El mes de setiembre ha sido ciertamente rico en eventos importantes, que contaron con la participación activa de actores sociales relevantes. La reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, México, fue sin duda la de mayor resonancia, tanto por la presencia de miles de personas y organizaciones de todo el mundo manifestándose en las calles contra la OMC, como por la actitud firme de algunos países del Sur frente a la prepotencia de ciertos gobiernos del Norte. El mundo ya no será el mismo después de Cancún.
Si bien a diferente nivel, otro evento importante de setiembre fue el Congreso Mundial de Parques, que tuvo lugar en Durban, Sudáfrica. Durante muchos años, el conservacionismo estrecho sirvió para despojar a los pobladores locales de sus bosques ancestrales con la excusa de la conservación. Sin embargo, un creciente movimiento de cambio está ahora permeando el pensamiento de la conservación, que comienza a identificar soluciones a partir del reconocimiento de los derechos y conocimientos de los pueblos indígenas y otras comunidades locales. Numerosos representantes indígenas, conjuntamente con sus aliados, se hicieron presentes en Durban, intentando fortalecer esa nueva concepción sobre la conservación.
Finalmente, el tercer evento internacional ocurrido en setiembre fue el Congreso Forestal Mundial, que se reunió en la ciudad de Québec, Canadá. También aquí se hicieron presentes numerosos representantes de la sociedad civil, buscando influenciar a la corriente predominante de la profesión forestal, cada vez más acorralada en una visión ya perimida acerca de los bosques y su manejo, pero que a la vez se muestra renuente a adaptarse a los nuevos tiempos.
Más allá de las diferencias entre los tres eventos brevemente mencionados, lo que interesa señalar es lo que tienen en común en lo referente a la participación de la sociedad civil: la defensa de los intereses de las comunidades locales a través de medidas que ya no se restringen al cabildeo (lobby) tradicional, sino que crecientemente se vuelcan a la calle o a eventos externos y paralelos, con el objetivo de generar espacios para posiciones con poca expresión a nivel de delegados oficiales aunque fuertemente sentidas a nivel de la opinión pública.
Mirando hacia delante, aspiramos que estos vientos de cambio también se hagan sentir en las negociaciones sobre el clima que tendrán lugar en Milán a principios de diciembre. Aspiramos a que el vergonzoso mercado de carbono en que se ha convertido la Convención sobre Cambio Climático sea barrido por el viento y sustituido por un ambiente apto para abordar las necesarias soluciones.
Aspiramos a que las altísimas temperaturas del último verano europeo sirvan al menos para que sus gobiernos tomen más seriamente en cuenta el tema del cambio climático. También aspiramos a que los extendidos incendios forestales que recorrieron Europa sirvan para mostrar el absurdo de pretender utilizar los árboles como "sumideros de carbono" para contrarrestar el calentamiento global. A través de la televisión, el mundo entero vio cómo bosques y plantaciones europeas emitían en horas a la atmósfera todo el carbono acumulado en su biomasa durante años. Si eso pasó en el Norte técnicamente avanzado, seguramente va a pasar en los países del Sur. Se está --literalmente-- jugando con fuego.
Pero quizá lo más destacable de lo que está pasando en el mundo es la creciente unión de todas las luchas contra un modelo que ya ha mostrado ser social y ambientalmente insustentable. Campesinos, indígenas, trabajadores, ambientalistas, movimientos sociales y de derechos humanos son sólo algunos de los actores de un mundo en el que se globaliza la fraternidad, la solidaridad y la dignidad humana. Los vientos de cambio soplan cada vez más fuerte.