En marzo de 2007, se ha lanzado un llamado nacional e internacional ante el inminente desmonte y la destrucción total por parte de una empresa denominada UMBU S.A., de 24.000 has. (240 Km²) de monte virgen e intocado, en el corazón de la zona denominada “Amotocodie”, Norte del Chaco Paraguayo. Amotocodie es parte del territorio ancestral del Pueblo Indígena Ayoreo, y sigue siendo habitado de manera permanente por dos grupos ayoreo aislados. Son grupos que nunca han tenido contacto con la sociedad moderna y que viven su vida tradicional en estrecha relación de interdependencia y apoyo mutuo con la naturaleza y el monte.
Vale recordar que el Norte del Chaco Paraguayo se encuentra en su casi totalidad en manos de propietarios privados a los que la legalidad y la práctica del mundo moderno les reconoce el derecho de alterar o destruir la selva chaqueña prácticamente sin restricción ni control. El proyecto de desmonte de la mencionada empresa, que es ejemplar y representativo de muchos otros actualmente en ejecución o preparación en la zona, se superpone sin consideración alguna – como si no existieran – a las características, particularidades y contornos de la sensible naturaleza del monte chaqueño, y en este caso, a uno de los dos mayores sistemas de cauces fluviales del Norte del Chaco, interrumpiéndolo. De igual manera se superpone a aquella otra legalidad, nacional e internacionalmente reconocida y vigente: la que reconoce la titularidad indígena de este territorio como la originaria y preexistente a la de los estados modernos. Amotocodie es territorio indígena. Solo que la sociedad envolvente, nacional e internacional, opta por no tomar en consideración los derechos territoriales indígenas. Si lo hiciera, territorios amplios de monte chaqueño en Paraguay – en estos momentos aún quedan intactos y vírgenes unos 10 millones de hectáreas – podrían tener una chance de sobrevivir nuestro presente depredador y podrían tener futuro. Los Ayoreo se distancian con vehemencia del uso derrochador y destructivo que el hombre blanco hace del territorio ayoreo. “Nosotros lo cuidaríamos mejor. Sabemos cuidarlo”.
La embestida de los desmontes para ganadería se acrecentó en los últimos años como consecuencia de la apertura de mercados internacionales para la carne vacuna paraguaya. Adicionalmente, en los últimos meses, la presión generada por la calamitosa expansión sojera y de cultivos destinados a agrocombustibles en la Región Oriental del Paraguay desplaza los intereses expansivos de los ganaderos a la Región Occidental, el Chaco, donde “aún hay monte disponible”.
El llamado nacional e internacional en contra del proyecto de desmonte de UMBU S.A. motivó que numerosas personas, personalidades, redes y entidades sobre todo extranjeras dirigieran cartas a la autoridades paraguayas, pidiendo la inmediata suspensión de los permisos de desmonte correspondientes, y la adopción de medidas enérgicas y contundentes para asegurar la protección de la zona y la integridad y los derechos de los grupos indígenas aislados que la habitan. La presión internacional no tuvo sin embargo efecto: desde el mes de agosto, UMBU está desmontando a un ritmo acelerado. A dos meses del comienzo del atropello de las topadoras, ya quedan devastadas y aniquiladas 3.000 hectáreas – 30 Km².
Estas 3.000 has. aniquiladas eran monte que previamente jamás había sido alterado – y mucho menos transformado violentamente - por actividades humanas. El cauce que las atravesaba traía abundante agua en la época de lluvias, agua que no solo daba vida a la misma zona sino a una cuenca fluvial amplia que se extiende desde el Oeste de Amotocodie hasta el Pantanal Paraguayo en zonas cercanas al Río Paraguay en el Este. El desmonte dejó cortado dicho cauce, hasta ahora en una extensión de más de 5 Km. de largo. Con este corte, el cauce queda interrumpido y deja de cumplir su función de arteria vital de todo un ecosistema y está condenado a secarse, y con él, amplias zonas regadas por el mismo. La violenta intervención del cauce deja también sin base de vida a una numerosa población de aves acuáticas de gran variedad que frecuentaban la zona y anidaban en los bosques de galería en ambas orillas del cauce.
Pero antes que nada, con estas 3.000 has. los desmontes llegan a tocar el mero corazón de uno de los territorios grupales más preciados del Pueblo Ayoreo: el de Chunguperedatei – una región que se extiende monte adentro en ambas márgenes, a lo largo del mencionado cauce, y que contiene unas legendarias lagunas que nunca se secan, aún en tiempo de las peores sequías. Desde tiempos inmemoriales, varios grupos locales ayoreo pasan en ese territorio tiempos prolongados, cuando interrumpen su constante andar nomádico para hacer las plantaciones de verano en la tierra arenosa fértil de los sedimentos fluviales en ambas orillas del cauce. Los 5 Km. de cauce cortados anulan numerosos amotoco – los pequeños claros naturales que sirven para estas plantaciones – y anulan unos 5 conocidos simijnai, aguadas con peces, y ojos de agua que en las época secas pueden ser vitales para la sobrevivencia.
Una tierra así anulada, ya vacía, queda “apagada” como dicen aquellos Ayoreo que ya con anterioridad han sido despojados de territorios de monte similares y hoy viven precariamente en los márgenes de la sociedad moderna. Con las 3.000 has. ya desmontadas en estos momentos se apagan parte de los lugares de vida de toda una población no solo de antes, sino de ahora, con los caminos que marcan las rutas migratorias, las zonas de cacería de tortugas o chanchos, y las de recolección de miel y de la fibra caraguatá con la cual las mujeres tejen sus sueños y visiones de la vida convirtiéndolos en bolsas. Se apagan numerosas chozas en el monte donde acampar y buscar cobijo, y los lugares que marcan las vidas y dicen la historia de generaciones: desaparece el árbol donde Orojoide* – antiguo líder de un grupo del monte contactado a la fuerza en 1986 – volvió a encontrar veinte años más tarde la marca que él mismo había hecho con su hacha cuando aún vivía en el monte, antes del contacto. Se apagan las referencias vivas y materiales de la vida e historia de todo un pueblo.
Con el apagamiento, se quiebra una vez más la delicada e irreparable unidad formada entre los humanos y el mundo – nosotros lo llamamos naturaleza. Era – o es - una unidad vital para ambas partes.
Mientras se escribe este texto – 12 de octubre - , los grupos aislados deben haberse retraído a espacios más al Oeste o más al Sur que aún siguen con vida e intactos. Una mirada del mapa satelital de Amotocodie muestra sin embargo que son varios los desmontes en curso, y aún quedando un centro compacto de monte intacto, deben quedar ya pocos sitios en los que los Ayoreo del monte no escuchan el ruido lejano de las topadoras que trabajan día y noche. Aún determinan su andar, pero de manera cada vez más condicionada. La sociedad moderna les come de a poco su autodeterminación.
Desde “afuera”, desde nuestro mundo de la sociedad envolvente luchan la UNAP (Unión de Nativos Ayoreo del Paraguay) y la OPIT (Organización de grupo local Ayoreo Totobiegosode) incansablemente por la protección, la recuperación y el reconocimiento legal de los territorios que ya son de ellos porque siempre lo fueron. Y tratan de dar fuerza a sus hermanos invisibles, que hacen el mismo trabajo “desde adentro”: evitar que el monte se apague.
* nombre cambiado por el autor
Por Benno Glauser, correo electrónico: bennoglauser@gmail.com, www.iniciativa-amotocodie.org