En pocos años, la conservación privada ha alcanzado casi el millón de hectáreas en el sur de Chile, lo que sobrepasa la superficie de bosque con tenencia regularizada por parte de comunidades y lo hace comparable a la anterior expansión de las empresas forestales plantadoras de pinos y eucaliptos que hoy en día superan los 2 millones de hectáreas.
Sorpresivamente, como un fenómeno explosivo liderado por empresarios y organizaciones provenientes principalmente de Estados Unidos, la sociedad chilena ha visto surgir un movimiento de conservación privada de tierras que ha contagiado a grandes empresarios nacionales y también a otros grupos de la sociedad chilena.
En los alrededores de estas tierras recientemente adquiridas para la conservación, las comunidades observan a sus nuevos vecinos sin saber qué esperar. Las anteriores oleadas de cambios en la tenencia de la tierra los mueven a una razonable desconfianza.
Los desafíos para los recién llegados a los bosques incluyen superar la categoría de enclaves o fortalezas de conservación en que se constituyeron las áreas silvestres protegidas establecidas por el Estado de Chile. Arduo ha tenido que ser el camino de la Corporación Nacional Forestal, el servicio forestal chileno, para intentar cambiar su imagen frente a las comunidades vecinas. Es que ellos han reconocido que los parques nacionales no son viables si tienen a las comunidades vecinas como enemigos o marginadas de los planes de conservación.
Más allá de los parques, desde el punto de la conservación a escala de paisaje que promueven las organizaciones internacionales, no es viable un conjunto de áreas protegidas como islas en un mar que comparten plantaciones forestales y comunidades con bosques degradados.
La conservación sin gente ha demostrado no ser sustentable, señala un informe encargado por WWF acerca de manejo comunitario de bosques. Esta es una realidad en amplias zonas de bosques habitados del sur de Chile y no constituye para nada una excepción en el contexto de América Latina. Los beneficios deben trascender los límites de las áreas protegidas, fue el lema del reciente Congreso Mundial del Parques realizado en Sudáfrica. Se debe asegurar que las comunidades locales e indígenas estén activamente involucradas en la planificación, implementación y manejo de las áreas protegidas, compartiendo los beneficios generados por estas últimas
Ahora, esto parece estar claro, pero ¿como implementarlo, con qué mecanismos se puede lograr que la conservación beneficie efectivamente a las comunidades que dependen de los bosques y qué incentivos pueden resultar eficaces para estimular a las comunidades a sumarse a los esfuerzos de conservación?
Probablemente las fórmulas únicas y simplistas no sean la solución; un problema complejo como este suele tener muchas soluciones. El camino para encontrarlas pasa por informar y fortalecer a las comunidades y sus organizaciones, generando las condiciones para el establecimiento de negociaciones reales, tanto a un nivel local como a nivel nacional, involucrando a los representantes de las comunidades, a los impulsores de la conservación privada y a los gobiernos.
El apoyo a las comunidades en estos procesos de negociación no puede ser realizado desde la perspectiva del mito del "buen salvaje" defendiendo el rol conservacionista intrínseco de los habitantes del bosque, sino más bien desde la perspectiva del respaldo a las organizaciones en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y de las comunidades locales, así como de su papel esencial en la implementación de estrategias de conservación.
Un punto de especial atención en el proceso debe ser las diferentes percepciones de la conservación desde el punto de vista de las comunidades y desde el punto de vista de los conservacionistas privados. Probablemente, para los habitantes de los bosques y de las zonas de bosques, la conservación aparezca difícil de disociar del uso sostenible, que se materializa en el manejo forestal comunitario.
¿Dónde debieran encontrarse la conservación privada con el manejo forestal comunitario? En los paisajes de conservación en los cuales se respeten los derechos de las comunidades y estas últimas compartan los beneficios generados por los bosques.
Por: Rodrigo Catalán , correo electrónico: catalan@terra.cl