Los agrocombustibles – producidos a partir de aceite extraído de ciertas plantas para reemplazar los combustibles fósiles de alto costo – son un tema controvertido debido a que las plantaciones están ocupando tierras utilizadas principalmente por comunidades locales, en especial para producir alimentos.
En Birmania, la junta militar al frente del gobierno se ha embarcado en una enorme expansión de las plantaciones para agrocombustible confiscando tierras por la fuerza, multando, arrestando y golpeando a los agricultores.
El plan quinquenal de la junta tiene como objetivo cubrir más de 3 millones de hectáreas con Jatropha curcas (piñon o tempate; jetsuu en birmano) para producir agrocombustible. Cada estado y cada división administrativa del país debe dedicar 200.000 hectáreas a este cultivo. A dos años del comienzo del programa, se está filtrando información sobre los malos tratos que sufren las poblaciones locales para obligarlas a plantar jatrofa.
El informe “Biofuel by Decree: Unmasking Burma's bio-energy fiasco” (Agrocombustible por decreto: desenmascarando el fiasco bioenergético de Birmania), producido por Ethnic Community Development Forum (alianza formada por siete organizaciones birmanas para el desarrollo comunitario), muestra que la junta birmana está aterrorizando a las poblaciones locales para que planten jatrofa para la producción de agrocombustibles aun cuando, según el informe, “las pruebas de cultivos perdidos y de mala gestión revelan que el programa es un fiasco”.
El informe sostiene que agricultores, funcionarios, maestros, niños en edad escolar, enfermeras y prisioneros han sido forzados a comprar semillas y a cumplir con cuotas de plantación exorbitantes, consumiendo tiempo, tierra y recursos esenciales para la subsistencia.
Un manual publicado por el Ministerio de Agricultura establece que deben plantarse unos 1.200 árboles por media hectárea. Para alcanzar este objetivo, todos los hombres, mujeres y niños de Birmania deberían plantar 177 árboles cada uno de aquí a tres años. La junta planea también exportar biodiesel en el futuro, y el proyecto jatrofa ha atraído inversores de Tailandia, Singapur y el Reino Unido.
La junta sostiene que los agrocombustibles son necesarios como combustible de reemplazo, para reducir la dependencia de Birmania de los 200 millones de galones de petróleo que importa anualmente. La empresa Myanmar Oil and Gas Enterprise (propiedad de la junta), espera que en unos pocos años el país pueda reemplazar por jatrofa producida localmente los 40.000 barriles de petróleo importados. Sin embargo, las reivindicaciones de autosuficiencia energética de la junta parecen dudosas ya que ha estado vendiendo los numerosos depósitos de gas natural del país a Tailandia, China y la India.
En marzo de 2006, el jefe del ejército y del gobernante Consejo de Paz y Desarrollo del Estado birmano (SPDC), general Than Shwe, exhortó a “cultivar jatrofa en todos los rincones de la nación” en un discurso que efectivamente transformó el proyecto de agrocombustibles en un “deber nacional” y desencadenó un frenesí de actividades para plantar jatrofa en “cada espacio vacío”.
Muy pronto, con ceremonias en las que participaron altos mandos militares y batallones de soldados, se dio inicio a diversos proyectos de plantación en pueblos y comunas. Los militares ordenaron a los funcionarios plantar jatrofa en oficinas públicas, escuelas y hospitales; los jardines de las casas, los recintos de los monasterios y hasta los cementerios fueron designados como posibles objetivos.
Los militares obligan a la gente a comprar semillas, gajos o plántulas, así como a proveer mano de obra, herramientas y tierra. Confiscar la tierra parece ser la norma. Por ejemplo, en el estado norteño de Shan, los militares tomaron unas 400 hectáreas de tierras perteneciente a los agricultores de la aldea Man Mao y se las dieron a la milicia local para plantar jatrofa.
La mayoría de los aldeanos se ven forzados a comprar almácigos, gajos o semillas en bolsas y cestos de lata, así como un “manual de instrucciones”, en general a precios exorbitantes.
Un entrevistado informó que “Compramos las plantas cuando las autoridades llegaron a nuestra aldea. Cada hogar debía comprar las plantas a 400 kyats cada una. Algunos aldeanos no tenían dinero suficiente y tuvieron que pedir prestado a otros para poder pagarlas” (el tipo de cambio oficial varía entre 5,75 y 6,70 kyats por dólar estadounidense, lo que ubica el precio entre US$ 69 y US$ 59).
En un caso por demás grotesco, los aldeanos fueron obligados a buscar semillas silvestres, sembrarlas en un vivero y luego comprar las plantas que ellos mismos habían cultivado.
En agosto de 2006, los cultivos de jatrofa alcanzaron la marca de unas 400.000 hectáreas; los planes actualizados fijaron entonces como objetivo 930.000 hectáreas para 2006-2007, un millón para 2007-2008 y 1,3 millones para 2008-2009, totalizando aproximadamente 2,4 millones de hectáreas.
El informe explica que lo escalofriante de la situación en Birmania es que estas cuotas son impuestas a fuerza de golpizas y amenazas de muerte. Una investigación de campo realizada en 32 municipios de todos los estados birmanos, que incluyó 131 entrevistas a agricultores, funcionarios e inversionistas, detalla cómo los soldados arrestan y golpean a la gente y amenazan de muerte a quienes no logran cumplir con la cuota, dañan las plantas o critican el programa. No menos de ochocientas personas del estado Shan del Sur han huido cruzando la frontera hacia Tailandia para escapar de la crueldad del programa de agrocombustibles.
A dos años de su aplicación, y a pesar de todas estas medidas, los fracasos masivos de los cultivos – que alcanzan el 72% – son un problema permanente del proyecto debido a las técnicas de cultivo desordenadas y a la mala calidad de las semillas utilizadas.
Aun cuando los árboles crecen, a menudo dan pocas semillas porque no se toman debidamente en cuenta las condiciones climáticas y del suelo. Por otra parte, Birmania tiene poca capacidad para extraer aceite de las semillas, y gran parte del biodiesel producido es de tan baja calidad que no sirve para hacer funcionar los motores.
El árbol de jatrofa requiere de 4 a 5 años para alcanzar la plena madurez. Durante este período, los agricultores no obtienen ningún ingreso; además, las familias tienen poco para comer porque las tierras arables están ocupadas por plantaciones para agrocombustible. Un agricultor se pregunta: “Dijeron que sería un proyecto de tres años, pero ¿qué vamos a comer mientras tanto?”
La escasez de alimentos es un problema grave en muchas partes de Birmania. Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, en el año 2007 unos 5 millones de personas, es decir, casi un 10% de la población birmana, padecía escasez crónica de alimentos.
Un agricultor expresó: “Sufrimos por la falta de tierras para cultivar. No podemos trabajar adecuadamente para nosotros. Debemos plantar jet suu. Si no queremos cultivarlo nos exigen, a cada uno de nosotros, 2.500 kyats por 0,4 hectárea. Nuestro tiempo es limitado y ahora debemos irnos lejos a trabajar y no nos queda tiempo para desmalezar nuestros arrozales”.
También persiste la preocupación acerca de las propiedades venenosas de la planta de jatrofa, debido a la presencia de toxalbúminas llamadas curcina, ricina y ácido ciánico, relacionadas con el ácido ricinoleico. Si bien todas las partes de la planta son venenosas, las semillas tienen la mayor concentración de ricina y son, por lo tanto, muy tóxicas. Ha sido comprobado que la ricina tiene muchos efectos cardiotóxicos (daños al músculo cardíaco) y hemolíticos (destruye los glóbulos rojos liberando hemoglobina en los fluidos circundantes). Vómitos, diarrea, dolor abdominal y sensación de ardor en la garganta son algunos de los efectos adversos por el consumo de semillas.
Los pobladores locales han encontrado algunas formas de oponer resistencia. Enfrentados a la pérdida de tierras y de su sustento, muchos aldeanos no tienen otra opción que encontrar la manera de evitar plantar o de negarse a ello. Algunos compran plantas pero no las ponen en la tierra; otros plantan menos de lo que les ordenan; los carteles que promovían los agrocombustibles han sido dañados.
Por Amraapali N., escritor de la región de Mekong, correo electrónico: amraapali@gmail.com
El informe “Biofuel by Decree” publicado por el Ethnic Community Development Forum (ECDF) está disponible para ser descargado en: http://cban.ca/Resources/Topics/Agrofuels.