Al sur del estado brasileño de Bahía, a unos 45 kilómetros de la costa oceánica, en la divisa entre los municipios de Eunápolis y Belmonte, se encuentra la fábrica de celulosa de la empresa Veracel, una sociedad en partes iguales del grupo sueco-finlandés Stora Enso y Aracruz de Brasil, que dirige hoy uno de los proyectos de cultivo e industrialización de eucaliptos de mayor escala en el mundo.
Desde fines de los años 1980, gigantescos proyectos de monocultivos de árboles y fabricación de celulosa comienzan a instalarse en el Cono Sur americano ocupando vastas extensiones en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. Se implementa así una decisión estratégica de los principales grupos del mercado de la madera y el papel originarios de Suecia, Finlandia, España, Estados Unidos, Brasil y Chile.
Al mismo tiempo que en el Norte iban cerrando decenas de fábricas que producían 100, 200 y 300.000 toneladas de celulosa por año, en el Sur se montan fábricas de un millón de toneladas anuales con sus correspondientes plantaciones, invadiendo vastas áreas de ecosistemas nativos y otras dedicadas a la agricultura y ganadería tradicionales de la región, con sus consiguientes formaciones sociales.
Un caso ejemplar de ese modelo y de sus impactos sociales y ambientales son las plantaciones y la fábrica de Veracel, las primeras iniciadas en 1991 y la segunda en setiembre de 2005, que abarcan 164 mil hectáreas propias y otro tanto contratado con 2.000 productores de la zona, dedicadas al cultivo masivo de eucaliptos para alimentar una producción de 900.000 toneladas anuales de celulosa.
Al inicio de sus actividades, por medio de costosas campañas publicitarias, Veracel se comprometió a preservar la Mata Atlántica, aseguró que sus plantaciones eran ecológicamente sustentables, que daría decenas de miles de empleos y realizaría grandes obras sociales. Sin embargo, a medida que avanzaba el proyecto, las promesas se fueron reduciendo y hoy no se compadecen con la realidad.
La amplitud y la rapidez de la expansión del monocultivo generaron fuertes cambios en las condiciones de vida de la zona: entre 1991 y 2002, el éxodo rural llegó al 59,4% y pequeños poblados desaparecieron. Una parte de los expulsados decidió luchar por su derecho a una parcela de tierra y otra se dirigió en busca de trabajo a la mayor urbe cercana, Eunápolis, que posee unos 100.000 habitantes.
Luego de fuertes choques con la policía y bandas armadas, en 2005, 515 familias organizadas por el Movimiento de los Sin Tierra (MST) lograron su objetivo, pero otras 1570 familias siguen reclamando tierra en campamentos levantados al costado de las carreteras de la zona. Mientras tanto, los que se trasladaron hacia la ciudad no encuentran trabajo e integran la creciente emergencia social urbana.
"Aquí tenemos la mayor resaca producida por la presencia de Veracel. Lo que más ha crecido es la criminalidad, la prostitución infantil, la miseria, el hambre, el índice de presos, de asaltos, de asesinatos", afirma el periodista Jodenilton Bastos, que recibe constantemente, a través de dos programas diarios en la Rádio Ativa 92,7 Mhz, de Eunápolis, pedidos de ropa y comida para los desempleados.
Las promesas de trabajo y bienestar hechas por Veracel sufrieron una reducción progresiva con el paso del tiempo. Comenzó anunciando la creación de 40.000 empleos, luego los bajó a 20.000, después eran 10.000 en la fábrica y 3.000 en tareas rurales. Ahora, la planta emplea unos 300 trabajadores, en su mayoría de afuera, porque no encuentran operarios especializados en la zona.
La emergencia social en la región llega al hambre extrema. La Casa SOS Vida, en Eunápolis, dirigida por la hermana Terezinha Biase atiende hasta 50 niños. "Llegan con un peso 50 a 60 por ciento inferior al normal. Permanecen de tres a ocho meses hasta salir del riesgo de vida", explica. Se sostienen con donaciones voluntarias, no reciben ayuda económica del sector público ni de empresas privadas.
La situación en Eunápolis se agrava ante el abandono por Veracel de programas de asistencia directa a la población. Un proyecto de merienda y atención educativa a 100 niños de un barrio pobre fue cerrado por la empresa luego de lograr con el mismo un aval financiero. Padres de los niños denunciaron que Veracel los vestía especialmente para recibir las visitas del exterior y tomarles fotos.
Algo similar sucedió con la preservación de la Mata Atlántica, la sustentabilidad de los monocultivos de eucaliptos y la no contaminación por la planta de celulosa de los cursos de agua y del aire. Los Promotores (Fiscales) del Ministerio Público de Eunápolis tienen diversas acciones iniciadas contra Veracel, pero la Justicia es lenta y los poderes públicos actúan en complicidad con la empresa.
"Nuestra justicia es de las más lentas. Ellos se aprovechan de esta lentitud y van implementando sus acciones", expresa João Alves Da Silva Neto, Promotor de Justicia de Eunápolis, refiriéndose a Veracel. "Utilizan un gran tráfico de influencias. Los poderes ejecutivo y legislativo están en manos del poder económico, que presiona cada vez más para aumentar sus plantaciones", agrega.
En 1993, la Procuraduría de la República aceptó una acción civil contra Veracruz, antecesora de Veracel, por arrasar centenares de hectáreas de Mata Atlántica. La empresa no se detuvo y comenzó a ocupar áreas agrícola-ganaderas tradicionales plantando más allá del límite fijado por la legislación local. La ley es simplemente ignorada o modificada en acuerdo con el gobierno municipal o del estado.
Desde hace años, varias entidades civiles de la zona denuncian irregularidades de las empresas forestadoras y de celulosa. En 2005, luego de una audiencia pública, la Procuraduría exigió a Veracel el retiro de sus plantaciones en un radio de 10 kilómetros en las zonas de amortiguación de las Unidades de Conservación de los Parques Nacionales, de acuerdo con lo establecido por la ley brasileña.
Según la ingeniera agrónoma Mónica Leite, especialista en fruticultura, esta región "fue muy próspera, tenía buenas lluvias y cierto equilibrio, había mucho bosque. Mi padre era agricultor, plantó mucho (...) y no había enfermedades. Unos 15 años atrás, la fruticultura aquí era maravillosa, había inmensas plantaciones de mamão, graviola, guayaba. Pero esto se está acabando con la llegada de Veracel".
El pequeño productor ganadero José Marinho Damaceno sufre las consecuencias de la descarga de los efluentes de Veracel frente a su casa, al otro lado del río Jequitinhonha. El fuerte olor a repollo podrido produce dolor de cabeza e irritación en la vista y cada vez que ocurre debe abandonar su finca. Damaceno sabe que tendrá que dejar definitivamente su terreno y venderlo como pueda.
El pez típico del Jequitinhonha, el róbalo, prácticamente ha desaparecido. Como remedio, Veracel sembró otro pez, el pintado, que contribuyó a liquidar al róbalo pero que también está desapareciendo. Entidades civiles han manifestado su inquietud por las emisiones de la planta de celulosa que utilizaría tecnología de blanqueo ECF, pero no hay datos disponibles, sólo la empresa realiza sus controles.
Fuente: Investigación realizada in situ por el periodista uruguayo Víctor L. Bacchetta (vbacchet@internet.com.uy) con el apoyo del Centro de Estudos e Pesquisas para o Desenvolvimento do Extremo Sul da Bahía (CEPEDES) que, desde 1991, desarrolla sus actividades en la ciudad de Eunápolis. Una versión ampliada de este informe se encuentra disponible en: http://www.guayubira.org.uy/celulosa/Veracel.html