el agronegocio, la violencia del capital y del patriarcado, la aprobación del Nuevo Código Forestal (que supone un avance del agronegocio, ver Boletín Nº 166 del WRM), y la economía verde impulsada por el gran capital.
Las mujeres van por más y, planteando una salida al agronegocio, levantan alto la bandera de la soberanía alimentaria.
El monopolio de un grupo de trasnacionales que cuenta con el apoyo de gobiernos e instituciones internacionales (Banco Mundial, FMI, etc.) que vehiculizan las políticas que les favorecen (de privatización, de apertura forzada a la economía global, los tratados de libre comercio) se ha apoderado del sistema de producción de alimentos para convertirlo en un negocio más.
Como señala la organización GRAIN, el problema no es la falta de alimentos sino la falta de acceso a los mismos. En 2008 la producción mundial de granos se había triplicado con respecto a la década de 1960, mientras que la población se había duplicado. Son las políticas productivas, comerciales y de precios las que condenan al hambre en medio de la abundancia.
Frente a esto, la soberanía alimentaria se torna un proceso de resistencia popular cuya conceptualización permite aglutinar a los movimientos sociales en torno a un acuerdo común de objetivos y acciones. La soberanía alimentaria pone su centro en la autonomía local, los mercados locales y la acción comunitaria e incorpora aspectos como la reforma agraria, el control territorial, la biodiversidad, la cooperación, la salud. Implica recuperar el derecho a elegir qué, cómo y dónde producir los alimentos. Y en ese sentido, como bien señala Vivas, es una perspectiva inherentemente feminista.
El poder seguirá buscando fórmulas y resquicios para perpetuarse pero también la resistencia seguirá encontrando voces, entre ellas las de un número cada vez mayor de mujeres.
Notas
1 - “Mercados de carbono. La neoliberalización del clima”, Larry Lohmann, 2012, Ediciones Abya-Yala/Universidad Politécnica Salesiana. Disponible enhttp://wrm.org.uy/temas/REDD/mercados_de_carbono.pdf
2- Entrevista con Teguh Surya, WALHI: “We are against REDD. We are against carbon trading,” Chris Lang, 9 de marzo de 2012, redd-monitor.org, http://www.redd-monitor.org/2012/03/09/interview-with-teguh-surya-walhi-we-are-against-redd-we-are-against-carbon-trading/
3- “O mercado de carbono não é a solução que promete ser para governos, florestas e populações do hemisfériosul”, publicado en febrero de 2012 por numerosas organizaciones sociales, http://www.fern.org/sites/fern.org/files/carbonleaflet_25nov.pdf
4- “Without women there is no food sovereignty”, Esther Vivas, 2012,http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article2473
5- “La Más Reciente Fiebre Por La Tierra En África: Repercusiones De Los Acaparamientos De Tierra Para Los Derechos De Las Mujeres”, AWID, 10/02/2012,http://awid.org/esl/Las-Noticias-y-Analisis/Notas-de-los-Viernes/La-mas-reciente-fiebre-por-la-tierra-en-Africa-Repercusiones-de-los-acaparamientos-de-tierra-para-los-derechos-de-las-mujeres
6- “The Business Case for Mainstreaming Gender in REDD+”, Diciembre 2011, Programa UN-REDD
7- “The Stateof Food and Agriculture - 2010-2011”, Women in Agriculture: Closing the gender gap for development; Women's work,http://www.fao.org/docrep/013/i2050e/i2050e02.pdf
8- Declaración de la Marcha Mundial de las Mujeres en el Día Internacional de las Mujeres, 2012, http://www.marchemondiale.org/news/mmfnewsitem.2012-03-05.8809414578/es
9- “Mulheres do MST ocupam fazendada empresa Suzano,no municipio de Alcobaça-Bahia”, MST, http://www.mst.org.br/Mulheres-camponesas-ocupam-fazenda-da-Suzano-Papel-e-Celulose-no-sul-da-Bahia
10- “Marcha reúne 2 mil mulheres do campo e cidade em Curitiba por Código Florestal”, Camilla Pinheiro y Pedro Carrano, http://www.mst.org.br/node/13026