Numerosos sistemas culturales están íntimamente interconectados con el bosque, sea por quienes viven dentro del bosque o en sus límites (incluso habitantes de ciudades e investigadores que estudian las culturas). Las culturas con base en el bosque han evolucionado dentro de ese entorno natural y su supervivencia requiere que ese ambiente se conserve.
Dentro de los vínculos culturales con el bosque figuran la subsistencia, la generación de ingresos, las plantas medicinales, los roles de género, los sistemas de conocimiento y simbólicos y los lazos espirituales. Fundamentalmente, este tipo de interconexión entre cultura y bosque crea elementos importantes para el significado de las vidas de las personas. Sin el bosque, esas personas pueden quedar indefensas. Cuando se destruye el bosque, los aspectos asociados de su cultura también quedan afectados. Esto a su vez es motivo tanto de problemas de salud mental como de pérdida de sistemas de conocimiento relacionados con el bosque. Y es aún más probable que sufran efectos cuando la destrucción del bosque se lleva a cabo sin planificación alguna, sin que medie algún tipo de control o cuando es iniciada desde afuera, provocando sentimientos de desempoderamiento, inferioridad e impotencia entre la población local.
La salud mental de las personas ha estado estrechamente asociada a la idea de integridad cultural: viven y mueren dentro de un determinado contexto cultural y ecológico, y de esos contextos derivan el significado de sus vidas –un componente central del bienestar humano (y por lo tanto de la salud). Cuando esos contextos cambian –ya sea por índices de deforestación acelerados o por la exposición a culturas extrañas o a otras fuerzas- las personas suelen sufrir consecuencias emocionales y físicas adversas.
La enfermedad mental puede destruir tanto la motivación como la capacidad para manejar con eficacia los recursos que resten. La pérdida de conocimientos ambientales puede tener un efecto similar. A esto le sigue un círculo vicioso que impacta aún más negativamente en el ambiente.
Hay una variedad de enfoques sobre salud y enfermedad entre los pueblos del bosque. Esas diferencias culturales pueden explicar las respuestas a veces negativas de estos pueblos a los criterios médicos y de salud pública basados en la noción de la universalidad de las preferencias, necesidades y creencias de la atención de la salud humana. Tratar de curar una enfermedad sin comprender las interpretaciones locales de sus causas a menudo da como resultado un tratamiento ineficaz, falta de continuidad por parte de los pacientes, y mala administración de los medicamentos. Los intentos por resolver el hambre pueden ser ineficaces si no se comprenden los conceptos locales del hambre; un error común es ofrecer alimentos culturalmente inaceptables. Mantener la salud humana requiere prestar atención a la naturaleza holística de la cultura y las interconexiones entre los pueblos del bosque, sus culturas y sus bosques.
El elemento central de los vínculos entre bosque-personas-salud es claro, en especial entre los cazadores recolectores y muchos grupos de agricultura itinerante. Otras cuestiones importantes tienen que ver con el grado de integración de las creencias y prácticas en materia de salud con otras partes de los sistemas culturales, las diferentes orientaciones teóricas y nociones filosóficas sobre salud y atención de la salud, y la diversidad de criterios sobre salud y enfermedad que existen en los bosques del mundo. En una escala más global, la protección de la diversidad cultural puede servir como una política de seguros contra el exceso de dependencia en los modelos culturales occidentales.
Para lograr una comunicación efectiva con los pueblos del bosque es necesario comprender sus opiniones sobre el mundo y tener apertura para aprender acerca de sus percepciones. El conocimiento indígena sobre alimentos y medicinas varía en sus posibilidades de aplicación más amplias y debería ser evaluado, pero seguramente incluya elementos útiles para los profesionales de la salud y los estudiosos del bosque. Un reconocimiento más amplio de los útiles conocimientos indígenas puede contribuir a la autoestima de los pueblos del bosque, con resultados positivos para su salud mental.
Permanecer rígidamente adheridos a una visión occidental de la salud puede, de hecho, hacer más mal que bien. El uso excesivo y mala administración de los antibióticos sea tal vez el ejemplo más conocido, pero otros son la marginación (o incluso penalización) de los sanadores tradicionales, lo cual reduce el acceso a cualquier tipo de atención de la salud; la promoción de vegetales occidentales cuando es posible disponer de vegetales locales más nutritivos; y la reticencia de los actores médicos formales en reconocer enfermedades mentales definidas tradicionalmente, lo que provoca un ocultamiento de tales casos. Los nuevos medicamentos y sus usos pueden ser interpretados de manera diferente y ser utilizados de manera inadecuada a menos que quienes los proporcionan construyan un puente de acercamiento a las opiniones locales sobre salud, enfermedad y tratamiento. Como numerosos autores han sugerido, los enfoques participativos de la atención de la salud pueden ser necesarios para mejorar la salud entre los pueblos del bosque (y otros pueblos).
Extraído de: “Forests and human health: assessing the evidence”, Carol J. Pierce Colfer, Douglas Sheil, Misa Kishi, Center for International Forestry Research (CIFOR), 2006, CIFOR Occasional Paper; No. 45, http://www.cifor.cgiar.org/publications/pdf_files/OccPapers/OP-45.pdf