Las plantaciones de eucalipto, pino, acacia, melina, teca y palma aceitera se han convertido en un gran problema social y ambiental. Desde la perspectiva de la biodiversidad, éstas eliminan la mayoría de las plantas locales y prácticamente no brindan alimento a la fauna silvestre. Algunas de las especies utilizadas en las plantaciones se vuelven invasivas, de modo que van ocupando los ecosistemas naturales. A pesar de todo esto se las sigue promoviendo, en especial en el Sur, para la producción de materia prima barata que alimenta principalmente las industrias de la celulosa y el papel y del aceite de palma.
Quienes se les oponen se enfrentan a una serie de represalias que van desde los desalojos, las amenazas y la penalización hasta la represión directa o incluso la muerte. Del otro lado, las empresas de plantaciones de árboles reciben todo el apoyo de los gobiernos, en tanto a las plantaciones mismas se las premia con credibilidad científica al ser definidas por instituciones supuestamente expertas como la FAO como “bosques plantados” o “plantaciones de bosques”.
Para empeorar las cosas, hasta el Consejo de Manejo Forestal, el plan de certificación promovido por las ONG para la protección de los bosques, ya ha certificado cientos de plantaciones que nunca tendrían que haber sido certificadas, fortaleciendo así a esas mismas empresas contra las que la gente está luchando.
Pero a las empresas nunca les alcanza: ni siquiera los eucaliptos de crecimiento rápido. Quieren que los árboles crezcan todavía más rápido, que sean resistentes a los herbicidas, que actúen como insecticidas, que contengan más celulosa, que no tengan flores ni semillas. Por lo tanto ahora se están dedicando a la ingeniería genética de los árboles con el fin de adaptarlos a sus necesidades.
Los artículos que siguen a continuación dan prueba de las afirmaciones anteriores, aunque son apenas una pequeña muestra de la información que el WRM ha venido documentando y difundiendo desde hace varios años, basada en su mayor parte en la experiencia directa de las personas que han sufrido los impactos de las plantaciones. Estas pruebas son tan abrumadoras que ya no se las puede ignorar. Tal como se declara en el editorial de este boletín, tenemos la esperanza de que la CDB pase a la acción.