El pueblo indígena “pigmeo” Twa de la región de los Grandes Lagos del África Central, es originalmente un pueblo montañés cazador-recolector, que habita los bosques de gran altitud que rodean los lagos Kivu, Albert y Tanganyika –áreas que actualmente se han convertido en parte de Ruanda, Burundi, Uganda y el este de la República Democrática del Congo (RDC). En la actualidad la población Twa se estima entre 82.000 y 126.000 personas.
Es ampliamente conocido que los Twa fueron los primeros habitantes de los bosques de la región de los Grandes Lagos. Así lo demuestran las pruebas que surgen de registros históricos e investigaciones, y los propios relatos de los Twa sobre sus orígenes. Mientras éstos enfatizan que los Twa son “de aquí”, las historias orales de los grupos étnicos vecinos relatan su llegada desde otros lugares a causa de la guerra, las migraciones y la conquista. También los rituales locales afirman simbólicamente el papel de los Twa como los primeros ocupantes de las tierras. Por ejemplo, los Twa jugaron y todavía juegan un rol crucial en las ceremonias de entronización de los terratenientes tradicionales no indígenas, los reyes Tutsi y los jefes (Mwamis), dando un “permiso” simbólico sobre la tierra al gobernante entrante. Los Twa también eran indispensables en los rituales anuales de la caza real que afirmaban la autoridad mística de los Mwamis sobre la tierra y su fertilidad. De hecho, la raíz Twa es un término bantú usado en toda el África Subsahariana para referirse a distintos grupos de personas de muy baja condición social, refiriéndose casi siempre a cazadores-recolectores y ex cazadores-recolectores, a quienes se reconoce como los primeros habitantes de la zona, incluidos los “pigmeos” y los “bosquimanos”.
Los Twa –como otros cazadores-recolectores de los bosques de África- han tenido contactos con los grupos agricultores vecinos durante varios siglos, basados en relaciones de intercambio recíproco en las que trocaban productos del bosque por alimentos farináceos, herramientas de metal y otros productos como la sal. Durante varios siglos, los Twa probablemente pudieron (como todavía pueden muchos otros pueblos indígenas de los bosques africanos) retirarse a voluntad hacia el interior de los bosques, y así controlar en gran medida el tipo y el grado de su contacto con el mundo exterior. Sin embargo, a medida que los bosques empezaron a ser talados, los Twa se vieron cada vez más obligados a mantener contacto con agricultores y pastores, y quedaron atrapados en relaciones comerciales y laborales desfavorables en las que el espacio para la negociación se redujo más y más.
La deforestación en los grandes Lagos comenzó hace varios siglos con la llegada de los pueblos agricultores y pastores que comenzaron a talar los bosques para dedicarlos al cultivo y el pastoreo. Gran parte de la región queda fuera de las principales rutas de esclavos, y la densidad de la población aumentó en la medida en que otros pueblos buscaron refugio en esa zona. Las áreas boscosas retrocedieron al expandirse la agricultura sobre los ricos suelos volcánicos. A comienzos y mediados del siglo XX, las poblaciones aumentaron rápidamente, generando en consecuencia algunos de los índices de densidad de población rural más altos de África: por ejemplo 800 personas/km² en la región volcánica del noroeste de Ruanda. Para la década de 1980, la mayor parte de la tierra disponible –fuera de las áreas reservadas para la conservación de la flora y la fauna y la protección ambiental- estaba siendo cultivada, particularmente en Ruanda y Burundi. La presión sobre los bosques se intensificó con la producción de cultivos de exportación: en los años sesenta, en el norte de Ruanda se taló la mitad de los bosques alrededor de los volcanes para hacer lugar a plantaciones de piretro, y se talaron áreas del bosque Nyungwe de Ruanda para dar paso a grandes extensiones de cultivo de té. La producción de quinina y café en el este de la RDC también redujo la cubierta boscosa. Durante el siglo XX, la superficie de bosques de Ruanda se redujo del 30% de la superficie total territorial, al 7% actual. Entre 1976 y 1997, la cubierta boscosa natural de Burundi disminuyó del 6% al 2% de la superficie del territorio.
A medida que se fueron talando los bosques, se fueron reduciendo las zonas de actividades de caza y recolección de los Twa, preludiando un período en el cual los Twa se fueron quedando progresivamente sin tierras, y en el que se erosionó su cultura tradicional basada en el bosque, incluso su religión, rituales y (según algunas fuentes) su idioma. En varias zonas los Twa procuraron mantener el control sobre sus tierras a través de la defensa armada. Ejemplo de esto son las hazañas del renombrado Twa Basebya a fines del siglo XIX en lo que es ahora el sudoeste de Uganda. En las tierras altas de Bushivu, en el este de la RDC, los Twa también pelearon guerras largas y sangrientas con los pueblos agrícolas que intentaban talar las tierras boscosas Twa para establecer sus cultivos; las luchas continuaron hasta alrededor de 1918. El impacto de la deforestación sobre la cultura de los Twa fue señalado por los primeros misioneros, como Van den Biesen, quien comentó en 1897 sobre el futuro de los Twa en Burundi: “cuando estos bosques hayan sido destruidos por la razón que fuere, nuestros Batwa no podrán continuar con su vida tradicional”.
Al talarse los bosques, algunos grupos Twa adoptaron medios de sustento alternativos, en base a algunas artesanías (alfarería, cestería, metalistería) o se vincularon con individuos poderosos y ricos, convirtiéndose en cantantes, bailarines, mensajeros, guardias, guerreros y cazadores de reyes y príncipes. Otros se convirtieron en “campesinos al servicio” de los terratenientes locales, en un régimen semi-feudal. En algunos casos estos servicios eran recompensados con regalos de ganado o tierras, pero la mayoría de los Twa permanecieron sin que a nivel local se les reconociera derechos sobre las tierras.
Otros grupos Twa pudieron seguir utilizando el bosque que iba quedando para sus actividades de subsistencia y comerciando con las comunidades rurales vecinas productos del bosque, como pieles, enredaderas, aceites esenciales, miel, frijoles y caza menor. Además, siguieron cazando animales como elefantes, monos colobus, jabalíes y leopardos, de los que daban porciones seleccionadas a los jefes y sub-jefes locales como tributo. A cambio de esas ofrendas podían recibir algunas cabezas de ganado.
La designación de zonas de conservación, que comenzó en el período colonial, no tuvo al comienzo mucha repercusión en las actividades de caza y recolección de los Twa, y probablemente los benefició al proteger a los bosques de la tala de los agricultores. Sin embargo, hacia las décadas de 1960 y 70, las normas basadas en la ideología de la conservación dominante, que prohibían que el área protegida fuera habitada por poblaciones humanas y restringían los derechos tradicionales de uso, comenzaron a ser aplicadas con mayor severidad. Durante los años de las décadas de 1970 y 1980, los Twa fueron reasentados contra su voluntad fuera del Parque Nacional de los Volcanes y del bosque Nyungwe en Ruanda, y de los Parques Nacionales Kahuzi-Biega y Virunga en el este de la RDC, en algunos casos mediante el uso de fuerza armada. Los Twa de los bosques Bwindi y Mgahinga en Uganda fueron expulsados oficialmente en la década de 1960, pero solo fueron excluidos finalmente del uso de los bosques en 1991, cuando éstos fueron declarados parques nacionales. No hubo ninguna indemnización para los Twa desplazados, ni en efectivo ni en tierras. En el desalojo de Kahuzi-Biega se pagó una compensación a los terratenientes bantúes locales, pero no a los Twa, ya que se consideró que no tenían derechos sobre la tierra.
El caso del bosque Gishwati en Ruanda es otro caso notorio de expropiación de tierras Twa. Los últimos Twa que habitaban los bosques en Ruanda, los Impunyu, fueron erradicados de este bosque en las décadas de 1980 y 1990 para abrir camino a proyectos de plantación forestal y de lechería, financiados por el Banco Mundial. Estos proyectos estaban destinados a proteger el bosque natural, pero tuvieron el efecto contrario: para 1994, dos tercios del bosque original habían sido convertidos en pasturas, asignados, casi en su totalidad, a amigos y conocidos del presidente. El propio Banco Mundial concluyó que el proyecto había fracasado y que el tratamiento a los pueblos indígenas había sido “altamente insatisfactorio”. Desde entonces se ha reasentado a refugiados en lo que queda del bosque, provocando su total destrucción. Pero los Twa del Gishwati, siguen, en su gran mayoría, sin tierras.
Las comunidades Twa de toda la región de los Grandes Lagos han sido privadas de sus tierras sin el debido proceso legal, en franca violación de las disposiciones constitucionales y las normas internacionales, que exigen que las comunidades reasentadas sean compensadas adecuadamente. Algunos Twa han podido adquirir pequeñas parcelas de tierra, mayormente a través de regalos de la realeza y los jefes en tiempos pasados. Pero desde la época colonial prácticamente no ha habido distribución de tierras entre los Twa: en Ruanda, por ejemplo, en 1995, el 84% de los Twa que poseían tierras todavía vivían en las que les habían sido cedidas por los Mwamis. Unas pocas comunidades Twa han recibido tierras a través de planes del gobierno en Ruanda y Burundi, y, en Uganda, a través de la compra privada por parte de un fondo de fideicomiso para la conservación y de benefactores privados. Algunas comunidades han asegurado sus derechos de uso con los terratenientes locales en la RDC a través del pago de tarifas dictadas por la ley consuetudinaria bantú.
Sin embargo, estudios socio-económicos recientes muestran que la situación de los Twa en materia de propiedad de la tierra sigue siendo extremadamente grave. Tanto en Ruanda como en Burundi la falta de tierra de labranza es 3,5 veces más común entre los hogares Twa que en el resto. En Ruanda, el 43% de los hogares Twa carecen de tierras de labranza, y en Burundi, el 53%. El tamaño de los campos de los Twa que poseen tierras agrícolas es menor, y generalmente son de menor calidad que los del resto de la población. En Uganda, hasta un 40% de los hogares Batwa ni siquiera tienen tierra donde poder construir una choza.
La presión sobre la tierra en la región de los Grandes Lagos sigue intensificándose con el crecimiento poblacional y el retorno de los refugiados que deben ser reasentados. En la RDC, aún hay áreas de bosque (aunque bajo control de los terratenientes tradicionales) accesibles para algunas de las comunidades Twa, pero en Ruanda, Burundi y Uganda los Twa sin tierras no tienen dónde ir. Siguen siendo intrusos pasajeros que buscan constantemente un lugar donde morar hasta ser desplazados.
“Estas personas que nos permiten quedarnos en sus tierras, nos piden que las cultivemos. Si nos rehusamos nos dicen: ‘Váyanse, ya no los queremos’. No estamos afincados aquí porque otros pobladores locales están presionando a los terratenientes diciéndoles: ‘¿Para qué necesitan a los Twa?’ y en cualquier momento tal vez tengamos que mudarnos y afincarnos en otra parte. Si los dueños son compasivos, nos trasladan a otro predio, que fertilizamos para ellos al vivir allí. Los terratenientes no nos permiten construir retretes porque no quieren nada permanente sobre sus tierras, ni hacer pozos que podrían ser un problema después para el cultivo. Pero si nos encuentran defecando en sus campos, se enojan. A mi hija la encontraron y la obligaron a quitar las heces con sus manos”. (Mujer Twa de mediana edad, Nyakabande/Kisoro, Uganda, mayo de 2003)
Gran parte de los Twa han estado apartados durante tres o más generaciones de sus formas de vida en el bosque, que era el fundamento de su sociedad y su cultura tradicionales, y han perdido buena parte del conocimiento y las prácticas tradicionales relacionadas con el bosque. La generación más vieja recuerda la época de caza y recolección como una era dorada, en la que las familias podían alimentarse sin problema y la vida era fácil. Hoy, la mayoría de los Twa a duras penas se gana la vida a través de estrategias de subsistencia marginales como el trabajo asalariado ocasional en granjas ajenas, el traslado de cargas, la fabricación de alfarería y otros oficios, el canto y la danza en las festividades, y la mendicidad. En términos de vivienda, educación, salud e ingresos, los Twa están entre los grupos más pobres de una región que es de por sí muy pobre. Han recibido muy poca ayuda del gobierno para manejar la difícil adaptación a la vida fuera del bosque.
La pérdida de una forma de vida basada en el bosque parece estar asociada con cambios sociales y culturales. Originalmente, los Twa disfrutaban de un cierto estatus como especialistas del bosque, mantenían relaciones recíprocas con los agricultores suministrándoles útiles productos del bosque provenientes de un medio ambiente que los agricultores no comprendían e incluso temían. Esto estaba reforzado por su rol de cazadores y buscadores de trofeos para los reyes. A medida que los Twa perdieron sus bosques y se convirtieron en un grupo pauperizado al margen de la sociedad, se los fue considerando cada vez más como parias, y se intensificaron la discriminación y los prejuicios contra ellos. Esto tomó la forma de un estereotipo negativo, reforzando la segregación y la negación de sus derechos; las comunidades Twa fueron víctimas de graves abusos y violencia física por parte de los grupos vecinos, incluso casos de violación y asesinato. Atrapados entre el mundo de los bosques que se desvanecía y la sociedad agrícola establecida a la cual era claro que no pertenecían, los Twa llegaron a sentirse subestimados, desvalorizados y excluidos –un “pueblo olvidado”- y a ser perfectamente concientes de sus privaciones. Muchas de las comunidades Twa están sometidas a enormes niveles de tensión a raíz de la pobreza incesante y profunda, los prejuicios y conflictos con sus vecinos y las fricciones internas entre las familias; a la vez que sufren los impactos devastadores de las frecuentes y continuas guerras de la región, en las que a menudo han resultado blanco de las armas de las fuerzas beligerantes de todos los bandos.
Tradicionalmente, los pueblos “pigmeos” del bosque tienen instituciones sociales igualitarias y fluidas, en las que nadie tiene autoridad sobre el resto, y los recursos se distribuyen con justicia entre los miembros del grupo. Las mujeres acceden a los recursos del bosque por derecho propio y no como consecuencia de su relación con los hombres. Las sociedades Twa todavía son relativamente igualitarias, con mujeres que juegan un rol prominente en la toma de decisiones de la comunidad. Sin embargo, al asentarse y dedicarse a la agricultura, los Twa están absorbiendo las normas patriarcales de los grupos agrícolas vecinos, que incluyen la poligamia y sistemas de tenencia en los que los hombres son dueños de la tierra y las mujeres solo pueden obtener derechos de uso a través de sus maridos.
Las mujeres son actualmente las principales proveedoras económicas de muchas familias Twa, a la vez que siguen siendo las que cuidan de los niños y los ancianos. Generalmente pueden decidir cómo gastar el dinero que han ganado. Sin embargo, allí donde los hombres han despejado tierras para el cultivo, su alta inversión inicial en trabajo tiende a hacer que se sientan habilitados a controlar el gasto del dinero ganado en la cosecha, a pesar de que las que plantaron, desmalezaron y cosecharon hayan sido las mujeres. La creciente dependencia de la agricultura entre las comunidades Twa puede, por tanto, reducir la independencia económica de las mujeres Twa. Muchas de estas mujeres también tienen que lidiar con la violencia doméstica y la desatención de la familia producto del abuso del alcohol por parte de los hombres. El alcoholismo se instala en varias comunidades indígenas que enfrentan el colapso cultural, y en las que los hombres no pueden cumplir sus funciones tradicionales de cazadores y proveedores respetados de la familia.
Enfrentados a la pérdida de sus bosques tradicionales y a la necesidad de encontrar medios de supervivencia en circunstancias cambiantes, los Twa de la región de los Grandes Lagos han expresado una serie de aspiraciones diferentes. Particularmente entre las comunidades que habitan cerca de las áreas boscosas de las que sus antepasados fueron expulsados, quieren tener acceso seguro y derechos al uso de los bosques, y mantener sus fuertes vínculos con el bosque. Pero no todos desean retomar su forma de vida de cazadores-recolectores. Las comunidades cercanas a los parques nacionales quieren obtener un mayor porcentaje de las ganancias devengadas por el turismo. A lo largo y ancho de la región, los Twa también quieren tener tierras propias para la labranza, como parte de una combinación de estrategias para la supervivencia.
Para conseguir sus reclamos, las comunidades Twa están buscando nuevas formas organizativas y están creando instituciones representativas nuevas para defender sus derechos y negociar en forma eficaz con las estructuras de gobierno y los organismos influyentes. Las nuevas ONGs y asociaciones de base comunitarias de los Twa, junto con los grupos de apoyo en la región, están haciendo campaña para que los gobiernos desarrollen políticas específicas para atender los problemas específicos que enfrentan los Twa como resultado de su identidad étnica. En ausencia de leyes y políticas que atiendan los derechos territoriales de los pueblos indígenas, las organizaciones Twa están reclamando acciones positivas con relación a la asignación de tierras y al reconocimiento de los gobiernos de la inmensa injusticia histórica por la cual fueron despojados de sus bosques y sus medios de subsistencia tradicionales, obligándolos a vivir en condiciones de pobreza extrema.
Los Twa quieren ser respetados y valorados como miembros de la sociedad, y disfrutar libremente de sus derechos humanos y tener el mismo acceso a los servicios que otros pueblos. En el proceso de sobrevivir como pueblo de los bosques desplazado de su territorio y adaptarse al difícil entorno social y físico en el que se encuentran ahora, algunos grupos y personas desean mantener su distinción cultural, en tanto otros quieren integrarse a la sociedad dominante. Es su derecho elegir libremente cómo desean relacionarse con la sociedad nacional y cómo quieren participar en ella, así como poder tomar sus propias decisiones sobre su futuro.
Por: Dorothy Jackson, Forest Peoples Programme, correo electrónico: djackson@gn.apc.org