Hace 30 años, en el Congreso Forestal Mundial de la FAO realizado en México en junio de 1985, se adoptó el Plan de acción forestal en los trópicos (PAFT), como un nuevo marco internacional de acción en el sector de los bosques (1). En noviembre del mismo año, representantes de organismos donantes bilaterales y multilaterales, con el apoyo de algunas organizaciones no gubernamentales internacionales, también aceptaron el PAFT (más tarde rebautizado como el Programa de acción forestal en los trópicos) como el marco de sus acciones bilaterales y multilaterales y la financiación relacionada con los bosques tropicales.
El camino para adoptar el PAFT fue allanado por proyectos piloto y demostrativos en programas nacionales y de inversión, llevados a cabo con el apoyo del Banco Mundial. A lo largo de 10 años, más de un centenar de países se embarcaron en procesos PAFT, dirigidos por la FAO y en colaboración con el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI). Los ministerios de los países del Sur global elaboraron planes nacionales sobre la “gestión sostenible de los bosques”, estrategias de inversión y listas de acciones a realizar para hacer frente a la crisis de la deforestación. Todas esas acciones estaban relacionadas con las cinco áreas que el PAFT había identificado como “críticas” - y las cinco, a su vez, estaban relacionadas con promover un enfoque neoliberal en las instituciones del Estado así como hacer un uso segregado de la tierra con por un lado, las intensivas industrias forestales y agrícolas y sus industrias derivadas para la exportación y procesamiento y, por el otro, la conservación estricta de los bosques tropicales en áreas protegidas que privaban a las comunidades locales del acceso al bosque. (2) Mientras que la crisis de los bosques continuó y la deforestación aumentó drásticamente, en 1995 la mayoría de las iniciativas PAFT colapsaron - aunque las comunidades del bosque siguieron sufriendo durante mucho tiempo más los impactos negativos de varias de las acciones promovidas.
Treinta años más tarde, el financiamiento del Banco Mundial y de la FAO (así como de sus socios del PAFT, el PNUD y el WRI, y algunos donantes de países industrializados), está nuevamente impulsando iniciativas piloto y demostrativas, así como políticas nacionales y planes de inversión en un gran número de países con bosques tropicales en el Sur global. Una vez más, el objetivo declarado es hacer frente a la crisis de la deforestación. El objetivo de “desarrollo” del PAFT ha sido sustituido por el objetivo de las iniciativas promovidas por el Banco Mundial y la FAO de enfrentar ahora la crisis climática mediante la reducción de las emisiones causadas cuando se destruyen los bosques. Y una vez más, las iniciativas para abordar la crisis de los bosques y del clima - esta vez bajo el paraguas de REDD (Reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y la degradación de los bosques), REDD a escala del paisaje y la Agricultura climáticamente inteligente - están destinadas al fracaso porque, al igual que con el PAFT, el análisis de las causas es erróneo (3). Hace 30 años el PAFT, y ahora REDD y la Agricultura climáticamente inteligente, erróneamente identifican a la agricultura campesina de pequeña escala como el problema y a la industria forestal y la agroindustria como la solución.
Los números reemplazan al debate político
Así como hace 30 años el PAFT promovió y pagó programas forestales nacionales como instrumentos de política que podrían ayudar a resolver el problema, esta vez el Banco Mundial, la FAO y donantes bilaterales presionan para que los bosques y los paisajes agrícolas puedan tener cabida en los balances de los contadores. Desde 2005 se disparó la financiación para los inventarios de carbono forestal (la contabilidad de la cantidad de carbono almacenado en los árboles y los suelos en una determinada zona), la cartografía de carbono forestal (para mostrar dónde están los bosques con gran cantidad de carbono almacenado en los árboles, utilizando en gran medida tecnologías satelitales), los planes de evaluación y los planes de inversión en materia de carbono forestal a partir de pagos de carbono experimentales “basados en los resultados” (pagos que dependen de los resultados de un proyecto de carbono específico relacionado con la reducción de emisiones). Y la FAO, el Banco Mundial y los mismos donantes bilaterales que hace 30 años financiaron la mayoría de las actividades PAFT ahora financian estas evaluaciones, actividades de mapeo y metodologías para contabilizar de carbono.
En los debates sobre REDD y la Agricultura climáticamente inteligente, las evaluaciones y el mapeo de carbono suelen presentarse como ejercicios técnicos, cuando en realidad son fundamentalmente políticos. Esos ejercicios contables y de mapeo son elementos esenciales para construir la historia de dónde está el problema y proponer soluciones a la crisis de los bosques y el clima. Los ejercicios contables como parte de los proyectos piloto de REDD que se centran en el cambio de la agricultura migratoria hacia prácticas agrícolas más sedentarias y proyectos piloto de la Agricultura climáticamente inteligente que ponen énfasis en la necesidad de aumentar los rendimientos de la agricultura campesina, producen “números objetivos” que luego ayudan a presentar la falsa imagen de que el problema es la agricultura campesina y la agricultura migratoria de los pueblos del bosque (4).
Otro ejemplo de cómo se utiliza la contabilidad del carbono para armar una interpretación particular del problema y marginar otras es la página web de la FAO sobre la “Agricultura climáticamente inteligente para el desarrollo” (5). La página enumera cinco iniciativas que o bien se centran en evaluar el carbono en los bosques y la agricultura o lo incluyen como un componente principal. El Programa de Mitigación del Cambio Climático en la Agricultura (MICCA) incluye en sus áreas de trabajo el monitoreo y evaluación de las emisiones de gases de efecto invernadero; el potencial de mitigación en la agricultura; y los proyectos piloto que ponen a la Agricultura climáticamente inteligente en práctica. (6) El Programa REDD de la ONU (7), dirigido por la FAO, el PNUD y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas y que colabora con el MICCA, abre su página web [en inglés] con los títulos “Medición, Reporte y Verificación”. Además, dos programas apoyados por la Unión Europea, la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI) y el Programa MICCA, tratan de seguir avanzando en la contabilidad del carbono: la Herramienta balance del carbono Ex-ante (EX-ACT) es un sistema de contabilidad elaborado por la FAO que se basa en el uso de la tierra y hace estimaciones de los cambios del almacenamiento de carbono en los bosques y las tierras agrícolas; y el Programa de economía e innovaciones políticas para una agricultura climáticamente inteligente (EPIC), que tiene como “objetivo principal” el “apoyar a países en desarrollo y en transición en la formulación de propuestas de inversión agrícola, con vistas a mejorar la resiliencia al cambio climático y promover la Agricultura climáticamente inteligente”. (8) Muchos nombres para más o menos lo mismo: ¡hacer que los bosques encajen en un sistema de contabilidad del carbono!
Ni una palabra en las cinco páginas de introducción a estas iniciativas sobre el hecho de que la agricultura industrial - el modelo agrícola promovido sutilmente a través de estas iniciativas - es el principal motor de la deforestación y responsable de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector agrícola y forestal. En cambio, las imágenes y cifras “objetivas” derivadas de las cuentas de carbono se utilizan y seguirán utilizándose para reforzar el mito de que la agricultura campesina y la agricultura migratoria son las principales causas de la deforestación.
El folleto “Historias de éxito de la FAO sobre la Agricultura climáticamente inteligente” es otro ejemplo del rol que cumple la FAO al presentar a la deforestación de tal manera que la agricultura campesina y la agricultura migratoria quedan como las culpables de la pérdida de bosques, y promoviendo la agricultura industrial y los monocultivos como soluciones. La publicación incluye 11 ejemplos de agricultura climáticamente inteligente, todos de países del Sur global (China, Tanzania, Perú, Malawi, Vietnam, Zambia, India, Nigeria, Nicaragua, etc.).
La agroecología también brilla por su ausencia en la lista, mientras que varios ejemplos están vinculados a la financiación a través de los mercados de carbono. Estos incluyen los proyectos piloto de Malawi o Zambia, países que registran algunos de los más bajos niveles de emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. No obstante, la propuesta “climáticamente inteligente” de la FAO es financiar proyectos destinados a adaptarse a una crisis climática global causada por el uso excesivo de combustibles fósiles en los países industrializados, a través de un mercado de carbono que se basa en que países como Malawi y Zambia reduzcan sus ya bajas emisiones de gases de efecto invernadero para que así los países industrializados puedan seguir quemando petróleo, carbón y gas.
“Convertir nuestros campos de cultivo agrícola en sumideros de carbono — cuyos derechos pueden venderse en el mercado de carbono — únicamente nos alejará aún más de lo que para nosotros es la solución real: la soberanía alimentaria. ¡El carbono de nuestras tierras de cultivo no se vende!”, expresó la organización campesina internacional La Vía Campesina, cuando gobiernos y grupos de presión empresariales se reunieron en 2013 en Varsovia, Polonia, para la conferencia anual de la ONU sobre el cambio climático. Señalaron lo que la FAO y el Banco Mundial evitan decir cuando hablan del “problema de la deforestación”: que si bien la agricultura contribuye de manera importante al cambio climático y la pérdida de bosques, no todos quienes cultivan comparten la misma responsabilidad por las emisiones o la destrucción de los bosques. Es el sistema alimentario industrial - con su uso intensivo de insumos químicos, la erosión del suelo y la deforestación que acompaña a la agricultura de monocultivo, y el énfasis en la producción para los mercados de exportación - la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero y deforestación, no la agricultura migratoria ni la agricultura campesina (ver boletín 204 del WRM). Por el contrario, la agricultura campesina y la agroecología, con un enfoque en la soberanía alimentaria, ya están demostrando que es posible cultivar alimentos para “alimentar al mundo”, y hacerlo produciendo muchas menos emisiones que el modelo industrial de producción agrícola de cultivos para mercados de exportación.
Así como el PAFT no hizo nada para detener las causas de la deforestación, resulta cada vez más evidente que REDD y la Agricultura climáticamente inteligente no están diseñados para hacer frente a las causas fundamentales de la pérdida de bosques o el cambio climático. Más bien ayudarán a preparar el terreno para que la agricultura industrial y la producción de alimentos para exportación se expandan aún más, mientras que los países industrializados obtendrán créditos de carbono que les permiten continuar con la combustión de petróleo, carbón y gas, y al mismo tiempo pretender que están reduciendo emisiones. En 2015 será importante hacer visible esta construcción teórica que culpa a la agricultura campesina y promueve la agricultura y los mercados industriales de carbono como (falsas) soluciones, ya que la FAO, el Banco Mundial y sus socios estarán muy activos tratando de que REDD y la Agricultura climáticamente inteligente sean incluidos en los mercados de carbono en el próximo acuerdo internacional sobre el clima que se espera será adoptado en la conferencia climática de la ONU que se celebrará en París, Francia, en diciembre de 2015.
Jutta Kill, jutta@wrm.org.uy
Secretariado Internacional del Movimiento Mundial por los bosques tropicales (WRM)
(1) Committee on Forest Development in the Tropics Tropical Forestry Action Plan. Food and Agriculture Organization of the United Nations. Rome, 1985.
http://www.ciesin.columbia.edu/docs/002-162/002-162.html
(2) http://www.fao.org/docrep/r7750e/r7750e06.htm
(3) Ver artículos del WRM: “La nueva movida de REDD: de bosques a paisajes. Más de lo mismo, pero más grande y con mayores riesgos”, http://wrm.org.uy/es/libros-e-informes/la-nueva-movida-de-redd-de-bosques-a-paisajes-mas-de-lo-mismo-pero-mas-grande-y-con-mayores-riesgos-2/; y “Carbono Azul” y “REDD Azul”: transformando los territorios marinocosteros en mercadería, http://wrm.org.uy/es/libros-e-informes/carbono-azul-y-redd-azul-transformando-los-territorios-marinocosteros-en-mercaderia/
(4) Ver “REDD: una colección de conflictos, contradicciones y mentiras”, WRM, http://wrm.org.uy/es/libros-e-informes/redd-una-coleccion-de-conflictos-contradicciones-y-mentiras/
(5) http://www.fao.org/climatechange/climatesmart/es/
(6) http://www.fao.org/climatechange/micca/es/
(7) UN-REDD stands for “United Nations Collaborative Programme on Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation in Developing Countries”
(8) http://www.fao.org/climatechange/epic/es/