El Lago Chini está muriendo. Este hermoso lago, en el Estado de Pahang, es uno de los únicos dos grandes cuerpos de agua dulce de Malasia –y está muriendo. Solía bullir de peces y otros animales y plantas acuáticos y ha sabido albergar a comunidades indígenas, los Jakuns. Diversas actividades humanas han contribuido a la contaminación del Lago Chini, en especial la construcción de una represa, pero también los plaguicidas y fertilizantes utilizados en las plantaciones de palma aceitera que rodean el lago y que en muchos lugares están próximas al agua han sido un factor importante.
Es sabido que los plaguicidas utilizados en las plantaciones provocan una larga lista de problemas a la salud, tanto crónicos como agudos, y que algunos son perjudiciales para los organismos del suelo y el agua y contaminan el ambiente. La contaminación del agua afecta la salud y las condiciones de vida de los Jakuns, quienes la utilizan para beber y para otros fines.
La creciente demanda de agrocombustibles y aceite vegetal ha implicado una rápida expansión de las plantaciones de palma aceitera y se espera que la demanda se duplique para el año 2020. Para dar respuesta a esta demanda se ocuparán miles de kilómetros cuadrados de tierras agrícolas y de bosques que se deforestarán para establecer nuevas plantaciones de palma aceitera en Indonesia, Malasia, Papua Nueva Guinea y muchos otros países de Asia , África y América Latina. Con la expansión de las plantaciones se incrementará enormemente el empleo de plaguicidas.
La invasión de esas plantaciones de palma aceitera en los bosques ha destruido y continuará destruyendo las formas de vida y sustento de las comunidades indígenas, erosionando la biodiversidad, destruyendo el hábitat del bosque y la vida silvestre y contaminando el suelo y el agua con los plaguicidas. A eso se agregan los efectos de los efluentes no tratados de la fabricación de aceite de palma, que contaminan el aire, el agua y el suelo, y que también erosionan y sedimentan los ríos.
Además de resentir la salud humana de quienes aplican los plaguicidas – en este caso particular los trabajadores y trabajadoras de las plantaciones de palma aceitera -- los efectos de los plaguicidas se hacen sentir en las comunidades y también los consumidores de todo el mundo.
En las plantaciones de palma aceitera se utilizan un sinnúmero de agrotóxicos, muchos de los cuales representan una grave amenaza a las reservas de agua, a través de las cuales contaminan al resto de los seres vivos. Por ejemplo, el plaguicida Paraquat, que plantea riesgos a plantas terrestres y acuáticas que no están dentro de su foco de acción, o el Metsulfuron y el Diuron, que son contaminantes potenciales del agua subterránea, además de tener este último efectos adversos en los ambientes acuáticos. Insecticidas como el Monocrotophos, el Methamidofos y el Carbofuran, y fungicidas como el Chlorothalonil y el Maneb, son contaminantes de las capas hídricas subterráneas. Los plaguicidas 2,4-D dimethylamine y Diurón son cancerígenos potenciales. El Glifosato, el Cipermetrin, el Carbofuran y el Maneb son plaguicidas que pueden llegar a alterar el sistema endócrino. El glufosinato de amonio, otro plaguicida utilizado en las plantaciones de palma aceitera y contaminante del agua subterránea, provoca efectos adversos en el feto.
La utilización de plaguicidas altamente peligrosos sumada a la aplicación incontrolada, los métodos de aplicación y las condiciones de uso en esos países indica que las posibilidades de que los plaguicidas penetren los cursos de agua y las napas subterráneas son elevadas.
La producción de plaguicidas es una industria multinacional que ejerce una influencia indebida en los organismos internacionales encargados de establecer normativas, en los gobiernos nacionales y en las comunidades locales. La enorme influencia que detentan esas empresas químicas por su poder económico, es un factor decisivo para la continuidad del uso de plaguicidas en la agricultura, a pesar de la cuantiosa evidencia de la contaminación ambiental y el envenenamiento humano que provocan, y de las pruebas que demuestran los mayores rendimientos alcanzados cuando los productos químicos son reemplazados por prácticas agroecológicas.
Los grupos de comunidades, las organizaciones populares y las ONG se han organizado en redes y movimientos para enfrentar a la industria y denunciar la expansión de las plantaciones de palma aceitera debido a todos sus efectos adversos sobre la salud, el ambiente y las formas de vida y sustento de las comunidades indígenas, los campesinos y campesinas, los trabajadores y trabajadoras agrícolas y las mujeres. Muchos de esos grupos también promueven la agricultura ecológica basada en la biodiversidad, apoyada en conocimientos indígenas y locales, en tecnologías apropiadas, en la conservación de la biodiversidad y en el respeto de la integridad ecológica, así como en la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, de las comunidades rurales y de agricultores, agricultoras y mujeres rurales a tener el control sobre la tierra, las semillas el agua y los bosques.
Por Sarojeni V. Rengam, PAN Asia and the Pacific, correo electrónico: sarojeni.rengam@panap.net y panap@panap.net, www.panap.net