Las plantaciones de monocultivos de árboles a gran escala han sido impuestas en todo el mundo, eliminando otros ecosistemas, cambiando los patrones hídricos, erosionando el suelo, generando pobreza. En el marco de un proyecto de la ONG sudafricana Geasphere para examinar esos impactos sobre los medios de sustento y la cultura de la población rural de la provincia de Mpumalanga, Godfrey Silaule trasmite una imagen vívida de los efectos de esa distorsión sobre la población de la comunidad Graskop:
“En primer lugar quisiera expresar mis condolencias a la familia de Ma-Nyathi, a quien entrevisté en mi primera visita a la región; desgraciadamente no pude registrar su relato completo, pero sí recuerdo claramente sus palabras cuando afirmó que si la región no se hubiera convertido en una plantación maderera, ella hubiera seguido aprovechando las propiedades de las medicinas naturales y los emantuli (frutos tradicionales), que aportan vigor, y que se eliminaron para abrir paso a las plantaciones. Su corazón estaba visiblemente acongojado por todos los cambios ocurridos hasta el momento. Habló apasionadamente del pasado como si estuviera reviviéndolo. Contó sobre el desalojo forzado de su familia para dejar espacio a los árboles de eucalipto y pino, y sobre cómo sus hermanos y su esposo lucharon para sobrevivir con los bajos ingresos que obtenían del trabajo en esa industria.
Como si supiera que sus días estaban contados, habló de su visita al cementerio de su pueblo, en la zona de la que fueron desplazados cuando ella aún era joven, y sobre los cambios provocados por las plantaciones. Los ríos y laderas están ahora secos a ojos vistas, y los humedales desaparecieron. Estaba visiblemente conmovida al relatar que donde una vez estuviera el huerto de su padre, ahora solo hay grava poco profunda luego de que la capa superficial del suelo y los nutrientes fueran arrastrados por la lluvia. Esto resulta obviamente insignificante si se lo compara con lo que los accionistas consideran ganancias producto de grandes esfuerzos, pero la gente como Ma-Nyathi y como yo se pregunta qué ocurrirá si esta situación persiste durante los próximos veinte años: ¿podrán nuestros hijos y nuestros nietos decir que la fruta que están comiendo es un producto real de los nutrientes del suelo?
Su hija, que me dio la bienvenida y me dio la triste noticia de su muerte, me contó cómo su madre le había pedido que la enterrara entre las tumbas de sus ancestros, ya que quería tener la calma del bosque y los cantos eternos de los pájaros que escuchó cuando visitó por última vez el lugar conmigo. Luego me dijo que su madre, que en un tiempo fue pastora, le había contado una vez que la gente sobrevivía sin dinero gracias a todos los frutos que daba nuestro bosque tradicional. Insistió en que su madre no tenía el poder para hacer sentir su descontento con los monocultivos pero que esperaba que yo pudiera denunciarlos con la fuerza necesaria, especialmente ante el gobierno y los productores de monocultivos a gran escala que depredan constantemente nuestro suelo fértil en nombre de la maximización de las ganancias. Que su espíritu descanse en paz”.
Por Godfrey Silaule, enviado por Geasphere, correo electrónico: wac@geasphere.co.za, www.geasphere.co.za