¿Pueden las personas coexistir con los bosques? Esta pregunta recurrente volverá a estar en el tapete si la controvertida ley de bosques comunitarios llega al Parlamento para la votación final. Pero el caso es que se está planteando la pregunta equivocada. Si realmente queremos proteger los bosques que quedan, aquéllos que han sobrevivido a una serie de saqueos estatales, la pregunta que hay que hacerse es diferente: ¿Pueden nuestros bosques sobrevivir al mal manejo y la explotación estatales si no permitimos la participación de la gente y la supervisión pública?
Porque ese es el espíritu de la versión original del proyecto de ley popular. No importa lo que digan los opositores, sus argumentos se reducen a su creencia de que los aldeanos, en especial los habitantes de las regiones montañosas, destruyen los bosques. Y que bajo control estatal los bosques estarán en buenas manos.
Lamentablemente, este mito también está enraizado en la clase media urbana, que gracias al lavado de cerebro de la educación más convencional y los medios de comunicación masivos, echa la culpa de la deforestación a los pueblos de las montañas y a quienes sin ser originarios se instalaron en los bosques hace muchos años.
¿Pero quiénes son en realidad los malos?
En un período de apenas 40 años, los bosques de Tailandia, que una vez cubrieron la mitad del país, se han reducido a apenas un 20%. Esto no debería sorprendernos.
Aunque el madereo comercial se prohibió en 1989, el madereo ilegal apoyado por uniformados permaneció constante. Entre tanto, la política de los sucesivos gobiernos de expandir los cultivos comerciales para la exportación ha provocado la eliminación del bosque. Lo mismo puede decirse de la política militar contrainsurgente de destruir los cuarteles de la guerrilla construyendo carreteras y asentamientos humanos en los bosques. Muchos bosques son también víctimas de grandes represas, plantaciones comerciales de árboles y la invasión de grandes especuladores inmobiliarios.
Para encubrir su fracaso, las autoridades forestales inflaron las cifras de la cobertura forestal aumentando el número de parques nacionales y refugios de la vida silvestre al tiempo que prohibían las actividades humanas en esos lugares.
El hecho es que todos los bosques están habitados desde hace mucho tiempo, tanto por los pobladores nativos de los bosques como por asentados más recientes que al principio llegaron con el apoyo del Estado. Pero la Ley de Parques Nacionales de 1962 ha convertido desde entonces a más de un millón de familias pobres en infractores y los ha sometido a las miserias del desalojo.
Mientras tanto las autoridades forestales siguen haciendo la vista gorda al madereo ilegal y a la invasión de los bosques por parte de personas influyentes, al tiempo que arriendan por sumas irrisorias valiosos bosques a inversores en plantaciones comerciales de árboles.
Hace exactamente 25 años, Ban Huay Kaew, en [la provincia de] Chiang Mai, se convirtió en la primera aldea en luchar por los derechos comunitarios para proteger sus bosques de la usurpación de los inversores. Pronto esta lucha creció hasta convertirse en un movimiento nacional que exige el reconocimiento y el apoyo del Estado a la participación de las comunidades locales en la conservación de los bosques y los derechos a su uso sustentable. Esta exigencia de derechos comunitarios para co-administrar sus recursos naturales está avalada en la Constitución de 1997, por lo que se trata de un derecho constitucional. De ahí el proyecto popular de ley sobre bosques comunitarios.
Pero el gobierno de Thaksin quiere seguir teniendo el poder de desalojar a su antojo a las personas que viven en los bosques. A la versión original popular se agregó una nueva frase para dar a las autoridades el poder exclusivo de demarcar zonas especiales de bosques de donde hay que desalojar a los habitantes.
Nótese, sin embargo, que el gobierno de Thaksin tiene planes de construir más represas en los bosques y también abrir más parques nacionales, más que nada para la industria del turismo y para levantar la prohibición del turismo en los refugios para la vida silvestre. También hay planes en marcha para construir carreteras en Thung Yai, que es Patrimonio de la Humanidad. La fuerte resistencia a estos planes surge principalmente de los grupos de los bosques comunitarios. Se comprende el motivo por el que las autoridades quieren echarlos.
El mes pasado Somyong Oongaew, del bosque comunitario de Nam Nao, Petchabun, pasó a engrosar la larga lista de luchadores por los bosques abatidos por interponerse en el camino de los ricos y poderosos.
Mientras sigamos haciendo de los pobres los chivos expiatorios de la deforestación, la lucha de las comunidades locales para proteger los bosques que son sus hogares seguirá siendo una batalla cuesta arriba. Es probable que, al igual que Somyong, muchos otros luchadores por los bosques pierdan la vida, gracias a la pregunta equivocada, que lleva a la respuesta equivocada.
Por Sanitsuda Ekachai, Bangkok Post, correo-e: sanitsudae@bangkokpost.co.th, enviado por ECOTERRA Intl., correo-e: Mailhub@ecoterra.net, http://www.ecoterra.org.uk