En 1972, en el Estado de Rio Grande do Sul, a pocos kilómetros de la ciudad de Porto Alegre, en el municipio de Guaíba y sobre el río del mismo nombre, el grupo noruego Borregaard establece una planta de celulosa, que finalmente cierra en 1975 como resultado de presiones públicas contra la contaminación que estaba causando. En ese año la compra la empresa Klabin y reabre con el nombre de Riocell.
La planta utilizaba cloro elemental para el blanqueo de la celulosa, lo que generó una gran contaminación del río Guaíba, de donde se abastece de agua potable la ciudad de Porto Alegre. No obstante, fue con dineros públicos obtenidos mediante un préstamo del BID --170 millones de dólares-- que el Estado debió realizar trabajos de descontaminación de la cuenca del río.
En 2002 la empresa cambió el tipo de procedimiento de blanqueo, pasándose al ECF (libre de cloro elemental) (ver boletín Nº 83 del WRM). Al año siguiente, 2003, Riocell es comprada por Aracruz Celulose S.A. La fábrica produce celulosa blanqueada con destino a la exportación, abastecida con los eucaliptos de las 40 mil hectáreas de plantaciones que posee en una media de 85 kilómetros a la redonda y que también adquirió al comprar la fábrica.
Aracruz Celulose S.A. es dueña, además, en el estado de Espírito Santo, de la mayor planta de celulosa blanqueada de eucalipto del mundo, con una capacidad de producción anual de 2 millones de toneladas. El emprendimiento se estableció cercenando los derechos de los indígenas locales tupinikim y guaraní pues ocupa tierras ancestrales de estas comunidades, que desde entonces libran una larga lucha contra la empresa (ver boletín Nº 13 del WRM).
En Río Grande do Sul, la empresa realizó en 2004 grandes inversiones en la planta Unidad Guaíba (ex Riocell), con la finalidad de revitalizarla. A la vez de inaugurar grandes y nuevas instalaciones a fines de julio de ese año, la compañía lanzó un programa forestal en el Estado de Río Grande do Sol para incrementar las plantaciones de eucaliptos. Actualmente, la planta posee una capacidad de producción de 400.000 toneladas anuales de celulosa blanqueada.
En el marco del Foro Social Mundial, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM) organizó una visita a la referida planta, a efectos de realizar una investigación en el terreno de los impactos que ha tenido el emprendimiento en el medio.
Un grupo de 27 representantes de diversas organizaciones de una decena de países del mundo participó de la experiencia y se desplegó por la zona circundante a la fábrica, conversando con los vecinos y recorriendo el paraje para verificar sus condiciones.
Al final, los participantes hicieron una puesta en común tanto de los testimonios recogidos como de sus impresiones. La opinión unánime coincidió en que la situación del entorno de la fábrica --antiguamente un pintoresco balneario llamado "Alegría"-- es actualmente deplorable: la impresión general no es ciertamente la de un pueblo que se destaque por su prosperidad, los alrededores de la fábrica lucen polvorientos y la costa es un barrial aceitoso y abandonado, de aguas turbias y, cercano a la fábrica, calientes. Hasta se ven peces muertos flotando en ellas, según cuentan l@s vecin@s.
Del testimonio de l@s vecin@s surgió que se ven obligad@s a vivir en medio de ruidos persistentes las 24 horas del día por el intenso tránsito de camiones que les altera el sueño y en ocasiones termina en casos de trastornos nerviosos. También deben soportar un intenso mal olor que llega incluso a perjudicar el intercambio social con gente de otra zona que no está acostumbrada a él. Se señaló el alto índice de cuadros alérgicos --sobre todo entre los niños-- que afectan principalmente el sistema respiratorio.
En cuanto al empleo, manifestaron que hubo un auge con la construcción de la fábrica –y quizás en algunas obras de ampliación. No obstante, gran parte de la mano de obra fue traída del nordeste brasileño y una vez terminada la construcción, los trabajos directos cesaron y los indirectos mermaron. La planta es buena sólo para quienes tienen trabajo en ella, dijeron. Y no son muchos. Las diferencias sociales son grandes. Por otra parte, la pesca artesanal --una importante fuente de trabajo local-- se vio seriamente lesionada pues los peces comenzaron a tener mal gusto y la gente dejó de comprarlos. Los pescadores ahora tienen que ir mucho más lejos en busca de su presa, cerca del mar.
La caída permanente de un polvillo blanco que deteriora sobre todo a los vehículos fue otro de los efectos comentados.
Evidentemente, la presencia de los visitantes fue notada en la empresa, rodeada por altas alambradas. Muy pronto, una camioneta de efectivos de seguridad comenzó a circular muy lentamente, deteniéndose a veces y mirando directa e inquisitivamente a los integrantes esparcidos en grupos, que conversaban aquí y allá con distinta gente del vecindario.
Algun@s vecin@s supieron disfrutar del lugar cuando era un hermoso balneario de aguas transparentes al que acudían barquitos cargados de gente de la vecina ciudad de Porto Alegre. Luego, con la planta de celulosa, desembarcó allí el “desarrollo”. Promesas huecas que los dejaron llenos de humo, polvo, ruido y olor. Trabajo, poco. Seguramente, much@s tendrán ahora “saudades” (nostalgia) de la antigua Alegría.
Por Raquel Núñez, Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), correo electrónico: raquelnu@wrm.org.uy