Enfrentada a las emisiones de gases de efecto invernadero en cada etapa de la cadena de producción, la industria maderera tiene la posibilidad de elegir. Podría intentar reducir las emisiones. O podría tratar de justificar sus actividades, intentando de hecho evadir su responsabilidad. Dados sus antecedentes, tal vez no cause sorpresa saber que la industria opta por lo último.
Por mucho tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha hecho apología de la industria maderera (ver Boletín Nº 141 del WRM), en particular defendiendo la industria de la celulosa y el papel y las plantaciones industriales de árboles. Dos años atrás, la FAO y el Consejo Internacional de Asociaciones Forestales y Papeleras (ICFPA por su nombre en inglés) encargaron la realización de un estudio con el fin de “mejorar el perfil de la industria en las negociaciones internacionales sobre el calentamiento global”. Esto sería un objetivo valioso si implicara intentar reducir las emisiones provocadas por la industria maderera.
El informe fue publicado a comienzos de este año bajo el título “Impact of the global forest industry on atmospheric greenhouse gases” (Impacto de la industria forestal mundial sobre los gases atmosféricos de efecto invernadero). El informe no busca saber de qué forma puede la industria maderera reducir sus emisiones. Por el contrario, más que como parte del problema, intenta mostrarla como parte de la solución para el cambio climático.
“Consideramos que [el informe] es un intento importante de presentar con imparcialidad el perfil climático de las industrias y el manejo forestal moderno, basado en cifras y hechos sólidos”, escribe Michael Martin, funcionario de la FAO, en la introducción. Pero el informe no es imparcial ni se basa en cifras y hechos sólidos.
Reid Miner, autor del informe, trabaja para el Consejo Nacional para la Mejora del Aire y los Cursos de Agua (NCASI por su nombre en inglés), el cual fue establecido más de 60 años atrás por la industria de la celulosa. Entre los colaboradores y revisores del informe se encuentran representantes del ICFPA, la Confederación de Industrias Papeleras Europeas, la FAO, el Comité Asesor sobre el Papel y los Productos Madereros y el NCASI.
Tal vez no importaría que la industria estuviera tan involucrada si el informe se basara realmente en “cifras y hechos sólidos”. Pero no es así. Una mirada a la discusión sobre las emisiones causadas por las plantaciones industriales de árboles ilustra el punto (claro que Miner habla de “bosques plantados” cuando se refiere a las plantaciones industriales de árboles).
Miner escribe que “hay pocos datos recientes para caracterizar con precisión los tipos de tierra convertida en bosque plantado o semi-natural asistido”. Dada esta falta de información, Miner concluye que “los impactos en materia de emisiones de carbono” resultantes del establecimiento de plantaciones “no pueden calcularse con certeza a nivel global.” Entonces, él “calcula” que dichos impactos son iguales a cero.
El argumento de Miner es simple. Establecer plantaciones en tierras no boscosas genera una mayor absorción de carbono, mientras que talar bosques para establecer plantaciones genera mayores emisiones. Los 1,6 millones de hectáreas de plantaciones establecidas anualmente en tierras no boscosas “compensarían las pérdidas asociadas con la conversión forestal de aproximadamente 1,5 millones de hectáreas al año”. Este enfoque sobre el carbono no toma en cuenta los impactos sociales y ambientales resultantes de convertir praderas de gran biodiversidad en monocultivos, como sucedió en vastas áreas de Sudáfrica. Pero el número que maneja Miner respecto a las emisiones causadas por el establecimiento de plantaciones no se basa en cifras o hechos – ya sean sólidos o de otro tipo.
La fuente de Miner es un informe del cual fue coautor en 2007: “The Greenhouse Gas and Carbon Profile of the Global Forest Products Industry” (El perfil de carbono y de gases de efecto invernadero de la industria mundial de productos forestales) que, coincidentemente, suena increíblemente similar a su último informe para la FAO). En 2007, él escribió que “Este hallazgo es, sin embargo, considerablemente incierto.” Podrían, de hecho, ser “varios cientos de millones de toneladas equivalentes de CO2 por encima o por debajo de dicho ‘cero neto’”. Entonces, la cifra sólida de Miner es cero… más o menos varios cientos de millones de toneladas.
La industria maderera utiliza mucha biomasa (conocida también como productos de desecho) para producir energía en el proceso de fabricación. Miner explica que “el CO2 que se libera al quemarse la madera es parte de un ciclo natural y es compensado por los árboles en crecimiento”. Entonces, según Miner, y el Protocolo de Kyoto, la biomasa no genera emisiones. El problema es que quemar biomasa sí provoca emisiones de gases de efecto invernadero. Dichas emisiones podrían ser absorbidas posteriormente por los árboles en crecimiento, pero esto podría llevar décadas. Y alguna biomasa sí genera enormes emisiones adicionales – cuando las plantaciones se establecen en pantanos de turba, por ejemplo.
Un artículo publicado el año pasado en la revista Science argumenta que este error en la caracterización de la biomasa debería ser corregido. De más está decir que Miner no menciona este documento en su informe para la FAO.
Todas las industrias tienen sus propias organizaciones para promover su punto de vista. En el caso de la industria maderera, las diversas organizaciones que ayudaron a producir el informe de Miner caen en esta categoría. Pero la FAO se describe a sí misma como una “red de conocimientos” para “recopilar, analizar y difundir información que coadyuve al desarrollo”. Sus fondos provienen de los contribuyentes. Entonces, ¿por qué ayuda a promover el lavado verde de la industria maderera?
El informe "Impacto de la industria forestal mundial sobre los gases atmosféricos de efecto invernadero" puede descargarse en: http://bit.ly/dpzVuH
Chris Lang, http://chrislang.org