Asia ha sido la región más afectada por la sustitución de bosques por monocultivos forestales, lo que ha determinado consecuencias negativas tanto a nivel local como global. Los pueblos indígenas y las comunidades locales tienen una larga historia de resistencia a este tipo de desarrollo forestal. A pesar de ello, la forestación para la captura de carbono parece estar en aumento en este continente.
En la INDIA, funcionarios gubernamentales han afirmado que más de 60 millones de hectáreas de "tierras yermas y tierras forestales de tipo arbustivo" pueden ser consideradas disponibles para la instalación de plantaciones. Si bien los promotores de las plantaciones en la India consideran que las mismas son "beneficiosas y amistosas para los aldeanos y pueblos tribales", la realidad en cambio muestra que los monocultivos --basados principalmente en eucaliptos-- han provocado graves impactos desde el punto de vista social y ambiental, generando así movimientos de oposición de parte de las comunidades locales afectadas. De hecho la India fue uno de los primeros países donde se dieron luchas de carácter radical contra los monocultivos forestales.
No obstante, el Banco Asiático de Desarrollo considera que en ese país existe un potencial de más de 24 millones de hectáreas disponibles para ser convertidas en plantaciones como sumideros de carbono. Según el Banco, ello permitiría capturar 83 toneladas de carbono por hectárea al cabo de un lapso de 40 años. Y aparentemente eso es todo lo que le importa. El Banco no parece estar preocupado por el hecho de que un nuevo impulso en la expansión de los monocultivos de eucalipto en la India significaría la repetición de una conocida historia de impactos y de las consiguientes luchas a nivel local.
También CHINA está en la mira de las plantaciones para sumideros de carbono, siendo responsable de ello la industria japonesa, país éste que es uno de los principales responsables del calentamiento global dado el volumen de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Con el fin de eludir la responsabilidad de disminuir las emisiones domésticas, el poderoso lobby industrial del Japón está tratando de encontrar vías de escape mediante la instalación de plantaciones en China.
En 1998 la Federación de Organizaciones Económicas del Japón (Keidanren) propuso el proyecto al Presidente chino Jiang Zemin cuando éste visitara Japón. Con la excusa de restaurar el recurso forestal destruido por una vasta inundación, y contando para ello con el apoyo financiero de JICA, corporaciones de la magnitud de Oji Paper, Sumitomo Forestry, Nippon Steel, Tokyo Electric Power y Mitsubishi se proponen ocupar 100.000 hectáreas del territorio chino con monocultivos de árboles. Según sus promotores, el proyecto "absorbería" entre 500.000 y 600.000 toneladas de dióxido de carbono al año, que es el equivalente al 6-7% de las emisiones totales de la industria papelera japonesa en 1997. Estas empresas esperan que dicho proyecto compense parte de la reducción del 6% en sus emisiones (a niveles de 1990) que Japón se comprometió a alcanzar para el año 2010. Al mismo tiempo, las compañías implicadas esperan pintar de "verde" su alicaída imagen en materia ambiental.
Funcionarios gubernamentales de MALASIA han expresado recientemente que las plantaciones de palma aceitera pueden considerarse mejores en "absorber" carbono que otras especies de rápido crecimiento. Este país es el principal productor de aceite de palma del mundo y sus plantaciones han provocado impactos a gran escala. Como consecuencia, este cultivo ha generado resistencia de parte de las comunidades indígenas, cuyas tierras han sido invadidas por el monocultivo. Lo que los funcionarios oficiales no mencionan es que para hacer lugar para las plantaciones ya se han devastado enormes áreas de bosques, generando un balance de carbono negativo: el volumen de carbono liberado por la deforestación es mayor que el secuestrado por las plantaciones de palma. Por otra parte, las selvas que se destruyeron no eran sólo reservorios de carbono, sino especialmente el hogar y la fuente de medios de vida para mucha gente, mucha de la cual posiblemente se vio forzada a encontrar nuevos medios de subsistencia abriendo nuevas áreas de bosques, resultando así en la liberación de aún más carbono al aire.
Por su parte INDONESIA está llevando adelante un proyecto para identificar alternativas tecnológicas utilizando sumideros en el sector forestal. Dicho proyecto es apoyado por el Country Studies Program de los EE.UU., que "suministra asistencia financiera y técnica a los países en desarrollo y en transición, para estudios sobre el cambio climático". Dada la historia pasada de Indonesia, este elegante lenguaje puede llegar a significar la promoción de más plantaciones forestales como sumideros de carbono, similares a las que ya han provocado deforestación y usurpación de las tierras de los pueblos indígenas.
Asia constituye el ejemplo perfecto de una región donde las plantaciones como sumideros de carbono no tienen el más mínimo sentido . . . excepto para los países del Norte que quieren instalarlos para no tener que reducir sus propias emisiones. Sólo los tecnócratas de mente estrecha, son capaces de no ver que las plantaciones como sumideros se dan de bruces con otros asuntos mucho más importantes, tales como la producción alimentaria, la conservación de cuencas y de la biodiversidad --por mencionar tan sólo tres-- que deberían constituir el núcleo de toda decisión que afecte el uso de los recursos naturales. Lo único que interesa a los tecnócratas del carbono es la contabilización de las toneladas de carbono capturado, más allá de los costos humanos y ambientales de ese ejercicio. En Asia, tal tarea puede resultarles bastante más difícil de lo que se imaginan.