Por el WRM, 8 de marzo de 2007
A principios del siglo XX, las luchas emancipadoras de las mujeres cobraron mayor visibilidad. Eran tiempos de transformaciones sociales y políticas y las mujeres comenzaban a movilizarse por sus derechos, entre los cuales el sufragio femenino. En 1911 se celebró el primer Día Internacional de la Mujer y en 1975 la Asamblea de las Naciones Unidas reconoció formalmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Desde entonces hasta ahora la mujer ha ido cobrando cada vez mayor conciencia, participando en las diversas luchas sociales y aportando otra mirada, otra energía. Quiere dejar de ser víctima para convertirse en protagonista de su historia y de la historia de la humanidad, que se enfrenta al avance cada vez más feroz de los grandes negocios que mercantilizan desde el oxígeno hasta los genes.
El año pasado destacábamos la acción de dos mil agricultoras brasileñas de Vía Campesina que, conmemorando el Día Internacional de la Mujer, destruyeron millones de plantines de eucaliptos de la empresa celulósica Aracruz Celulose, cerca de la ciudad de Porto Alegre. La lucha contra el “desierto verde”, en referencia al avance de los monocultivos de eucaliptos con destino a producción de celulosa, significa una lucha contra la destrucción ambiental, el desempleo y la pobreza en el campo. Las mujeres bien saben, por sufrirlo en carne propia, que la ocupación de tierras por las grandes empresas implica la destrucción de la agricultura campesina, y ellas, que trabajan principalmente en la producción de alimentos y cría de animales para consumo familiar y local, son las primeras excluidas.
Este año, y volviendo a marcar camino, cerca de 1.300 mujeres de Via Campesina realizaron cuatro ocupaciones de tierras en el Estado de Rio Grande do Sul en la mañana del 6 de marzo en el marco de la Jornada Nacional de Luchas de las Mujeres de Vía Campesina. Las mujeres marcharon bajo el lema de “Mujeres campesinas en lucha por la soberanía alimentaria y contra el agronegocio” y ocuparon tierras de las empresas celulósicas Aracruz, Votorantim, Stora Enso y Boise. Las plantaciones de eucaliptos de las cuatro empresas ocupan más de 200.000 hectáreas en el Estado de Rio Grande do Sul, tierras que podrían dar cabida a 8.000 familias y proporcionarles trabajo, ingresos y una vida digna en el campo.
A nivel internacional, el foro para la soberanía alimentaria recientemente realizado en Malí, Africa también ha sido un paso en ese sentido. Una declaración de mujeres presentes en el Foro señala: “Nos hemos reunido en Selingué (Malí) en el marco de Nyéléni 2007 para participar en la construcción de un nuevo derecho: el derecho a la soberanía alimentaria.”
“Las mujeres, creadoras históricas de conocimientos en agricultura y en alimentación, que continúan produciendo hasta el 80% de los alimentos en los países más pobres y que actualmente son las principales guardianas de la biodiversidad y de las semillas de cultivo, son las más afectadas por las políticas neoliberales y sexistas. Sufrimos las consecuencias dramáticas de tales políticas: pobreza, acceso insuficiente a los recursos, patentes sobre organismos vivos, éxodo rural y migración forzada, guerras y todas las formas de violencia física y sexual. Los monocultivos, entre ellos, los empleados para los agro-combustibles, así como la utilización masiva de productos químicos y de organismos genéticamente modificados tienen efectos negativos sobre el ambiente y sobre la salud humana, en especial, sobre la salud de la reproducción”. Y agregan: “Estamos movilizadas. Luchamos por el acceso a la tierra, a los territorios, al agua y a las semillas”.
En este simbólico Día Internacional de la Mujer y desde nuestra defensa de los bosques y la resistencia al avance de los monocultivos de árboles que usurpan tierra y soberanía e hipotecan la vida futura, nos sumamos a la lucha de las mujeres por encontrar nuevas fórmulas productivas, nuevos valores socioeconómicos que permitan que, como seres humanos, recuperemos nuestra pertenencia a la naturaleza y en tal sentido la tratemos con el debido cuidado. En este mundo patriarcal que ha marchado en son de guerra, quizás sea hora de dejar fluir el imaginario femenino con la esperanza de que pueda cambiar el curso de los acontecimientos. Que aporte a la búsqueda de principios de respeto, de igualdad, de justicia, de solidaridad, de paz y de libertad.