Quito, ciudad en el medio de un cinturón de fuego

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Desde que la vegetación nativa que rodeaba Quito fue destruida para dar paso a plantaciones de eucalipto y pino, los incendios forestales que la ciudad confronta año a año se vienen intensificando.

Ecuador, país latinoamericano ubicado en la mitad del mundo, se prepara cada verano (estación seca) para afrontar la posibilidad de que surjan incendios forestales. Durante la estación seca (de junio/julio a agosto/setiembre), varias provincias del país han visto desaparecer por el fuego miles de hectáreas de vegetación nativa, tanto de bosque como de páramo. Generalmente los incendios involucran plantaciones de árboles de eucalipto o pino, las que facilitan e intensifican el fuego.

La incidencia del fuego depende de varios factores, tales como el cambio climático, la duración de la estación seca, la severidad de la misma y, según las autoridades que no analizan el problema en toda su coyuntura, también depende del estado de ánimo de los pirómanos - aquellas personas que se sienten atraídas por generar y propagar el fuego.

Sin embrago, para poder analizar más a profundidad los factores que inciden en los incendios forestales en Ecuador, es también necesario analizar el papel de los monocultivos de árboles exóticos. El reemplazo de la vegetación nativa por plantaciones de monocultivo tiene consecuencias devastadoras sobre la diversidad de especies, las fuentes de agua, los suelos, así como sobre la interacción de las poblaciones locales con sus espacios de vida. Los monocultivos por tanto alteran significativamente los regímenes de fuego conocidos, utilizados y manejados por los pobladores.

En Ecuador la situación es grave. Según el Ministerio del Ambiente, hay 163 mil hectáreas cubiertas con monocultivos de árboles y hay un fuerte impulso para expandirlos, especialmente con especies de pino, eucalipto, teca y balsa. Existe un presupuesto muy grande para lograr esta expansión, que pretende llegar a las 500 mil hectáreas aproximadamente. Estos incentivos favorecen sobre todo a los grandes empresarios y en desmedro de los agricultores, los bosques y el agua.

El eucalipto consume agua en exceso. Cada árbol de eucalipto en edad adulta absorbe en promedio 20 litros de agua por día. Estos árboles además inhiben el crecimiento de otras especies de plantas que podrían actuar como barreras naturales ante el fuego reteniendo humedad. Por otro lado, las hojas de eucalipto no se descomponen fácilmente, sino que se mantienen secas en el suelo, proveyendo de alimento al fuego. Lo mismo sucede con su corteza y ramas. Y los aceites esenciales propios del eucalipto (y del pino), que les da su olor característico, son en sí mismos sustancias muy inflamables.

Los eucaliptos son conocidos como árboles “amantes del fuego”, porque sobreviven a los incendios forestales, vuelven a reverdecer y aprovechan la desaparición de las otras plantas que pudieron haberles hecho competencia de luz y agua para crecer con más fuerza.

Los eucaliptos que rodean Quito

En el caso de la capital, Quito, la vegetación nativa fue erradicada para darle paso a los árboles de eucalipto, creando lo que se conoce como el “cinturón verde” de la ciudad. A pesar de estar conformado casi totalmente por plantaciones muy viejas de eucaliptos, se ha llegado a considerar erróneamente a este “cinturón” como bosques. Esto se debe a que el gobierno del Ecuador utiliza la definición de la FAO sobre bosques, la cual permite que plantaciones de monocultivo de especies exóticas sean consideradas como “bosques plantados”.

En consecuencia, las plantaciones viejas no han sido taladas ni han obtenido el tratamiento adecuado para evitar que se incendien cada verano. Este “cinturón verde” está constituido en su mayoría por casi 8 mil hectáreas de plantaciones de eucaliptos (1), que predominan en las laderas del Pichincha, en Píntag, Nono, Conocoto, Alangasí, Amaguaña, La Merced, Pifo, Calacalí, El Quinche y Yaruquí.

El gran problema con las plantaciones que rodean a Quito, es que su incidencia en los incendios forestales aumenta conforme pasa el tiempo. Son muy diferentes los impactos que se provocan en 20 años, que en 30 o 40 años, pues al transcurrir el tiempo los impactos ambientales se ven magnificados. Las plantaciones abandonadas se asilvestran, es decir, los árboles, ya sea por rizomas o por semillas, empiezan a reproducirse por si mismos, y las zanjas cortafuegos son ocupadas por los nuevos arbolillos. La densidad del monocultivo aumenta por tanto, con lo cual se acumula más cantidad de hojarasca disponible para propagar el fuego. Los árboles altos y delgados, debido a la densidad de la plantación en la que deben de competir por luz solar, se prenden y propagan el fuego con rapidez y facilidad.

La flora y la fauna se ve gravemente afectada por los incendios forestales que rodean a Quito. Su restauración, en caso sea posible, podría tomar mucho tiempo. Además, un incendio forestal desencadena otros impactos como la emisión de gases y humo con contenido de ozono, dióxido de carbono, monóxido de carbono, hidrocarburos policíclicos aromáticos, dióxido de azufre, material particulado, y otros, que causan impactos graves en la calidad de aire y daños en la salud de la población expuesta.

Los incendios son entonces también un problema de impacto social, que involucra la integridad física, psicológica y económica de quienes se vieron afectados. A su paso deja un gran número de personas asfixiadas y bienes destruidos; lo cual provoca un desbalance económico inmediato en las personas damnificadas, que generalmente están ubicadas en las zonas mas empobrecidas y vulnerables de la ciudad.

Un cambio radical

Si a lo expuesto anteriormente se le añaden las variaciones climáticas extremas derivadas del cambio climático, es obvia la necesidad apremiante de hacer cambios radicales para la restauración de bosques. Esto supone analizar las causas subyacentes de los incendios. En condiciones de intensa sequía y altas temperaturas, los bosques nativos, debido a su estratificación natural en cuatro niveles (subsuelo, herbáceo, arbustivo, arbóreo) retienen mayor humedad en su interior, propagando menos el fuego que los monocultivos de especies exóticas, que solo tienen un nivel y gran cantidad de material orgánico seco a ras del suelo. Esto fue admitido por el ex alcalde de Quito en 2017, luego de los incendios ocurridos en ese año. Pero al parecer, cada verano se parte de cero.

Algunos incendios forestales son consecuencia de acciones humanas: pirómanos, quema de basura, fogatas mal apagadas, pueden ser incluso acciones de muy mala fe que deben ser investigadas a fondo. Pero están también las políticas públicas antiguas y recientes que crean las condiciones para estos eventos, como es el hecho de sustituir bosques nativos por plantaciones forestales, o priorizar la reforestación con árboles exóticos pensando sólo en réditos de corto plazo.

En consecuencia, se debe declarar una prohibición a la expansión de monocultivos de árboles exóticos. Para lograr este objetivo es necesario cambiar radicalmente la Matriz productiva del Ministerio de Agricultura, el Programa de Incentivos para la Reforestación con Fines Comerciales y el programa del Ministerio del Ambiente llamado “Deforestación 0”, el cual considera que una hectárea de bosque talado puede ser sustituido o reemplazado por una hectárea de monocultivo de arboles exóticos. Esto, según su lógica, daría por resultado una “deforestación 0”.

Es esencial un replanteamiento de la gestión forestal, modificando paulatinamente las masas repobladas con pinos y eucaliptos hacia formaciones autóctonas. Dar prioridad a la restauración de ecosistemas nativos propios de cada zona. Esto debe realizarse en minga (2), con la participación de las personas y comunidades cercanas a los lugares afectados.

Diferentes voces ciudadanas exigen que la crisis ecológica y social que vivimos sea tratada con medidas integrales. Estas pueden incluir, monitoreos comunitarios para la prevención de incendios, una adecuada gestión de cuencas y quebradas, capacitación en prevención de incendios forestales en las zonas vulnerables, políticas urbanas destinadas a aumentar la porosidad de los suelos en las ciudades, campañas en áreas urbanas y rurales para reducir los desechos, como la propuesta “Basura Cero”. (3) Todo esto como parte de una política integral del Estado para prevenir incendios forestales y otros desastres.

Nathalia Bonilla, foresta [at] accionecologica.org | Acción Ecológica

(1) http://revistas.usfq.edu.ec/index.php/avances/article/view/134/136

(2) La palabra “minga” viene del idioma indígena quechua y hace referencia al trabajo colectivo que se realiza para el beneficio de toda la comunidad.

(3) Jornadas sobre “Basura Cero”: http://www.accionecologica.org/component/content/article/2213-basura