En los últimos años de la década de los 70 la Estatal carbonera Carbocol dio a conocer la existencia de grandes yacimientos carboníferos en la península de Guajira. El yacimiento se encontraba ubicado en territorio habitado tradicionalmente por la comunidad Wayuú, población indígena nómade que se movía en la región fronteriza con Venezuela. Tras una larga controversia sobre la conveniencia o no de la explotación de este combustible fósil, el Estado finalmente dio vía libre a dicha empresa con el argumento del desarrollo regional en materia energética. Esta autorización de explotación minera a gran escala de carbón térmico (el que se utiliza para la producción de calor) no solamente alteró las costumbres y contaminó el ambiente de los Wayuú, sino que solo fue un antecedente para una larga lista de violaciones de normas del Estado Colombiano y de conflictos entre los pueblos indígenas y empresas mineras nacionales y multinacionales.
El sistema productivo de los Wayuú, hasta ese momento basado en la producción agrícola a pequeña escala, la cría de cabras y otras especies, se vio totalmente alterado para facilitar la instalación de la mina de carbón mas grande del mundo. La infraestructura de transporte carbonífero para 16 millones de toneladas anuales de carbón (caminos, ferrocarriles, grandes campamentos) no solamente transformó la vida tradicional de estas poblaciones sino que contaminó su ambiente. El acopio de una gran masa de carbón a cielo abierto resultó en la dispersión de grandes cantidades de polvillo en el aire, que provocaron enfermedades respiratorias. Como consecuencia, muchas veces la única alternativa de sobrevivencia consistió en desplazamientos masivos de las comunidades.
A pesar de las demandas por problemas ambientales y de salud, a partir de la década de los 80 el negocio de la minería se vio acrecentado con el establecimiento de la multinacional Esso a quien el Estado entregó los yacimientos. En el mismo período se dieron a conocer nuevos yacimientos en el Departamento del César y se constituyeron nuevas empresas para la explotación del carbón. A través de alianzas con multinacionales se explotan a gran escala yacimientos como los de Carbones del Caribe, Carbones Soororia, Carbones del Cerrejón donde participan empresas angloamericanas y canadienses (Drummond, Glencore International, BHP Billiton entre otras), que continúan expandiéndose y recibiendo préstamos del Banco Mundial hasta la fecha.
Es claro que estas empresas han obtenido durante décadas cuantiosas ganancias. En cuanto a los resultados para los pueblos indígenas y las comunidades colombianas preferimos que una organización local --CENSAT-- hable por si misma: "Las riquezas del territorio colombiano se dilapidan sin constituirse en bienestar, en comodidad, en vida para el pueblo colombiano. El valor de patrimonio natural en el imaginario colectivo del indígena, del campesino, del negro, del minero, se ha perdido y solo subyace de manera repetitiva en su imaginario la idea de "explotación", explotación del hombre, de la mujer, del niño y la niña, de la naturaleza, del pueblo y territorio colombiano. Alrededor de la minería en Colombia se respira tristeza, desidia, corrupción, poca ética, genocidios ambientales y culturales, violaciones de todo tipo. Tenemos confianza en que en algún momento llegará la buena vida, 'para muchos', que los árboles y la tierra volverán a organizarse de arriba hacia abajo y no de abajo arriba como quedaron, que las aguas dejen de ser pesadas y oscuras y que los hombres y mujeres se puedan volver a morir de viejos".
Artículo elaborado en base a información obtenida de: "Reseña histórica de la explotación carbonera en el Caribe Colombiano" por Ignacio Rangel; http://www.cerrejoncoal.com/ingles/the_operation/about_us/our_history/ ;
http://wbln0018.worldbank.org/IFCExt/spiwebsite1.nsf/0/
a8263668130ddddb85256d1a007d4e79?OpenDocument ; http://www.censat.org/