No nos confundamos. Cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) habla de un “ambiente favorable”, se refiere a los negocios, a un ambiente favorable para la inversión extranjera directa, por medio de las operaciones de bolsa, o indirecta, a través de las operaciones de compañías transnacionales. Las esporádicas referencias al medio ambiente en sus préstamos, donaciones, documentos y estrategias, son funcionales a sus clásicas recetas basadas en programas de ajustes y estabilización, que bien aplicados, nos deben conducir al desarrollo sostenido, entendido claro está, en términos de crecimiento continuo del PBI. El FMI sigue creyendo, o insiste en hacernos creer que hay un círculo mágico o “virtuoso” en el cual el crecimiento económico “sostenido” reduce la pobreza e incrementa los recursos disponibles para mejorar el medio ambiente. Círculo que además, se retroalimenta por sí mismo (1). Algo así como la mano invisible de Adam Smith.
El mismo FMI confiesa que no tiene en cuenta problemas ambientales ya que está limitado por su mandato y por la poca preparación de su personal en tales temas. Esta institución argumenta especializarse “solamente en temas referentes a políticas macroeconómicas, monetarias, comerciales y fiscales a nivel nacional e internacional”, y que son otras las organizaciones, tales como el Banco Mundial, las Naciones Unidas o los bancos de desarrollo regional, las que “están mejor equipadas” para lidiar con los problemas del medio ambiente” (2). De esta manera, el FMI elude toda responsabilidad por los impactos ambientales generados por sus programas de estabilización y ajuste estructural.
Ya se han cumplido 3 décadas desde los primeros experimentos de ajuste estructural implementados por las sangrientas dictaduras de Uruguay, Chile y Argentina allá por mediados de los setenta. Desde allí, y sin distinciones de carácter histórico, geográfico, cultural o social, el FMI ha venido imponiendo una receta única para todo país que intenta acceder a sus fondos, la que supuestamente apunta a lograr crecimiento económico. El FMI aprovecha la oportunidad para imponer programas de ajuste estructural y estabilización como condicionalidades para la obtención de sus préstamos. Los mismos incluyen la implementación de medidas destinadas a superar el déficit presupuestario mediante el recorte del gasto público, como también la implementación de procesos de privatización, desregulación de la economía incluyendo la liberación comercial y financiera, y un crecimiento económico basado en el aumento de las exportaciones. Estos ajustes conllevan una reforma estructural del Estado, la cual permite la eliminación de las barreras que impiden el acceso y la creación de un ambiente favorable para la inversión extranjera. Tales “barreras” incluyen todo tipo de regulación social (incluidas medidas de protección laboral y ambiental). En resumen, cuando un país con dificultades en su balanza de pagos y al borde de la bancarrota se ve forzado a aceptar la “asistencia” financiera del FMI, en realidad comienza a sumergirse en un proceso de pérdida de control de sus recursos (entendidos en sentido AMPLIO) y soberanía.
Protestas y movilizaciones de comunidades afectadas, organizaciones de la sociedad civil y estudios de caso de organizaciones ambientalistas han demostrado una y otra vez que en la mayor parte de los países clientes del FMI no sólo no se han alcanzado los objetivos de desarrollo, sino que el resultado general de esas políticas sobre el medio ambiente, ha sido devastador (3). Y los ecosistemas boscosos no escapan a la regla. En el año 2002, un estudio de American Lands Alliance concluyó que los créditos y las políticas del FMI provocaron un notable aumento de la deforestación en países de gran riqueza biológica de América Latina, Asia y Africa. El estudio señala que la estrategia del FMI de promover el crecimiento basado en exportaciones e inversión extranjera, y a la vez presionar a los países para que recorten su gasto en programas ambientales, ha acelerado la deforestación. El FMI parece haber promovido la tala de bosques amenazados en Brasil, Camerún, Chile, Ecuador, Ghana, Honduras, Indonesia, Costa de Marfil, Madagascar, Nicaragua, Papúa Nueva Guinea, República Centroafricana, Rusia y Tanzania.
La respuesta a este informe por parte del FMI fue que el mismo parecía basarse en información “vieja o incorrecta”. El Fondo argumenta haber incorporado condiciones que requieren la reforma de políticas forestales -destinadas a reducir la tala ilegal y fortalecer la protección de los bosques-, y que incluso ha suspendido sus préstamos a varios países, en un intento por detener la tala ilegal y la deforestación (4). Pero la verdad es que hasta ahora el Fondo se niega a reconocer el impacto ambiental de sus programas de ajuste estructural.
El estudio señala por ejemplo que en Brasil, cuyas selvas tropicales representan un tercio de todos los bosques húmedos que quedan en el planeta, el gobierno redujo en casi dos tercios el gasto en programas ambientales, como condición de un acuerdo por un paquete de emergencia de 41.500 millones de dólares firmado con el FMI en 1998. Esto implicó la reducción presupuestal y 10 de los 16 programas ambientales de Brasil dejaron de aplicarse, varios de ellos destinados a hacer cumplir las normas de explotación forestal y protección de los bosques.
El FMI logró que Camerún, uno de los países con mayor diversidad biológica de Africa, devaluara su moneda y rebajara los impuestos a las exportaciones de productos forestales. "Esto volvió más rentable la explotación forestal y aumentó el número de especies comercialmente viables, lo que incrementó el volumen talado por hectárea”. En consecuencia, el número de empresas forestales con operaciones en Camerún aumentó de 177 a 479 entre 1990 y 1998, frente a apenas 106 en 1980, con el resultado de que más del 75 por ciento de los bosques del país han sido talados o lo serán en breve.
En Papúa Nueva Guinea, que alberga 1.500 especies de árboles, 200 especies de mamíferos y 750 de aves, la mitad de ellas endémicas, el recorte del gasto público resultó en el desmantelamiento del Departamento de Ambiente y Conservación. Para incentivar a la industria maderera, el FMI logró que se redujeran los impuestos a las exportaciones forestales de 33 por ciento a entre 0 y cinco por ciento en 1998. El resultado no se hizo esperar: varias de las gigantes compañías forestales de Malasia se establecieron de inmediato en Papúa Nueva Guinea, afectando gravemente a los bosques del país.
El FMI, que responde principalmente al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, no ha hecho ningún viraje sustantivo para mejorar la situación. Apenas si ha reconocido que sus políticas tienen algún impacto en la pobreza, lo que ha significado un cambio de maquillaje en los programas de ajuste estructural. Nada sobre políticas que favorezcan al medio ambiente. El pasado 11 de junio los Ministros de Finanzas del Grupo de los 8 (Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Rusia) hicieron pública una declaración sobre "Desarrollo y Deuda" que incluye una propuesta de cancelación de deuda multilateral que sería presentada a las Reuniones Anuales del FMI, Banco Mundial y Banco Africano de Desarrollo en septiembre de 2005. La cancelación de deuda multilateral propuesta está todavía ligada al acatamiento de los condicionamientos que exacerban la pobreza, la sobreexplotación y el saqueo de los recursos naturales y perpetúan la dominación sobre el Sur. En la cancelación de deuda no se conmuta ninguna restitución y/o reparación por la esclavitud y la colonización, el saqueo de la riqueza y recursos naturales, la explotación laboral, ni la destrucción humana, social y ecológica en el Sur causada por las actividades económicas, operaciones militares y guerras que protegen los intereses de la cleptocracia internacional (5).
El silencio de los tecnócratas del FMI, producidos por universidades como Harvard y sus pares, no es una mera casualidad. Ellos han sido entrenados en función de un solo objetivo: suprimir las barreras que dificultan el acceso y control de las grandes empresas a los recursos naturales del planeta. O tal vez para la perpetuación del déficit comercial de Estados Unidos destinado a financiar los negocios de la cleptocracia mundial. Una vez más el fin justifica los medios: se firman cartas de intención, se organizan talleres para construcción de capacidad técnica, se extorsiona con amenazas de cierre de acceso a los mercados del capital internacional, se reprime a quien tenga el coraje de oponerse a este modelo de desarrollo neoliberal. Los actores son poderosos y conocidos: los gobiernos de los países ricos del Norte, las multinacionales, el FMI, la OMC, los bancos multilaterales y las elites y oligarquías corruptas del Sur. El resultado no se puede llamar de ningún modo desarrollo, no si es a costa de la destrucción de ecosistemas saludables, el empobrecimiento y marginación de las comunidades que los habitan o que dependen de ellos para su supervivencia, y la perpetuación a todo costo del actual sistema de producción global.
Por Marta Zogbi, Amigos de la Tierra Internacional, correo electrónico: marta@foei.org
Fuentes consultadas: 1. Ficha técnica - Abril de 2004 “El FMI y el medio ambiente”, http://www.imf.org/external/np/exr/facts/spa/enviros.htm; 2. “The IMF and the Environment”, Ved P. Gandhi, July 28, 1998, http://www.imf.org/external/pubs/ft/exrp/environ/; 3. "The IMF: Funding Deforestation", Jason Tockman, American Lands Alliance, http://www.wrm.org.uy/actores/FMI/Jason.doc (en inglés); 4. “FMI bajo fuego por promover desforestación”, Danielle Knight, www.tierramerica.net/2002/0203/noticias1.shtml; 5. ADITAL 22.06.05 - ARGENTINA “Respuesta de Jubileo Sur a la propuesta sobre Deuda del G8”, http://www.adital.org.br/site/noticias/17311.asp?lang=ES&cod=17311