La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) está en vigencia desde el 21 de marzo de 1994. Durante una década, los negociadores internacionales en torno al cambio climático han llenado las salas de reuniones de promesas vanas. Mientras tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero se han incrementado un 11 por ciento según la organización estadounidense World Resources Institute.
Sin embargo, cuando más de 5.000 participantes se reunieron en Milán en la novena Conferencia de las Partes de la CMNUCC (COP-9) en diciembre de 2003, el tema de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no estuvo en la agenda.
En lugar de eso, según explica Larry Lohmann de The Corner House –un grupo de investigación y solidaridad con base en el Reino Unido-, la reunión “formuló reglas para captar nuevos subsidios para proyectos forestales industriales, que acelerarán el calentamiento global, desempoderarán a los activistas que intentan contrarrestarlo, promoverán los monocultivos de árboles genéticamente modificados, reducirán la biodiversidad, y violarán los derechos a la tierra y a los bosques de las poblaciones locales en todo el mundo”.
Una de las decisiones a las que se arribó en Milán permite a los países del norte establecer plantaciones en el hemisferio sur, bajo el “Mecanismo de Desarrollo Limpio” del Protocolo de Kioto. Se supone que estos sumideros de carbono absorben el dióxido de carbono y almacenan el carbono.
La decisión de la COP-9 sobre los sumideros de carbono permitirá a las corporaciones vender “créditos de carbono” en base a la cantidad de carbono supuestamente absorbida por los monocultivos de árboles a gran escala, incluso aquellas de árboles genéticamente modificados. La decisión permite a las corporaciones apoderarse de enormes extensiones de tierra en el sur y continuar contaminando.
La COP-9 aceptó además lo que quizás sea el fraude científico más grande que el mundo haya visto. En el marco de las negociaciones internacionales sobre el cambio climático, una tonelada de carbono liberado por la combustión de carbón mineral o petróleo se considera igual a una tonelada de carbono contenido en una plantación de árboles. Desde el punto de vista del impacto sobre el clima, sin embargo, estos son dos tipos diferentes de carbono que no pueden sumarse o restarse entre sí.
El carbono almacenado en forma de combustible fósil bajo la tierra es estable y, a menos que las corporaciones lo extraigan y lo quemen, no ingresa a la atmósfera. Las plantaciones de árboles, por otra parte, pueden incendiarse, ser destruidas por pestes, pueden ser cortadas o las comunidades locales pueden reclamar la tierra que pierden a manos de las plantaciones talando los árboles.
Permitir que árboles genéticamente modificados (transgénicos) sean utilizados como sumideros de carbono solo empeora una situación que ya era mala.
Antes de las reuniones de Milán, Noruega y Suiza habían abogado públicamente en contra de permitir el uso de árboles transgénicos bajo el Protocolo de Kioto. Durante la COP-9 cualquier oposición a los árboles transgénicos se esfumó. Ahora las reglas de Kioto establecen que los países receptores de los sumideros de carbono de árboles transgénicos deben “evaluar, en concordancia con sus leyes nacionales, los riesgos potenciales asociados al uso de organismos genéticamente modificados en las actividades de los proyectos de forestación y reforestación”.
Los gobiernos del norte y las corporaciones, de acuerdo con esto, no tienen obligación de evaluar los riegos que implican los proyectos de árboles transgénicos que ellos imponen al sur.
Incluso la mención de la palabra “riesgos” durante las negociaciones de Kioto en Milán fue demasiado para el jefe de la delegación estadounidense, Harlan Watson. “Sentimos en particular que este señalamiento de los organismos genéticamente modificados era inapropiado en este contexto” declaró Watson a la Agencia France-Presse (AFP).
En un comunicado oficial emitido al final de la COP-9, el gobierno estadounidense declaraba que: “Los organismos genéticamente modificados no presentan riesgos particulares que justifiquen su mención específica en el preámbulo de una decisión sobre las actividades del Mecanismo de Desarrollo Limpio”.
Muchas comunidades del sur han experimentado los impactos de las plantaciones de árboles de crecimiento rápido. En Sudáfrica, Brasil, Tailandia e India (por dar unos pocos ejemplos) las comunidades han visto sus tierras comunitarias, sus pasturas y sus bosques convertidos en plantaciones de monocultivo de árboles. A causa de los enormes requerimientos hídricos de estas plantaciones, los cursos de agua se han secado y los campos cercanos a las plantaciones se han vuelto demasiado secos para los cultivos.
En 1993, el fabricante de autos japonés Toyota inició pruebas de campo para analizar árboles que habían sido genéticamente modificados para absorber más carbono. Si bien aumentó la absorción de carbono, los científicos de Toyota detectaron también un drástico incremento en el consumo de agua.
Los árboles que son genéticamente modificados para crecer sin producir semillas, flores, polen o frutos, crecen más rápido. La perspectiva de estos monocultivos silenciosos y estériles puede parecer buena desde el punto de vista de las corporaciones, pero sería desastrosa para los insectos, aves, la vida silvestre y las poblaciones que habitan cerca de las plantaciones.
Los árboles transgénicos que sí producen polen podrían cruzarse con especies nativas, cambiando irrevocablemente los ecosistemas de bosque. Los árboles pueden demorar hasta 100 años en madurar, haciendo imposible saber los riesgos a largo plazo. Las hojas, ramas, raíces y árboles muertos se descomponen, mezclándose con el suelo y aumentando los riesgos.
A comienzos de este año, una coalición formada por la People's Biosafety Association, la Union of Ecoforestry y Amigos de la Tierra Finlandia, lanzó una petición en contra de los árboles transgénicos que será presentada al Foro de las Naciones Unidas sobre Bosques, en Ginebra en mayo de 2004.
La coalición, denominada People’s Forest Forum, declara que: “El curso seguido en Milán es erróneo. No necesitamos plantaciones de clones de árboles genéticamente modificados sobre nuestro planeta. Este tipo de planes está en contradicción directa con los términos del Convenio sobre Diversidad Biológica de Río. Esperamos que el Foro de las Naciones Unidas sobre Bosques que se reúne en Ginebra el próximo mes de mayo, reconozca esta discrepancia y prohíba la introducción de árboles genéticamente modificados”.
Por: Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org
Firme la petición para que se prohíban los árboles transgénicos en http://elonmerkki.net/dyn/appeal