Vivimos tiempos de recalentamiento. Quizás el clima sea la expresión más notoria de una aceleración económica que ha recalentado los motores, quemando todo a su paso. En unas pocas décadas la productividad ha crecido enormemente. Aparecieron las economías de escala, un aumento en la acumulación de capital, las fusiones crecientes de empresas, la expansión de los mercados, la globalización.
En este escenario, donde el poder se concentra y las desigualdades se agudizan, las economías nacionales terminan muchas veces supeditadas al poder de gigantes transnacionales y se priorizan, fomentan y habilitan aquellas formas productivas que resultan funcionales al modelo y, cada vez más, a la especulación financiera. Obviamente, se trata de producciones a escala, con gran productividad a corto plazo, con gran inversión de capital privado, corporativo, generalmente con uso intensivo de paquetes tecnológicos, con acceso a mercados grandes o medianos.
En la otra punta de la cadena, y cerrando un círculo vicioso, se crean mercados de muy alto consumo. La renovación de las mercancías alcanza en algunos países – donde están los mayores mercados de consumo – un ritmo vertiginoso: todo se usa y tira, se renueva rápidamente, viene empaquetado, pronto para comer, desde los más distantes confines del mundo a la góndola de su supermercado. Se necesita cada vez más hierro, más madera, más celulosa, más energía. El planeta se ha convertido en un gigantesco mercado impersonal, sin la gracia de los aromas y los intercambios del “bazaar”… Corporaciones que producen, corporaciones que transportan, corporaciones que venden.
Obviamente, las economías locales, la gestión comunitaria, la posesión colectiva no tienen cabida en las planificaciones que priorizan las exportaciones, la macroeconomía, la inversión de capitales.
Parecería que nadie contabiliza los costos “externalizados” del gasto masivo de agua, la pérdida de nutrientes del suelo, la destrucción de ecosistemas, el apetito voraz de combustibles fósiles con la consiguiente liberación irreparable de carbono, el descalabro social que acarrea la expulsión y marginación de comunidades, la pérdida de rumbo en la búsqueda del bienestar o del “Vivir Bien”.
La industria celulósica-papelera
El sector forestal ha estado inmerso en este proceso. Desde mediados de la década de 1990 el consumo de papel y cartón se fue acelerando, en un principio a costa principalmente de los bosques tropicales, como en el caso de Indonesia y Malasia. La industria celulósica-papelera comenzó a expandirse y con ella la forestación industrial, básicamente dominada por grupos del Norte, donde se produce gran parte del total mundial de madera para pulpa y donde se registra el mayor consumo de papel. Pero las plantaciones industriales de árboles de rápido crecimiento (principalmente eucaliptos), en régimen de rotación relativamente cortos (entre 6 y 10 años, según la región), se instalaron en el Sur y se expandieron a expensas de distintos ecosistemas, como el bosque nativo, en el caso de Chile, o la pradera, en Sudáfrica y Uruguay. Posteriormente, el aumento de la capacidad manufacturera habilitó también el surgimiento de conglomerados del Sur.
La expansión de la industria forestal contó con marcos legales y la inyección de generosas subvenciones directas e indirectas y exoneraciones fiscales del Estado, que potenciaron el establecimiento de las plantaciones de monocultivos de árboles, como ocurrió en Chile, Brasil, Uruguay, Nueva Zelanda, Indonesia, Vietnam, Kenya, por citar algunos ejemplos. En todos los casos se beneficiaron poderosos intereses privados - en algunos se trató de grandes capitales nacionales, en otros desembarcaron las inversiones extranjeras.
Varios otros actores han sido fundamentales para la expansión de la forestación. La FAO, en especial, ha puesto a su servicio la parafernalia tecnológica de la “Revolución Verde” y su influencia, contribuyendo a disfrazar a los monocultivos forestales de “bosques”, con su definición que los caracteriza de “bosques plantados”.
Las consultoras – como la finlandesa Pöyry – han puesto su cuota en la promoción, investigación, planificación y diseño de fábricas de pulpa y papel y de plantaciones forestales.
Por su parte, las agencias bilaterales – entre las que destaca la japonesa JICA –, las agencias gubernamentales de créditos para la inversión y la exportación, y las agencias multilaterales aportaron financiamiento de fácil acceso, tanto para las empresas plantadoras como para los gobiernos que aplicaron planes de subsidios. Dentro de estas últimas, el Banco Mundial ha proporcionado créditos baratos para el establecimiento de millones de hectáreas de plantaciones de árboles. (1)
Nuevos actores: fondos especuladores
¿Y de quiénes son las plantaciones? Además de las mencionadas empresas de la industria celulósica y papelera, nuevos actores del mundo financiero han irrumpido invirtiendo miles de millones de dólares en la adquisición de tierras y el establecimiento de plantaciones de árboles. Buscando diversificar sus inversiones, instrumentos financieros como los fondos de pensión, los TIMO (sigla del nombre en inglés Timber Investment Management Organizations), los T-REIT (sigla de Timberlands Real Estate Investment Trust), los fondos de cobertura (hedge funds) han incursionado en la forestación. Según datos de un informe de la FAO (2), sus inversiones en plantaciones de árboles habrían totalizado aproximadamente 50.000 millones de dólares en 2007.
Los TIMO, grupos de gestión de inversiones de los Estados Unidos, conforman una estructura que acumula fondos agrupando a numerosos inversionistas institucionales que quizás no estén directamente interesados en comprar y administrar las plantaciones, o que pueden querer invertir pequeñas cantidades de sus fondos. Los TIMO tienden a establecer fondos que invierten por un plazo de unos diez años.
Los T-REIT, fondos de inversión inmobiliarios, extendidos al sector forestal, se crearon en Estados Unidos y han crecido rápidamente desde 2000. Según el referido informe de la FAO, el mayor propietario privado de plantaciones forestales del mundo (Plum Creek) es un T-REIT. Desde 2004, los activos de inversión de una serie de empresas forestales se han reestructurado en instrumentos T-REIT, que resultan más beneficiosos para los accionistas en materia de impuestos.
Ambos instrumentos financieros – TIMO y T-REIT – hasta ahora han invertido en un número relativamente limitado de países: Oceanía, Chile, Brasil, Sudáfrica y Uruguay, donde la forestación ya está consolidada.
A partir de 2005 surgió otra clase de inversor forestal: los “fondos de cobertura”, instrumentos financieros que operan con fondos de alto riesgo. La gran masa de dinero y de crédito existente en el sistema financiero mundial hasta mediados de 2007 permitió a estos fondos superar la capacidad de las empresas forestales, de los TIMO y de los REIT para comprar grandes extensiones de plantaciones de árboles, si bien luego en general las revenden.
También han surgido varios fondos privados europeos que invierten en plantaciones forestales en Europa y en otras partes del mundo. Algunos se han formado específicamente para invertir en el potencial mercado de carbono, una de las falsas soluciones al cambio climático creada por la renuncia del poder económico y político global a atacar de raíz el problema del calentamiento global, causado por la liberación de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera como consecuencia del insustentable consumo de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas).
Nuevos problemas con una economía “verde”
Es la misma resistencia que buscó el supuesto atajo de los biocombustibles, para seguir alimentando de la misma forma al sistema fagocitario de la economía globalizada, sólo que con otro alimento. Nuevos problemas. La demanda de bioenergía en Europa, catapultada por la Directiva del Parlamento Europeo de 2009 sobre energías renovables – que fija como objetivos obligatorios nacionales una cuota del 20 % de energía procedente de fuentes renovables en el consumo de energía y una cuota del 10 % de energía procedente de fuentes renovables en el consumo de combustibles para el transporte en la Comunidad Europea para 2020 – provocó una avalancha de inversionistas extranjeros acaparando tierras en África, América del Sur y el sudeste asiático para establecer plantaciones de palma aceitera y de otras maderas que suministren de astillas y pellets de madera a la energía de biomasa.
Según un informe del instituto de investigación IIED (3), sólo en 2011 se inauguraron 5 grandes fábricas de pellets en Canadá, Rusia, Noruega y los Estados Unidos, con una capacidad total combinada de aproximadamente tres millones de toneladas. Del lado del suministro, la mesa está servida en África. Varias empresas están desembarcando en el continente para establecer plantaciones o replantar las existentes, con ese fin. Se firmaron tratados para la producción de astillas para su exportación a Europa y otros lugares, replantando antiguas plantaciones de caucho en Ghana y Liberia.
El referido informe cita algunos casos de inversiones en plantaciones de árboles que se sabe están destinadas total o parcialmente para energía de biomasa, con la participación no solamente el sector privado sino también de los Estados – inversiones norteamericanas: 60,700 ha en Guyana, 5,000 ha en Ghana, 11,700 ha en India, 60,700 ha en Guyana; inversiones europeas: 126,000 ha en Mozambique; inversiones de Corea del Sur: 60,000 ha en Cambodia, 200,000 ha en Indonesia (esta última entre gobiernos).
Las plantaciones para biomasa tienen la ductilidad de poder destinarse a diversos mercados, según anden los precios: si caen los precios de la energía pueden servir para vender madera o celulosa, o bien créditos de carbono. IIED cita el caso de la empresa noruega Green Resources Ltd. (4), que ha adquirido tierras en Mozambique y Tanzania para establecer plantaciones de árboles que abarcan justamente esas tres actividades económicas.
Dentro de las nuevas tendencias que pueden incidir en un aumento de las plantaciones figura el mecanismo REDD+ (ver Boletín Nº 169 del WRM), que concibe la plantación de árboles como una estrategia de reducción de las emisiones de carbono. El gobierno de Indonesia ya anunció que, a tal efecto, se plantarán millones de hectáreas de árboles, a los que califica de “nuevos bosques” – una aberración apadrinada por la FAO.
También lo que se ha dado en llamar “bioeconomía” resulta una amenaza. Se trata de un plan para crear todo – desde plásticos a combustibles y textiles – a partir de árboles y otras fuentes de celulosa que complementen los combustibles fósiles. Para ello se utilizarían tecnologías peligrosas como la ingeniería genética, la biología sintética y la nanotecnología.
Por último, la Economía Verde, un concepto que entra por la puerta grande en la próxima Cumbre Río+20 que se celebrará en Río de Janeiro en junio de 2012, está siendo llenada de un significado que nuevamente volverá espurio todo intento de cambio. Se habla mucho de las nuevas oportunidades comerciales que traerá la Economía Verde, de inversiones en recursos clave – agua, energía renovable, biodiversidad, bosques (y seguramente eso incluya a las plantaciones) -, de movilizar recursos financieros, de estimular la participación del sector privado con el apoyo del gasto público. El PNUMA puede hablar de invertir en reforestación “sustentable”, pero bien sabemos que si no se cuestiona y rechaza el modelo en gran escala y de monocultivo que resulta tan rentable para los grandes capitales como destructivo para las comunidades locales y el ambiente, no serán más que palabras falsas.
Estamos en un momento crucial, un cruce de caminos. La humanidad puede seguir arrastrada al abismo por la poderosa fuerza de los intereses comerciales que por sí solos no desandarán su camino, o puede tener el coraje de cambiar el rumbo actual y retomar el principio ético del interés colectivo, el bien común, la interdependencia con la naturaleza. Desde el WRM, trabajamos para esto último.
Por Raquel Núñez Mutter, WRM, raquelnu@wrm.org.uy
(1) Datos de “El papel del Sur. Plantaciones forestales en la estrategia papelera internacional”, Ricardo Carrere y Larry Lohmann, http://www.wrm.org.uy/plantaciones/material/PapelSur.pdf
(2) “Corporate private sector dimensions in planted forest investments”, D.A. Neilson,ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/011/i0627e/i0627e09.pdf
(3) “Biomass energy: Another driver of land acquisitions?”, Lorenzo Cotula, Lynn Finnegan and Duncan Macqueen, The International Institute for Environment and Development (IIED), agosto de 2011, http://pubs.iied.org/pdfs/17098IIED.pdf
(4) Ver Mozambique, Serie Nº 14 del WRM, en inglés enhttp://www.wrm.org.uy/countries/Mozambique/book.pdf y en portugués enhttp://www.wrm.org.uy/paises/Mozambique/livro.pdf