“Las plantaciones forestales colaboran a aliviar la presión sobre los bosques naturales, con lo que están contribuyendo a frenar la deforestación”. Las palabras pueden variar algo según el forestal o la compañía plantadora de que se trate, pero este concepto es repetido una y otra vez para convencer a la opinión pública de que las plantaciones son buenas y deberían ser apoyadas y promovidas aún más si lo que se desea es salvar los bosques del mundo de su desaparición.
Esta aseveración puede ser cierta en algunos casos, en especial donde las comunidades locales han plantado árboles para satisfacer sus propias necesidades; sin embargo, resulta completamente falso si se trata de las plantaciones de especies de rápido crecimiento a gran escala. A medida que este tipo de plantaciones se está expandiendo rápidamente a nivel global, las tasas de deforestación continúan sin disminuir o incluso crecen. Si echamos un vistazo a los países más "exitosos" en materia de plantaciones (Chile, Brasil, Indonesia, Sudáfrica), encontraremos que la forestación mediante plantaciones incrementa la deforestación en forma directa o –en el mejor de los casos- no juega absolutamente ningún papel en lo que respecta a la conservación de los bosques.
Grupos ambientalistas chilenos acaban de publicar el libro "La tragedia del bosque chileno”, donde se documenta la destrucción de los bosques nativos. Considerando que Chile es uno de los países líderes en plantaciones forestales (cuenta con una superficie de dos millones de hectáreas de monocultivos de exóticas) debería –según lo que afirman los forestales y las compañías plantadoras- haber prevenido la destrucción de los mismos. Desgraciadamente ha sucedido lo contrario y se ha demostrado que en muchos casos esos bosques nativos han sido sustituidos por plantaciones, siendo éstas por lo tanto una causa directa de la deforestación. En otros casos, extensas áreas de bosque han sido cortadas, convertidas en chips y el producto fletado con destino a las fábricas de pulpa del Japón, pese a la abundante oferta de madera de plantaciones disponible y utilizable con ese fin.
Lo mismo puede decirse de Brasil y de Indonesia, que cuentan con enormes superficies boscosas a la vez que millones de hectáreas de plantaciones, y en los cuales la deforestación no deja de aumentar. En ambos países, el madereo y los incendios forestales son frecuentemente utilizados para eliminar los bosques con el fin de sustituirlos por plantaciones industriales. Asimismo en Sudáfrica, con sus más de dos millones de hectáreas de eucaliptos y pinos plantados en zonas no boscosas, continúan degradándose los escasos remanentes de bosque nativo.
Un ejemplo muy específico y actual es el de la compañía Smurfit en Venezuela (ver artículo en este número del boletín). Dicha empresa ha plantado miles de hectáreas de eucaliptos, pinos y gmelinas para alimentar su planta de pulpa. Sin embargo, la misma empresa ha sido y es un importante agente de deforestación en la región. En primer término porque parte de sus plantaciones fue establecida a expensas de bosques previamente existentes. En segundo lugar porque, si bien muchas de sus plantaciones han alcanzado la maduración para la corta, Smurfit ha estado abasteciendo a su planta de pulpa con madera proveniente del bosque nativo, que resulta ser una materia prima más barata. Solamente ahora la compañía ha decidido dejar de usar esta madera tropical, pero no como resultado de una especial preocupación por la protección ambiental, tal como se expresa con hermosas palabras en su página web (www.smurfit.ie). En realidad tal decisión fue el resultado de una exitosa lucha de la población local para defender sus bosques, que culminó en enero pasado con el bloqueo de la carretera que lleva a la fábrica y la detención de por los menos doce camiones de la compañía, que transportaban madera proveniente del bosque tropical.
En resumen, las plantaciones forestales industriales no constituyen en absoluto una respuesta adecuada para garantizar la sobrevivencia de los bosques del mundo. En muchos casos, por el contrario, son una causa directa de deforestación. Es sabido que para abordar la deforestación y la degradación de los bosques es necesario identificar las causas directas y, en especial, las causas subyacentes que conducen a esos procesos destructivos. En gran medida muchas de esas causas han sido identificadas y se han propuesto soluciones para abordarlas. Pero, para empezar, los gobiernos deberían en todos los casos apoyar en lugar de reprimir –como informamos de un caso sucedido recientemente en Costa Rica- las luchas populares para proteger los bosques, dando de ese modo señales claras de su postura favorable en relación con la conservación de los bosques.