Las plantaciones de palma aceitera se extienden actualmente sobre millones de hectáreas de tierras boscosas a lo largo y ancho de la región tropical. Aún más plantaciones están siendo implementadas o promovidas en casi todos aquellos países del Sur en los que suelos, agua y energía solar cumplen con los requerimientos de esta palma. Desde México a Brasil, desde Africa Occidental a Africa Oriental y desde Asia y el Sudeste Asiático hasta Oceanía, los gobiernos están siendo presionados para crear las condiciones para la expansión de este cultivo.
Esto resulta totalmente contradictorio con los compromisos asumidos por los gobiernos respecto de la conservación de los bosques tropicales. Está más que comprobado que la mayoría de las plantaciones de palma aceitera generan procesos de deforestación, resultando en impactos aún más graves que los inherentes al madereo industrial destructivo que todavía se aplica en la mayoría de esos países. Estas plantaciones son usualmente precedidas por la tala del bosque, con el objetivo de "limpiar" el terreno para hacer posible su establecimiento. La plantación luego impide la regeneración del bosque a través del uso intensivo de herbicidas. El bosque entonces desaparece totalmente en extensas áreas, con graves impactos sobre la flora, fauna, suelos y recursos hídricos locales. Y éste es normalmente el "mejor" escenario. En otros casos el bosque entero (y no solamente el área a ser plantada) es incendiado, tal como se comprobó en los grandes incendios ocurridos en Indonesia en 1997/98, que fueron originados por actividades de "limpieza" llevadas a cabo fundamentalmente por las empresas plantadoras.
Los impactos sociales de estas plantaciones resultan también evidentes, pero son simplemente ignorados. Las plantaciones no se implementan en áreas deshabitadas y para la población local el impacto más grave es la apropiación de su tierra por las empresas plantadoras. En la mayoría de los países tropicales, las comunidades locales no poseen títulos legales de propiedad sobre la tierra de la que son tradicionalmente propietarias. Las empresas plantadoras reciben concesiones o títulos de propiedad sobre esa tierra, así como apoyo gubernamental para reprimir cualquier tipo de resistencia por parte de las comunidades locales. Además, los impactos ambientales descritos en el párrafo anterior son también sociales, dado que la población local extrae una amplia gama de productos y servicios del bosque que desaparece como resultado de la plantación.
Desde el punto de vista macroeconómico, los gobiernos del Sur parecen no haber aprendido nada de pasadas experiencias con cultivos "milagrosos". La caída de los precios del café, cacao, bananas y muchos otros cultivos tienen una sencilla explicación: la amplia promoción de determinado cultivo en la mayor cantidad de países posible. El resultado es una sobreoferta y la competencia dentro y entre países para acceder al mercado. Quienes se ven luego forzados a cargar con las consecuencias son los productores y trabajadores locales (cuyos ingresos se vuelven crecientemente menores) o los contribuyentes locales en los casos en que la producción sea apoyada con subsidios por el gobierno. Pero el resultado final es muy positivo para las principales empresas procesadoras y comerciales, que pueden entonces acceder a materia prima abundante y barata, asegurándose así abultadas ganancias.
Al igual que con cualquier otro cultivo, el problema no es la palma en si, sino el modelo industrial en el que se la instala. Existen numerosos ejemplos (en particular en Africa), que muestran que esta palma puede ser cultivada y cosechada de una manera ambientalmente adecuada y que puede servir para satisfacer las necesidades de las poblaciones locales en forma sustentable y equitativa. Sin embargo, lo que en general se está promoviendo no es el modelo diversificado y de pequeña escala sino el modelo industrial. Aún peor, la industria de la palma aceitera apunta ahora a desarrollar palmas genéticamente modificadas, que no sólo aumentarán los problemas ya existentes sino que darán lugar a otros nuevos y desconocidos.
A pesar de la amenaza que la expansión de los monocultivos de palma significa para los bosques y para los pueblos que los habitan, las ONGs nacionales e internacionales parecen no estar (con escasas excepciones) suficientemente involucradas en este tema. Aspiramos entonces a que este boletín sirva para alentar a más ONGs a que se involucren en las muy necesarias actividades de investigación y campañas para apoyar a la gente local que lucha por defender sus derechos y bosques contra esta invasión plantadora.