Los gobiernos y las empresas transnacionales, respaldados por instituciones financieras multilaterales junto con los gobiernos de las islas del Pacífico, compiten para repartirse el océano, justificando su explotación bajo los discursos de la llamada Economía Azul sostenible y el Crecimiento Azul.
Abarcando aproximadamente 59 millones de millas cuadradas (más de 15 mil millones de hectáreas) y conteniendo más de la mitad del agua de la tierra, el Pacífico es, por lejos, la mayor de las cuencas oceánicas del mundo y es el hogar de los países de las Islas del Pacífico y de sus pueblos. (1) El océano, para los pueblos indígenas de las islas del Pacífico, incluye tanto la costa como el océano profundo. Para los pueblos del Pacífico, quienes tienen una relación espiritual con el océano, su industrialización reconfigura una vez más la forma en que ha sido definido el océano: desde la de sus antiguos gobernantes coloniales (vasto, remoto, inaccesible) a la de las transnacionales, empresas e instituciones financieras multilaterales (subdesarrollado y sub-explotado). Ambas definiciones deben ser resistidas.
Por siglos, los territorios oceánicos han sido un pilar de las actividades comerciales y económicas locales y una importante fuente de alimentos, energía y medios de vida y subsistencia. (2) La ONU calcula el valor económico de los “recursos” costeros y marinos en 3.000 millones de dólares. (3) La OCDE sugiere que la economía oceánica - que incluye la pesca industrial y costera, la acuicultura, el turismo y las energías renovables, así como las nuevas áreas que incluyen la minería en aguas profundas y los recursos genéticos - probablemente supere a la economía mundial en los próximos 15 años.
Además del valor económico, los océanos proporcionan el 50 por ciento del oxígeno atmosférico y absorben el 25 por ciento de las emisiones de CO2, lo que garantiza un planeta habitable. (4) Los océanos y las costas albergan una biodiversidad extraordinaria y ecosistemas únicos. Los arrecifes de coral costeros y los manglares alivian los impactos de las tormentas y protegen las playas. Los bosques costeros proporcionan hábitats, alimentos y medios de vida para numerosas comunidades de las islas del Pacífico.
Sin embargo, al menos el 40 por ciento de nuestros océanos ya está muy contaminado y muestra signos de mala salud. (5) En las últimas décadas, a medida que ha aumentado la comprensión científica, ha aumentado también la preocupación acerca de cómo gestionar y conservar las zonas más allá de las jurisdicciones nacionales. Los científicos admiten que tienen una escasa comprensión de las partes más profundas del océano; se sabe más sobre las superficies de la luna, Venus y Marte.
El concepto de Economía Azul, que surgió de la idea más amplia de una economía verde, anuncia una nueva carrera para repartirse el Pacífico, convirtiéndolo en un espacio concurrido e interrumpido. Se tienta a los dirigentes estatales del Pacífico con promesas de ganancias económicas que apenas si son una fracción del valor de los recursos oceánicos que se extraerán. Algunos gobiernos de las islas del Pacífico, sin el consentimiento de sus pueblos, han emitido licencias comerciales y de exploración en partes importantes de sus territorios para la extracción experimental de minerales en aguas profundas. (6) Estas exploraciones plantean serias amenazas para los océanos y los territorios costeros.
La percepción predominante, argumentada por numerosos pensadores y escritores del Pacífico (7), es que la pequeñez en términos del tamaño de la tierra ha implicado que los países insulares del Pacífico sean siempre vulnerables, carezcan de poder y, por ello, para su supervivencia a largo plazo dependan de las antiguas potencias coloniales, los estados industrializados o cualquier país con recursos técnicos y con nuevos y emergentes socios para el desarrollo. (8) Sin embargo, esa percepción engañosa no debería permitir la entrega, la destrucción o la cesión de nuestros territorios oceánicos a intereses foráneos.
Un relato de cautela sobre los minerales en aguas profundas y las “riquezas sin explotar” del océano
El agotamiento de los minerales terrestres, con los devastadores efectos asociados que ha tenido en los bosques y las comunidades, junto con una mayor demanda de tecnología e infraestructura “verde” (9), harán del océano la próxima frontera para la explotación de minerales tales como el cobre, litio, minerales de tierras raras, cobalto y nódulos de manganeso. La explotación de minerales en el fondo del mar, entre unos 400 y 6.000 metros de profundidad, se llevará a cabo en el Océano Pacífico, el Océano Índico y la Zona Clarion Clipperton. En total, la superficie cubierta por licencias para minería en aguas profundas es preocupante: más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados de fondo marino (alrededor de 130 millones de hectáreas).
En el Pacífico, la minería en aguas profundas se percibe como un inminente negocio, con países como las Islas Cook, Kiribati, Nauru, Papua Nueva Guinea (PNG) y Tonga, considerados como algunos de los pioneros. A pesar de la naturaleza experimental de la industria, la exploración ya ha comenzado dentro de las aguas territoriales de estos países. PNG emitió la primera licencia comercial del mundo en 2012, que comenzaría a explotarse en 2019. Sin embargo, debido a la falta de interés de los inversores en el proyecto Nautilus Mineral Solwara de PNG, debido a los enormes riesgos y costos asociados, la empresa minera se vio obligada a clausurar sus actividades después de ser eliminada de la Bolsa de Valores de Toronto.
La elaboración de una legislación modelo para los países de las islas del Pacífico, patrocinada por la Comisión de la Unión Europea, marcó la “buena disposición” del Pacífico. (10) Como era de esperar, una revisión de esta legislación modelo reveló que se centraba más en garantizar un régimen de licencias seguro y condiciones favorables para la industria que en asegurar la defensa de los pueblos del Pacífico y su ambiente (11).
La industria argumentó durante mucho tiempo que no existe vida en las profundidades del océano, pero ciertamente es todo lo contrario. Esta artimaña de presentar a la minería de aguas profundas con bajo riesgo social y ambiental, al tiempo de garantizar su alto rendimiento económico, ignora varias realidades cruciales. Por ejemplo, recién nos estamos enterando en base a la evidencia científica de los impactos que tendrá la minería en el fondo marino profundo y en sus aguas, mientras que las comunidades y los territorios costeros a menos de 30 km de algunos de estos sitios de extracción ya sienten sus primeros impactos. Así también, varios estudios han revelado que el valor económico de los minerales es de naturaleza altamente especulativa debido a las fluctuaciones de los precios.
Cada vez hay más pruebas de que la minería en aguas profundas representa una grave amenaza para el equilibrio vital de las diferentes funciones del planeta. La mayoría de los estudios también revelaron que habrá poca o cero recuperación de la biodiversidad después de agotar las reservas minerales. Más preocupante es que dada la escala industrial de estas operaciones (tanto en términos de tamaño e intensidad como de duración), los resultados serían devastadores y sus efectos se extenderían a grandes superficies más allá del fondo del océano.
En el Pacífico, las comunidades costeras de Nueva Irlanda y el este de Nueva Bretaña en PNG ya están experimentando los impactos negativos de la minería exploratoria y las perforaciones que se realizan a 30-50 kilómetros de sus comunidades. Los comuneros han informado de un aumento en la frecuencia de peces muertos arrastrados a la costa, incluso de varias criaturas de aguas profundas que están calientes al tacto, así como de aguas excesivamente polvorientas y turbias.
El papel de la resistencia de los pueblos del Pacífico
El profesor filósofo del Pacífico Epeli Hauófa, en su artículo Nuestro Mar de Islas (Our Sea of Islands), argumentó que no hay pueblos más adecuados en este planeta para ser guardianes de los océanos del mundo que quienes lo llaman su hogar: “Nuestro papel como custodios en la protección y el desarrollo de nuestros océanos no es una tarea pequeña; es ni más ni menos que una enorme contribución al bienestar de la humanidad, una causa noble y valiosa”.
Pero no es posible ignorar la ironía. En esta era de cambio climático, los pueblos del Pacífico, que son quienes menos contribuyeron a causarlo y se reconoce que ya están soportando una carga desproporcionada en términos de los efectos, ahora también enfrentan otro ataque de importancia equivalente, si no mayor.
Es necesario resistir la minería en aguas profundas. En 2011, un colectivo que incluyó a grupos feministas y comunitarios, organizaciones no gubernamentales regionales e iglesias (12), organizó investigaciones y análisis para comprender mejor las consecuencias de la explotación de minerales en aguas profundas para los pueblos del Pacífico y el océano.
En 2012 se recogieron 8.000 firmas para advertir a los dirigentes del Foro de las Islas del Pacífico sobre la minería en aguas profundas, mientras que en 2014 la iglesia luterana presentó al Gobierno de PNG una petición firmada que representa a más de un millón de sus miembros, acerca de su creciente preocupación por los impactos de esta industria.
En Vanuatu, el colectivo, trabajando en estrecha colaboración con el Consejo de Iglesias de Vanuatu y el Vanuatu Kaljoral Senta (centro cultural), persuadió al gobierno para que detuviera la emisión de nuevas licencias, después de que se supiera que se habían otorgado más de 140 licencias sin el conocimiento previo ni del parlamento ni mucho menos de los custodios del océano. A escala mundial, activistas de PNG y Fiji hicieron un llamamiento en Brasil, en la Cumbre Río+ 20 de 2012, y en Europa en 2014, para obtener apoyo para la prohibición de la minería en los fondos marinos. Fueron necesarios tres años de presión y de denuncia con asociados europeos hasta que en 2017 el Parlamento Europeo apoyara una moratoria de la minería en aguas profundas. Palau por su parte ha prohibido las actividades comerciales, incluidas la pesca y la minería.
Además, el Gobierno de Fiji anunció recientemente una moratoria de 10 años de las actividades de minería en aguas profundas en la reunión de Dirigentes del Foro de las Islas del Pacífico. La moratoria fue apoyada por los gobiernos de Papua Nueva Guinea y Vanuatu. Del mismo modo, el gobierno de Nueva Zelanda ha rechazado las solicitudes de minería en aguas profundas dentro de sus aguas territoriales, mientras que los gobiernos del Territorio del Norte de Australia y Chile tienen una prohibición contra la minería en los fondos marinos.
Gran parte del cambio hacia un criterio más cauteloso ha sido el resultado de la resistencia de las comunidades locales apoyadas por una amplia gama de actores sociales, entre ellos científicos, académicos y organizaciones de la sociedad civil.
Red del Pacífico sobre Globalización (Pacific Network on Globalisation - PANG), www.pang.org.fj
Un observatorio regional que promueve el derecho de los pueblos del Pacífico a la autodeterminación. PANG acompaña movimientos y propone en base a investigaciones y análisis sustanciales el promover una agenda de desarrollo desde los pueblos del Pacífico.
(1) Hay 26 países insulares del Pacífico, de los cuales 16 son estados soberanos, mientras que 8 todavía son territorios en disputa que incluyen territorios coloniales de Francia (Nueva Caledonia, Polinesia Francesa, Islas Wallis y Futuna), Indonesia (Papua Occidental) y EEUU (Guam, Hawai, CNMI, Samoa Americana). En total, estos países representan una población cercana a los 20 millones de personas.
(3) European Commission, Blue Growth
(4) IISD, High level ocean and climate conference bulletin
(5) UNDP, Life Beyond Water
(6) Casi todos los Países Insulares del Pacífico, con la excepción de Samoa y Palau, han emitido licencias de exploración a empresas transnacionales, mientras que Papua Nueva Guinea es el primer país del mundo que ha emitido una licencia comercial.
(7) Epeli Hauófa, Öur Sea of Islands, en A New Oceania: Rediscovering Our Sea of Islands, ed. Eric Waddell, Vijay Naidu and Epeli Hauófa (1993), 2—–17.
(8) http://fijisun.com.fj/2018/09/
(9) La organización Copper Alliance argumenta que cada teléfono móvil necesita 0,02 kg de cobre; en cuanto al cobalto, se estima que para 2025 Volkswagen necesitará al menos un tercio del suministro mundial actual para sus automóviles de eficiencia energética; los geólogos sugieren que si todos los autos europeos fueran eléctricos para 2040 (utilizando el Modelo 3 de Telsa), se necesitaría 28 veces más de cobalto de lo que se produce ahora.
(10) El proyecto SPC-EU Deep Sea Minerals tiene 15 países insulares del Pacífico: Islas Cook, Estados Federados de Micronesia, Fiji, Kiribati, Islas Marshall, Nauru, Niue, Palau, Papua Nueva Guinea, Samoa, Islas Salomón, Timor Oriental, Tonga, Tuvalu y Vanuatu. Ver el Proyecto SPC-EU DSM Deep Sea Minerals, Secretaría de la Comunidad del Pacífico
(11) Blue Ocean Law (2016): An Assessment of the SPC Regional Legislative and Regulatory Framework for Deep Sea Minerals Exploration and Exploitation. Guam.