Por Winfridus Overbeek
La selva conocida como Mata Atlántica en Brasil es uno de los biomas más ricos en biodiversidad del planeta. Cubría la mayor parte de la región costera del país. Aún mayor que el de la selva amazónica fue el proceso brutal de destrucción sufrido por la mata atlántica, por estar ubicada en las regiones donde, a partir de 1500, el proceso de colonización y explotación de la tierra no solo se inició sino que se consolidó en mayor medida. Hoy, con apenas el 7% del área original, la mata atlántica es el bioma más amenazado del país.
La región costera de Paraná, especialmente las localidades de Antonina y Guaraqueçaba, es una de las postales del estado localizado al sur de Brasil, por poseer la mayor área continua de mata atlántica del estado y del país. Este hecho está directamente relacionado con la presencia de poblaciones tradicionales y sus prácticas de conservación.
Sin embargo, la supervivencia de esas poblaciones está siendo seriamente amenazada por iniciativas privadas de apropiación de áreas de bosques en la región para fines diversos. En este artículo, nos dedicamos, en particular, a dos de ellas: una de comercio de créditos de carbono, en el marco del mecanismo REDD, promovida por la ONG brasileña Sociedad de Investigación en Vida Salvaje y Educación Ambiental (SPVS); y la otra para preservar la selva y biodiversidad en una reserva llamada “Reserva Natural Salto Morato”, de propiedad de la Fundación Boticario.
En este artículo, abordamos los impactos de tales actividades sobre las mujeres y hombres de las comunidades tradicionales en la región, y buscamos alertar sobre cómo esas iniciativas se articulan con la propuesta de la economía verde, en la agenda de la Conferencia Rio+20.