Como parte de un proceso de dos años de revisión de la política del Consejo de Manejo Forestal (FSC) sobre la certificación de plantaciones madereras, integrantes del Grupo de Trabajo para la revisión de la política visitaron recientemente Sudáfrica para su reunión final. Lo que sigue son algunas citas del informe preparado por Wally Menne (integrante de la organización local Timberwatch Coalition) sobre la visita de campo en zonas donde hay plantaciones.
De acuerdo con las políticas del FSC, se invitó a organizaciones ambientalistas locales, representadas en la coalición Timberwatch, a participar de la visita e incluso a sugerir puntos para su inclusión en el programa de la misma. No pasó mucho tiempo antes de que Timberwatch comprendiera que había algunos problemas con esta situación, siendo el más importante el hecho de que la organización del programa de la visita estaba en manos de un integrante del Grupo de Trabajo que casualmente trabaja en la asociación industrial maderera ‘Forestry South Africa’.
Este asunto no se resolvió con facilidad y pronto quedó claro que la solicitud de Timberwatch de una distribución equitativa del tiempo (un día para la industria y un día para las ONG) no sería aceptada. Parecía que el representante del Grupo de Trabajo y de Forestry South Africa estaba impulsando un programa muy sesgado a favor de los intereses de la industria y que correspondería a los participantes de las ONG encontrar la forma de emparejar la cancha.
La primera oportunidad surgió el día que los integrantes del grupo de trabajo llegaron a Durban, pues tenían algo de tiempo antes de tomar el ómnibus que los llevaría al lugar de la reunión. A través de Timberwatch, los interesados pudieron reunirse con miembros de la Alianza Ambiental de la Comunidad de South Durban, que trabaja en una zona cuyas comunidades locales sufren los efectos adversos de la contaminación industrial, en especial la provocada por una gran planta de celulosa ubicada en medio de una zona residencial. El objeto de este ejercicio era demostrar a los integrantes del grupo de trabajo que las plantaciones madereras industriales tienen impactos mucho más amplios sobre la gente y el medio ambiente que no se limitan a los lugares donde se planta.
La visita de campo incluyó una plantación de eucaliptos donde una organización financiada por la industria, ‘The Institute for Commercial Forestry Research’ (ICFR), estaba haciendo investigaciones con el fin de demostrar la “sustentabilidad” de la producción maderera. Pronto resultó obvio que los resultados de este proyecto, que funciona como parte de un programa internacional junto con CIFOR, habían sido en gran parte predeterminados usando un conjunto de criterios muy restringido que prácticamente no consideraba otros asuntos fuera de la producción de madera cruda. El presentador del ICFR hizo la sorprendente declaración de que las praderas naturales se recuperarían por completo en el lapso de diez años (con la gestión apropiada) en caso de que se eliminaran los eucaliptos. Declaró también que las plantaciones ¡mejorarían la calidad y la fertilidad del suelo!
El siguiente punto del programa fue una demostración de aplicación de herbicida a una plantación de pinos jóvenes. No parecía que en ese lugar fuera necesario el control de malezas pues los árboles ya habían superado la altura en que la competencia de las malezas hubiera podido presentar problemas y se veía muy poco crecimiento reciente de malezas. También resultó obvio que había algunos problemas en torno a los posibles efectos de las fumigaciones sobre los trabajadores, que en su mayoría son mujeres empleadas indirectamente a través de un contratista. Una de las preocupaciones era que no había control sanitario después de que las personas dejaban de trabajar para el contratista. Si se van a causa de problemas de salud o alergias y más tarde se enferman o mueren, no existe ningún sistema para controlar su situación. Un aspecto interesante del uso de plaguicidas es que permite ver cuán diferentes son las plantaciones y los bosques. La mera idea de utilizar venenos químicos en un bosque biodiverso, donde todas las criaturas conviven en armonía, debe rechazarse de plano. Sin embargo, en una plantación, el monocultivo antinatural de árboles de especies generalmente exóticas está en conflicto con el medio ambiente natural y por eso es necesario servirse de productos químicos para controlar la naturaleza.
El viaje siguió adelante a través de plantaciones de pino certificadas que incumplían claramente las propias directrices de la industria maderera en términos de las distancias respecto de márgenes de bosque, zonas ribereñas y humedales. En algunos casos podían verse los árboles de las plantaciones creciendo directamente en zonas de humedales, y no era fácil hallar evidencias de que se prestara la atención adecuada a las plantas exóticas invasivas.
Después de haber atravesado la zona de plantaciones de pinos, estéril y deprimente en su monotonía, la carretera llevó al grupo a un punto panorámico elevado en una zona de praderas que por suerte había logrado escapar a la destrucción de las plantaciones. El grupo se detuvo a almorzar allí. Desde este punto se veía un paisaje variado donde las plantaciones madereras, de color verde oscuro, se destacaban como la proverbial mosca en la leche, pero en las cuales daba la impresión de que le faltaba algo. Naturalmente, se trataba de que prácticamente no había indicios de presencia humana. Por un momento fue como si las praderas, las granjas y las plantaciones frente a nuestros ojos fueran milagrosamente capaces de existir sin la gente. Por supuesto que no era así, pero ¿dónde se habían escondido todas las personas?
Quienes continuamos con la gira y visitamos la zona tribal conocida como Ozwatini pudimos ver dónde viven hoy algunas de las personas. En medio del aislamiento y la pobreza, las comunidades desplazadas con el apartheid continúan desplazadas y es muy poco probable que alguna vez recuperen su nivel social o su respeto propio. Ni siquiera los lotes forestales certificados del FSC, que pretenden dar a las personas carenciadas una porción de la torta de la industria maderera, podrían llegar a cambiar esto. Hay pruebas más que suficientes de que las plantaciones madereras industriales, grandes o pequeñas, hacen poco y nada para elevar el nivel de vida de las comunidades rurales; si algo hacen es deteriorar su sustento y su cultura tradicional.
De vuelta en el hotel, el investigador John Karumbidza ofreció al grupo una conmovedora muestra de diapositivas y una presentación sobre un proyecto de investigación de reciente conclusión. Karumbidza realmente se aventuró allí donde nadie se había atrevido a ir en cuanto a documentar la forma en que las plantaciones madereras industriales de Sudáfrica han repercutido y siguen repercutiendo sobre las comunidades rurales en las zonas donde se plantan los árboles. Se distribuyeron ejemplares de este informe a todos los integrantes del Grupo de Trabajo, que en general respondieron bien al mismo. La presentación de Karumbidza explicó adónde habían ido algunas de las comunidades ausentes. También demostró la forma en que las plantaciones madereras siguen explotando, aterrorizando y desplazando a los pobladores rurales incluso en la actualidad. Durante su charla hizo énfasis en que “las plantaciones no son bosques”; ¡ojalá que quienes lo escucharon hayan podido asimilar esta verdad fundamental!
Extractos de: “Did the FSC Plantations Policy Working Group get it right?”, por Wally Menne, Timberwatch Coalition, correo-e: plantnet@iafrica.com
El informe completo –en inglés- puede verse en: http://www.wrm.org.uy/countries/SouthAfrica/filedtrip.pdf