Las características del caucho natural hacen de él un material competitivo para uso industrial y médico, pero los productos relacionados con el transporte, neumáticos y productos para neumáticos, son el principal mercado para el caucho natural: representan más del 50% del consumo.
Si bien el caucho natural no puede ser fácilmente substituido por caucho sintético derivado de productos petroquímicos, el precio y la demanda están muy asociados a los del caucho sintético que, a su vez, dependen del precio del petróleo. Así, cuando el precio del petróleo sube, la demanda de caucho natural aumenta. Ahora que el precio del petróleo es alto, la demanda de caucho natural ha aumentado y se traduce en una mayor presión sobre las tierras aptas para plantar caucho (hevea brasiliensis).
Hoy en día, la mayor parte del caucho se produce en el Sur y el Sudeste de Asia, y Vietnam está teniendo un papel cada vez más importante como país productor y vendedor de caucho: actualmente figura en tercer lugar, luego de Indonesia y Tailandia. Un nuevo informe de la ONG Global Witness reveló que la demanda creciente de tierras en Camboya y Laos por parte de compañías vietnamitas está provocando acaparamiento de tierras en ambos países, con financiación de inversores internacionales como el Deutsche Bank y la Corporación Financiera Internacional (CFI, la institución del Banco Mundial que presta al sector privado). Dos de las mayores compañías vietnamitas, Hoang Anh Gia Lai (HAGL) y la empresa estatal Vietnam Rubber Group (VRG) han adquirido más de 200.000 hectáreas por medio de acuerdos con los gobiernos de Laos y Camboya.
Los “barones del caucho”, como llama Global Witness a las compañías vietnamitas que, desde 2000, se han apoderado de más de 3,7 millones de hectáreas de tierras, de las cuales el 40 por ciento son para plantaciones de caucho, se han movido en silencio, mediante conexiones sospechosas con las élites de Camboya y Laos. Sólo estas últimas salen beneficiadas, a costa de las comunidades rurales pobres y los ecosistemas boscosos que las rodean.
La profunda investigación realizada por Global Witness reveló que “hay muy poca información disponible sobre las concesiones de tierras en Camboya y Laos. No ha sido publicado ningún catastro de las propiedades, ni información sobre las zonas donde los gobiernos prevén realizar inversiones, ni comunicación alguna cuando las compañías comienzan a negociar un contrato de arriendo, ni datos sobre los propietarios involucrados. Las evaluaciones de impacto ambiental y social, cuando existen, no llegan a las personas potencialmente afectadas. Como resultado, en la mayoría de los casos las comunidades de cada país sólo se enteran de que las tierras y los bosques donde viven y vivieron sus ancestros han sido cedidas a una compañía cuando llegan las topadoras y comienzan a excavar”.
Ambas compañías vietnamitas están realizando tala rasa en bosques hasta ahora intactos, dentro y fuera de los límites de sus concesiones. Junto con la destrucción de los bosques, también desaparecen los lugares sagrados y los cementerios de la población; la gente se queja de la falta de agua y comida, de la pérdida de sus medios de vida sin compensación, y de las malas condiciones laborales.
El informe también denuncia que “cuando la gente sufre la apropiación de su tierra y sus bosques por parte de una compañía, una de las mayores barreras para lograr justicia, recuperar la tierra o recibir compensación, es la falta de acceso a la información: quién tomó su tierra, cuáles son los límites de la concesión, para qué se está usando la tierra y qué impactos ambientales o sociales está previsto que tenga el proyecto”.
Cuando las comunidades resisten, vienen las fuerzas de seguridad armadas en ayuda de los inversores, acosando a la población y metiéndola presa. El acaparamiento de tierras y la violencia que lo rodea se han acelerado en forma simultánea.
El informe de Global Witness, “Rubber Barons”, está disponible en http://www.globalwitness.org/rubberbarons/