A lo largo de las discusiones acerca del cambio climático hay quienes han aducido que los bosques maduros son reservorios de carbono --y no sumideros-- y que por lo tanto el clima a nivel global se beneficiaría de su corta, de la consiguiente conversión de su madera en productos durables y su sustitución por plantaciones. El carbono existente en el bosque sería almacenado en forma segura en los productos de madera, a la vez que las plantaciones actuarían como sumideros durante muchos años, hasta llegar a la madurez. Esto aumentaría --según ellos-- la capacidad de absorción de carbono de los ecosistemas forestales.
Además de las muchas fallas de tal enfoque, un reciente estudio demuestra la importancia de los bosques maduros como sumideros de carbono y advierte en contra de su sustitución por plantaciones. La investigación llega a la conclusión de que los bosques son mucho mejores que las plantaciones en la función de eliminar el dióxido de carbono del aire. El análisis, publicado en la revista Science, fue realizado por el Dr. Ernst-Detlef Schulze, Director del Instituto Max Planck para Biogeoquímica ubicado en Jena, Alemania, junto a dos colaboradores de dicha institución.
Este estudio, al igual que investigaciones similares, presenta un panorama de los bosques que difiere profundamente de la noción que se tenía de ellos a nivel de la ciencia forestal. El Dr. Schulze considera que los bosques maduros han sido percibidos por mucho tiempo como estando en un estado de descomposición y liberando tanto dióxido de carbono como el que capturan. Pero sucede que los suelos de las selvas tropicales primarias, de los bosques siberianos y de algunos parques nacionales de Alemania contienen enormes cantidades de carbono derivado de las hojas caídas, ramas y raíces enterradas, que puede adherirse a las partículas del suelo y permanecer allí durante mil años o más. Si estos bosques son cortados, las raíces de los árboles se descomponen y el suelo se degrada, liberando de esa forma el dióxido de carbono. Deberán pasar siglos hasta que los árboles implantados en el lugar logren regenerar ese reservorio subterráneo de carbono.
Los autores del estudio subrayan la necesidad de proteger los bosques maduros. Sin esa protección, concluyen los científicos, algunos países podrán verse tentados a cortarlos y plantar luego nuevos árboles en los suelos deforestados, obteniendo créditos por la reducción del CO2 atmosférico cuando, en realidad, sólo habrían empeorado las cosas.
Varios expertos en clima y en forestación que analizaron el trabajo consideran que el mismo ofrece un importante nuevo argumento para la protección de los bosques primarios. Agregan que el estudio también sirve para hacernos recordar que la meta principal debería ser la reducción de las emisiones de carbono en la fuente.
Artículo basado en información obtenida de: "Planting New Forests Can't Match Saving Old Ones in Cutting Greenhouse Gases, Study Finds", por Andrew C. Revkin, New York Times, September 22, 2000.