La deuda externa constituye una pesada carga para los países del Sur, especialmente para los más pobres y para los sectores más pobres en cada uno de ellos. Los gobiernos implementan programas de ajuste estructural en sus economías, promovidos por el FMI y el Banco Mundial, a efectos de asegurar el puntual pago del servicio de la deuda, lo cual desvía fondos que podrían haberse destinado a satisfacer las necesidades básicas de su población, tales como alimentación, educación, vivienda y salud.
Sin embargo actualmente son muchos que se preguntan: ¿quién le debe a quién? Los países del Norte han basado históricamente su prosperidad en la explotación de los territorios, los recursos y la población del Sur, y en la invasión y ocupación de los territorios indígenas en todo el mundo. Un grupo de geógrafos alemanes ha acertadamente denominado esto como "la economía del robo". La apropiación de la atmósfera por parte de los países del Norte para utilizarla como basurero de dióxido de carbono no es sino un capítulo más de esta larga historia de injusticias. Si bien la atmósfera es un bien común de la humanidad y cada ser humano sobre la Tierra tiene el mismo derecho a utilizarla, las diferencias son hoy en día enormes. En base a una distribución per capita, los EE.UU. actualmente utilizan 20 veces más de los que les correspondería y el Reino Unido seis veces. Pero al mismo tiempo Bangladesh --uno de los países más vulnerables al incremento del nivel del mar y otras alteraciones del clima-- está diez veces por debajo de su cuota parte, Sudán 15 veces, Tanzania 22 veces y así sucesivamente.
Según la organización Christian Aid, "la economía humana está emitiendo aproximadamente 7.000 millones de toneladas métricas de carbono al año (1996) y se requieren reducciones del orden de al menos un 60% para lograr un equilibrio en el volumen de carbono atmosférico, que estaría en unos 2.800 millones. Si pensamos que en los países desarrollados (OCDE) vive alrededor del 20% de la población mundial, su cuota parte sustentable debería ser del orden de 560 millones de toneladas. Sin embargo, éstos son hoy en día responsables de alrededor del 50% de las emisiones de carbono, vale decir 3.500 millones de toneladas métricas, de manera que su déficit es de aproximadamente 2.940 millones de toneladas" ('Who owes who? Climate change, debt, equity and survival', 1999).
Resulta claro que los países industrializados han abusado grandemente de su cuota parte de emisiones de carbono, generando una Deuda del Carbono, que es mucho mayor que la deuda convencional de los países pobres altamente endeudados.
Si los gobiernos del Sur estuvieran realmente interesados --como deberían-- en defender los intereses de sus pueblos, deberían cambiar la actual discusión orientada al mercado prevaleciente en las negociaciones del proceso de Cambio Climático. La prioridad debería estar en los temas de la justicia y los derechos ecológicos a nivel global. Tan sólo después podría apelarse a instrumentos económicos para negociar en términos concretos. En lugar de subirse alegremente al carro de ganar algún dinero a partir de falsas "soluciones" --tales como las plantaciones forestales como sumideros de carbono-- los gobiernos de los países del Sur deberían exigir colectivamente el pago de la Deuda del Carbono generada por el Norte. La justicia debería ser el punto de partida de la negociación.