Botnia está construyendo la fábrica de celulosa más controvertida del mundo en Fray Bentos, Uruguay. Lo hace con cientos de millones de dólares de los contribuyentes que les llegan a través del Banco Mundial, la agencia finlandesa de créditos para la exportación y el Banco Nórdico de Inversiones. Las ganancias producidas, junto con la celulosa, se exportarán.
El 16 de mayo de 2007 hubo una reunión en el Parlamento Europeo con el fin de discutir sobre la fábrica de celulosa de Botnia. Está reunión, que se tituló “Sustainable pulp production in Latin America or just pulp fiction?” (¿Producción sustentable de celulosa o Pulp Fiction en América Latina?), fue organizada por la Fundación Heinrich Böll y los Verdes/Alianza Libre Europea. Hubo presentaciones de ONG europeas y latinoamericanas, académicos, políticos y una representante de Botnia. La Corporación Financiera Internacional, que está financiando esta fábrica, fue invitada pero no concurrió a la reunión.
“Botnia siempre ha pedido el diálogo”, dijo Kaisu Annala, vicepresidenta de Medio Ambiente en Botnia. Según Annala, las ONGs se han negado a participar de todo diálogo. “Esperamos que luego de esta reunión pueda haber más diálogo, como estamos acostumbrados aquí en Europa”, declaró.
Su presentación consideró exclusivamente los supuestos beneficios de la fábrica de celulosa. La madera para la fábrica provendrá de plantaciones certificadas por el Consejo de Manejo Forestal (FSC). “Forestación sustentable”, dijo Annala. No mencionó los cursos de agua que se secaron por el excesivo consumo de agua del monocultivo de eucaliptos. No mencionó la gente del medio rural que se quedó sin agua en sus pozos.
La planta de celulosa generará empleos, dijo Annala. Pero evitó cuidadosamente mencionar cuántos de estos empleos son a tiempo completo y cuántos son zafrales. No hizo mención a los empleos perdidos cuando los criadores de vacunos y ovinos perdieron sus tierras de pastoreo frente a los monocultivos de eucaliptos. No mencionó los productores de melones y maní que ya no tienen agua suficiente para sus cultivos. Tampoco mencionó los empleos que se perderán en el sector turístico una vez que la fábrica empiece a oler a huevo podrido.
Las presentaciones siguientes sí consideraron los problemas causados por el proyecto celulósico. El profesor Marcelo Conti de la Universidad de Roma habló del fracaso de los estudios realizados en la fábrica de Botnia con relación a los riesgos. Conti dijo que la información no era adecuada y que el análisis era demasiado optimista.
“Los estudios producidos por la empresa y el Banco Mundial consideran la producción de celulosa y las plantaciones industriales de árboles que abastecen la fábrica como dos cosas separadas. No lo son”, dijo Mónica Vargas de Debtwatch.
Marcel Achkar de REDES (Amigos de la Tierra Uruguay) habló sobre los problemas creados por las plantaciones. Destruyen las praderas. Resultan en cursos de agua reducidos. Generan un impacto sobre el suelo. Achkar mostró diapositivas de las talas rasas cuando se cosechan las plantaciones. “¿Qué sentido tiene este uso de la tierra?”, preguntó. “Antes esta tierra era muy productiva y se cultivaban alimentos”.
“Lo que necesitamos es un plan de desarrollo limpio”, dijo en su presentación Paula Brufman de Greenpeace Argentina. Observó los patrones globales de demanda de celulosa y señaló que para satisfacer la demanda prevista de la industria se necesitarían dos fábricas del tamaño de Botnia por año.
Pekka Haavisto, parlamentario finlandés, habló de la necesidad de aplicar normas ambientales. “Como finlandeses debemos garantizar que las empresas europeas cumplan con las mejores tecnologías disponibles”, declaró. La idea de elaborar y aplicar normas fue rebatida momentos más tarde por Klemens Laschesfki, de la Universidad de Minas Gerais, Brasil. “Podemos aplicar normas y seguir adelante o podemos considerar asuntos de justicia ambiental”, dijo. Laschefski describió su trabajo con personas afectadas por proyectos similares al de la fábrica de celulosa de Botnia. Trabaja con el Movimiento de Campesinos Sin Tierra (MST), que cuestiona este entero modelo de desarrollo.
La pregunta que sirve de título a este artículo, “¿Por qué se están usando los dineros públicos de la UE?”, viene de Marcel Achkar, de Amigos de la Tierra Uruguay. Mi presentación contempló los cientos de millones de dólares que Botnia está recibiendo del gobierno de Finlandia y del Banco Mundial. La agencia de créditos para la exportación finlandesa Finnvera suministra un total de US$ 230 millones a Andritz Oy, una empresa finlandesa, como garantía de crédito al comprador. “Las operaciones de Finnvera contribuyen a aumentar el empleo y a desarrollar los negocios finlandeses”, explica el sitio de Finnvera en internet.
En diciembre de 2006 la UE recibió con agrado la decisión del Banco Mundial de apoyar la fábrica de celulosa de Botnia. “Aplaudo esta decisión”, dijo Peter Mandelson, comisionado europeo de Comercio. Y esa es la respuesta a la pregunta. El dinero público de la UE va para Botnia, porque beneficia a la industria europea.
Por Chris Lang, info@chrislang.org Mi presentación en la reunión de Bruselas está en: http://chrislang.org/2007/05/24/subsidies-and-the-botnia-pulp-mill/