Este artículo pone en evidencia la vulnerabilidad de los pueblos afectados por las represas -en especial de las mujeres- que son desplazados de sus hogares y tierras y reubicados en otro lugar. Debido a la necesidad de talar bosques y desviar el río, las represas pueden en los hechos privar a quienes están en su camino de sus derechos a sus recursos tradicionales. Resalta algunos problemas relacionados con las represas que evidentemente son los mismos en todo el mundo. Pero comenzaremos presentando algunos ejemplos de proyectos de represas en Malasia, unos en curso y otros ya finalizados, donde se puede apreciar el precio que se paga por el "desarrollo":
- El controvertido proyecto hidroeléctrico de Bakun en el río Balui en Sarawak, Borneo, despejó 70.000 hectáreas de bosques tropicales y reasentó por la fuerza a casi 10.000 pobladores indígenas para ceder lugar al embalse.
- El gobierno del estado de Sabah se apropió por la fuerza de 169.860 hectáreas de tierras para construir la represa Babagon de 70 metros de altura y reubicó a unos 200 pobladores Kadazandusun en el sitio de Reasentamiento de Tampasak en Penampang, Sabah, Borneo.
- La construcción de numerosas represas en Malasia peninsular afectó a muchos Orang Asli (pueblos originarios). Por ejemplo, la represa de Temenggor de 127 metros de altura -que se jacta de ser el lago artificial más grande de los bosques de Temenggor-Belum de Upper Perak en la región norte- abarca un área de 15.200 hectáreas, y en el momento de su construcción en 1979 como planta de generación de energía eléctrica, afectó a unos 1.500 pobladores Orang Asli. Entre otras represas que desplazaron pobladores Orang Asli se encuentran Linggiu en Johor, Kenyir en Trengganu y Nenggiri en Kelantan. La construcción de represas en el río Selangor en 1999 produjo el desarraigo de dos asentamientos Temuan (un subgrupo de Orang Asli) donde habitaban aproximadamente 339 personas y la inundación de 600 hectáreas de tierras.
Sin embargo, las represas continúan creciendo; la última es la Represa Kelau, un proyecto propuesto para el suministro de agua, que transferiría agua desde la costa este (Pahang) a la costa oeste (Selangor). Este proyecto contará probablemente con financiación del Banco Japonés para la Cooperación Internacional (JBIC, por su sigla en inglés), que según se informó ascendería a US$ 1.000 millones.
Como en todo el mundo, la construcción de represas en Malasia pone en riesgo a las comunidades indígenas y rurales que viven en tierras ancestrales y en la cercanías de ecosistemas de ríos o bosques, que son las que invariablemente deben pagar un precio muy alto por el "desarrollo". Se trata de una historia muy conocida para los pueblos que son desarraigados de sus tierras, quienes quizá puedan ganar algo, pero en lo fundamental, las represas afectan seriamente la vida, la cultura, la identidad y la existencia espiritual de los pueblos indígenas y las minorías étnicas, en particular aquellos que han debido enfrentarse al desplazamiento forzoso. En muchos casos la mayoría de pobladores indígenas no tienen títulos legales sobre sus tierras, y eso hace que pierdan más fácilmente el derecho a sus recursos tradicionales.
Específicamente las represas y los reasentamientos afectan a las mujeres en varios planos.
El reasentamiento debilita la posición de las mujeres indígenas y su poder para ejercer el control sobre sus tierras y recursos, sobre los que no poseen títulos legales oficiales. Aunque su propiedad es reconocida por la ley consuetudinaria, a menudo se ha excluido a estas tierras del pago de indemnización. Por ejemplo, el estudio que realicé en 1998 sobre la comunidad Kadazandusun en Sabah, desplazada por la represa Babagon, reveló que el 61% de las mujeres y el 65% de los hombres tenían tierras sin escrituras o títulos oficiales. De ellos, el porcentaje de las mujeres cuyas tierras fueron adquiridas para la represa sin el pago de la debida indemnización fue de 88% mientras que en caso de los hombres fue 78%. Tanto hombres como mujeres tuvieron pocas posibilidades de enfrentar los reclamos del gobierno sobre sus tierras sin títulos. Ante esa situación, a los hombres les resulta mas sencillo trasladarse para buscar trabajo asalariado en las ciudades o trabajos alternativos, en comparación con las mujeres.
Al carecer de tierras, las familias dependientes de los bosques y de la economía de subsistencia pierden un recurso esencial del cual obtener alimentos, lo que a su vez produce la destrucción de su base de subsistencia tradicional y la escasez de recursos naturales. Cuando esto sucede, la carga de buscar fuentes alternativas para recursos escasos como agua, leña, forraje o plantas silvestres con frecuencia recae sobre las mujeres. Una madre joven desplazada de su poblado ancestral en Gerachi por la represa de Selangor me dijo en abril de 2003: "Antes de que nos trasladaran a este asentamiento (Kampung Gerachi Jaya) en 2001, vivíamos de lo que recolectábamos del bosque y los ríos. Ahora tenemos que caminar mucho más para pescar o recolectar brotes comestibles y petai [Pakia speciosa]. La vida ahora es mucho más dura."
Irónicamente, sin embargo, los viajes de cacería en los que con frecuencia las mujeres y los niños acompañaban a los hombres, ahora se ven restringidos debido a la distancia que los separa del bosque, por lo que los hombres hacen ahora esos viajes solos. Los roles de género “modernos” han tenido un impacto directo sobre las mujeres, que ahora se quedan en casa cuidando a sus hijos u ocupándose de tareas basadas en el hogar como la fabricación de varillas de incienso con cañas de bambú.
Los problemas de nutrición como la mala dieta, el bajo nivel de crecimiento, el bajo peso, la anemia y la diarrea, reflejo de un mal estado de salud, son más frecuentes en las mujeres y los niños desplazados que en los hombres. Esto se debe a que las mujeres deben hacer frente a mayores obligaciones y responsabilidades respecto de niños y ancianos, tareas que les exigen mucho tiempo y energía.
Las mujeres y la generación mayor, sufren en general un mayor estrés al intentar hacer frente a los cambios que produce el reasentamiento, particularmente, en lo referente al estrés que produce el desarraigo de sus hogares, propiedades y otras pérdidas de importancia cultural o religiosa. A mediados de 2003 visité Upper Perak, donde cerca de 1.500 personas, en su mayoría del subgrupo étnico Jahai (Negrito) y un número reducido de los subgrupos étnicos Temiar, Semai (Senoi) y Lanoh (Negrito), fueron reasentadas en el marco del Programa de Reasentamiento de Pulau Tujuh a mediados de la década de 1970, “como estrategia militar para aislar a los 1.508 pobladores Orang Asli de los insurgentes comunistas” --durante el período de Emergencia, 1948 a 1960, estas regiones eran un punto fuerte de la insurgencia comunista. En 1979 estos pobladores fueron reasentados nuevamente en el sitio conocido administrativamente como el Programa de Reagrupamiento Banun, cuando la represa Temenggor que estaba en construcción inundó también ese sitio. Encontré que los pobladores ancianos viven en reminiscencia constante de "los viejos tiempos en nuestros bosques y ríos".
En resumen, las represas están en el mejor de los casos directamente vinculadas a la pobreza, y en el peor, se asocian no sólo a la destrucción de la base económica de los pueblos indígenas sino también a la destrucción de su identidad, espiritualidad y tradiciones culturales. Las represas y los reasentamientos tienen consecuencias muy graves para las mujeres, por lo que se hace necesario prestar mayor atención a sus necesidades para permitirles enfrentar los cambios que trae consigo el reasentamiento.
Por: Carol Yong, correo electrónico: rakit98@yahoo.co.uk