El 1º de mayo, Día Internacional del Trabajo, las aldeas tribales de Surma y Golbojhi celebraron su liberación. Después de 107 años de lucha, sus habitantes obtuvieron la propiedad de los bosques de los que dependen desde hace siglos. Las dos aldeas comprenden unas 450 familias de la tribu Tharu, y están ubicadas en el corazón del Parque Nacional Dudhwa, en el distrito Lakhimpur de Uttar Pradesh.
Si bien las zonas tribales del país están en manos del Naxalismo, Surma y Golbojhi lograron su liberación después de décadas de lucha democrática no violenta, sin disparar un solo tiro. Las dos aldeas son también los primeros asentamientos tribales, situados en un parque nacional, que se benefician con la Ley de Derechos de los Bosques (FRA, por su sigla en inglés) de 2006.
Se ha distribuido unos 700 acres de tierras boscosas a los pobladores; cada familia obtuvo un máximo de cuatro acres. El gobierno de Uttar Pradesh también les otorgó el estatus de aldeas Ambedkar, con lo cual tendrán conectividad vial, una escuela primaria y un centro de salud. Los pobladores también podrán disfrutar ahora del derecho a los diversos planes de asistencia social de los gobiernos estatal y central. Se supone que las aldeas serán pronto propietarias del bosque y sus productos, de modo que sus habitantes dispondrán de heno, hojas de tendu, hierbas y demás frutos del bosque para alimentar a su familia y su ganado.
Sin duda se trata de un acontecimiento histórico. Por esa razón, más de 5.000 habitantes del bosque de diversos lugares de Uttar Pradesh llegaron a participar de los festejos. Ahora, la gente tiene tierra para cultivar y ganarse la vida, podrá enviar a los niños a la escuela y gozar de los mismos derechos constitucionales que todos los ciudadanos de la India. Este triunfo costó años de sacrificios, dificultades e indescriptibles sufrimientos. Sin embargo, los medios convencionales del país ignoraron el evento, a pesar de mostrarse siempre eficientes cuando se trata de cubrir la violencia Naxalista en las zonas tribales u otorgar un espacio innecesario a quienes alaban o intentan justificar el Naxalismo o el Maoísmo. Muchas revoluciones pacíficas, como las de Surma y Golbojhi, tienen lugar o han ocurrido en la India, sin obtener la necesaria atención de los medios. Quizás la paz no sea lo bastante sensacional como para atraer las miradas y aumentar el índice de audiencia; quizás los artículos sobre pobres tribales que prefieren la no violencia de la Satyagraha al Naxalismo no sean lo bastante atractivos como para aumentar el número de lectores.
Pero yo pienso que estas historias estimulantes deben ser contadas a la nueva generación, y sobre todo a los privilegiados que nacieron en una India libre. Como la libertad les fue dada de gracia, suelen ser insensibles al sufrimiento de sus hermanos desfavorecidos. En 1904, los miembros de la tribu Tharu fueron despojados de su tierra cuando los británicos tomaron el bosque de la reina del estado de Khairgarh, el cual pasó a formar parte del reino de Awadh. Para la segunda guerra mundial, toda la cubierta boscosa había desaparecido debido a la sobreexplotación. Los Tharus regeneraron los bosques durante los veinte años siguientes. El país obtuvo la independencia en 1947, pero el legado británico siguió vigente en el departamento forestal. En 1978, los Tharus fueron declarados intrusos en su propia tierra, cuando ésta se convirtió en parque nacional. De las 37 aldeas Tharu de la zona, 35 fueron reubicadas, pero los habitantes de Surma y Golbojhi rechazaron la evacuación. Aunque se les otorgó tierras, éstas eran de menores dimensiones que las de sus aldeas originales y, además, ya estaban ocupadas por otras personas. Los pobladores de las dos aldeas se dirigieron a la Suprema Corte en 1980, pero en 2003 perdieron la batalla jurídica, luego de 23 años de litigio.
Con la amenaza de expulsión pendiente sobre sus cabezas y sin ninguna otra opción, decidieron emprender una lucha no violenta. Las mujeres tomaron la delantera y formaron el movimiento Tharu Adivasi Mahila Mazdoor Kisan Manch para dirigir la campaña. Recibieron la ayuda de los activistas vinculados al Foro Nacional de Pobladores y Trabajadores del Bosque (NFFPFW). Los miembros de la tribu fueron acosados, golpeados y sometidos a atrocidades por los funcionarios forestales. Cuando recolectaban madera seca y paja para reparar los techos de sus casas, realizar artesanías o hacer fuego, el departamento forestal los acusaba de caza furtiva, tala de árboles e invasión de propiedad privada. Hubo demandas incluso contra niños, contra personas que habían muerto mucho tiempo atrás y contra otras que ya no vivían en el lugar desde hacía 20 años. “Si nos dedicamos a la caza furtiva y la tala de árboles, ¿me pueden explicar cómo es que seguimos viviendo en la mayor miseria, mientras que los funcionarios viven a todo lujo?” preguntó Lalmati, un poblador tribal.
En 2006, el Parlamento aprobó la FRA, que fue promulgada en enero de 2008, después de dos años de debates. Esto fue un gran incentivo para los aldeanos, pero tuvieron que esperar más de tres años para obtener sus derechos. De hecho, tanto ellos como los activistas que los ayudaban me dijeron que los tres últimos años habían sido los más difíciles. Durante ese tiempo, el departamento forestal, junto con la mafia forestal y las fuerzas feudales, intentaron todo para expulsarlos. Incendiaron sus casas y muchos fueron arrestados bajo falsas acusaciones. Si bien la FRA autoriza a la gram sabha [consejo de la aldea] a hacer recomendaciones sobre la situación residencial de las personas, se sorprendió a guardias forestales expidiendo certificados de domicilio donde los residentes figuraban como intrusos. La intención era crear confusión en el gobierno estatal; afortunadamente, éste estaba a favor de dar tierras a las tribus. También hubo funcionarios retirados que, por orden de otros en actividad, presentaron a la corte varias peticiones para impedir que se otorgara títulos de propiedad a los habitantes originales del bosque.
Ram Chandra Rana, otro poblador tribal, señaló que algunos “entusiastas de la fauna” se habían unido al combate, con el argumento de que la conversión de una aldea situada en el centro de una reserva de tigres sería una amenaza para éstos y para todos los animales. “Nuestra respuesta fue simple: durante cientos de años los bosques han estado a salvo en manos de las tribus; la cubierta boscosa comenzó a disminuir y la fauna se encontró en peligro poco después de la creación del departamento forestal. El hecho es que las tribus tratan al bosque como si fuera un dios, y por lo tanto protegen el hábitat. La cantidad de tigres disminuyó cuando los bosques dependían enteramente del departamento forestal pero, luego de la implementación de la FRA, es decir cuando los pobladores comenzaron a obtener títulos de propiedad sobre la tierra, el número de tigres aumentó en todo el país”, afirmó. Al preguntarle por qué no aceptó la indemnización que se le había ofrecido junto con una parcela, respondió: “No podemos vender nuestra tierra natal. Es una cuestión de orgullo y de derecho a vivir con dignidad”.
Después de escuchar relatos sobre los sufrimientos, sacrificios y logros de esas personas y de activistas como Ashok Da, que dedicó toda su vida a los desfavorecidos, me sentí obligado a preguntarme: “¿Qué he hecho yo, aparte de garabatear palabras sentado en mi oficina climatizada y sentirme orgulloso de mí mismo?” La respuesta la encontré en “Por qué soy ateo”, un escrito de 1930 del revolucionario Bhagat Singh: “Una corta vida de lucha sin un final magnífico será en sí misma la recompensa, si tengo la valentía de vivirla así. Eso es todo. Sin ningún motivo egoísta ni deseo de reconocimiento actual o futuro, he dedicado mi vida a la causa de la independencia, porque no podía hacer otra cosa. El día en que encontremos un gran número de hombres y mujeres con esa mentalidad, que no puedan dedicarse a nada más que al servicio de la humanidad y a la emancipación de los que sufren, ese día habrá comenzado la era de la libertad...”.
Si el 10% de nosotros (la clase privilegiada) sigue lo que dijo Bhagat Singh, se resolverá el 90% de los problemas de la India.
Por Ashish Tripathi, periodista indio. Enviado por Roma, NFFPFW (Kaimur) / Human Rights Law Centre, Uttar Pradesh, India, correo electrónico romasnb@gmail.com,http://jansangarsh.blogspot.com.